Aunque yo también estoy harto de hablar de lo mismo, me sigue interesando leer todo lo que me llega y sigo viendo en la Geografía la capacidad necesaria de mezclar datos de muy diverso tipo para intentar llegar a conclusiones. Cunado aprendí, ya como docente, a manejar un poco el tema de los SIG, Sistemas de Información Geográfica, me dijeron los que más sabían de esto que lo mejor de estas bases de datos cartográficas que son los SIG era que se podían ver cosas que no eran detectables con las alfanuméricas. Los mapas nos apabullan todos estos días y puede que mucha gente haya aprendido a localizar países, ciudades y provincias que antes no ubicaba.

Diversos estudios están probando a combinar elementos aparentemente relacionados con la expansión del virus como el clima, la edad media de la población, la densidad demográfica, el grado de contaminación, las infraestructuras sociosanitarias, etc. En esta mezcla hay que tener cuidado porque puede aparecer ruido, es decir, relaciones que se ven en los resultados por pura casualidad pero que pueden no tener nada que ver en lo causal. En este último aspecto es mucho lo que se está hablando de la relación entre las condiciones atmosféricas, sobre todo temperatura y humedad, y la expansión del virus. En este contexto, resulta atractivo utilizar la ubicación geográfica, fijada por los paralelos, para indicar conexiones climáticas y víricas, ignorando a veces que en un mismo paralelo y, por tanto, en una misma inclinación solar, se pueden dar climas muy distintos, en relación, por ejemplo, con la influencia de la continentalidad, la litoralidad, las corrientes marinas, la altitud o la exposición a los vientos dominantes.

Además, ante la tentación de buscar las diferentes evoluciones del virus en su expansión y su mortalidad en cada sector conviene analizar más el tiempo que el clima, porque lo que a nosotros nos interesa es el tiempo concreto que ha hecho estos meses en los que hemos convivido con el virus y no la situación climática media que nos indica por ejemplo la latitud. Por ejemplo, Suecia y una buena parte de la Europa Central y Nórdica han tenido precipitaciones por debajo de la media y temperaturas por encima y en algunas partes de España por ejemplo se ha dado la situación contraria. Es decir, mientras muchos buscan en el confinamiento la razón última para el tiempo «raro» que ha hecho en algunos lugares de España, habría que buscar más bien si ese tiempo «inverso» ha incidido en la evolución del virus en áreas diversas del mundo.

Pero todo, por cierto, siempre dicho entre comillas y con dudas, esperando confirmaciones, y no como tertulianos sabelotodo. Por cierto, para avanzar en todo esto, sería conveniente que los datos fueran lo más uniformes posible a nivel global, y ni siquiera lo son a escala regional.