Manuel ingresó por coronavirus el 3 de enero y aunque reconoce que físicamente pasó las dos semanas hospitalizadas sin grandes problemas, no fue lo mismo a nivel psicológico. “Estar aislado, sin saber lo que va a pasar, con mi compañero de habitación que empeoraba y mi hija, de solo 29 años, muy grave y pensaba ‘yo con 61, me voy’”, recordaba ayer muy emocionado a la vez que dejaba claro que lo experimentado en el hospital “nada tiene que ver con lo que crees desde fuera”. “Una cosa es verlo en el telediario y otra vivirlo aquí”, señalaba ayer tras el homenaje que los trabajadores del Hospital de A Coruña rindieron a las más de 28.800 personas que se infectaron de coronavirus desde el inicio de la pandemia en el área sanitaria y en donde intervino en representación de los pacientes. El acto, celebrado en la terraza del Hotel de Pacientes, se celebró durante los 20 minutos que habitualmente los sanitarios se toman de descanso para tomar un café a media mañana. “Hemos querido aprovechar esta pequeña parada para hacer un reconocimiento a todas las personas que han sufrido COVID ya sea en el hospital o en casa y especialmente a quienes no lo han superado y a sus familias”, señalaba el gerente del área sanitaria, Luis Verde.

Si hace un año todo el mundo dejaba sus quehaceres a las ocho de la tarde para salir a aplaudir a las ventanas en reconocimiento a los trabajadores esenciales como los sanitarios, ayer fueron ellos quienes aprovecharon su habitual pausa para el café para rendir homenaje a los pacientes y también a sus familias. “Queremos transmitir a todas las familias de los fallecidos que en ningún momento los dejamos solos, que a donde no pudo llegar ni la medicina ni las familias, estábamos nosotros intentando dar consuelo y cariño”, explicaba la enfermera Mónica Pérez, que habló en representación de todos los trabajadores y recordó que ellos mismos han sido “pacientes y familiares de enfermos”, por lo que saben “los momentos difíciles” por los que atravesaron los familiares que no pudieron ver a sus seres queridos durante estos meses.

Era un homenaje hacia los afectados por COVID, pero se convirtió en un reconocimiento bidireccional ya que Manuel Sánchez Rubal, quien habló en nombre de los pacientes, solo tuvo palabras de agradecimiento para los trabajadores del hospital. Este coruñés, de 61 años y que pasó 15 días ingresado con neumonía, destacó la labor de todo el personal — “desde la señora de la limpieza que era quien abría la ventana y era la persona a la que más deseaba ver cuando me faltaba el aire”, señala— hasta médicos, enfermeros o auxiliares “cuyo único deseo era sacar a sus pacientes adelante con el mayor grado de satisfacción posible”. “Para los enfermos, esos seres humanos que se escondían bajo los EPI no perdían su identidad ni eran anónimos. Gracias por luchar cuando nosotros no podíamos, gracias por celebrar la vida”, concluyó emocionado este coruñés que reconocía que la palabra vulnerabilidad tal y como la entiende la Real Academia de la Lengua es la que mejor define “el sentimiento de esta pandemia, el que de quienes nos hemos visto afectados por este virus”.

El acto contó además con la interpretación al chelo del tema Negra sombra por parte de la joven Carlota Iglesias así como un minuto de silencio y una suelta simbólica de globos blancos en forma de corazón en recuerdo de quienes han fallecido por coronavirus, más de 575 solo en el área sanitaria de A Coruña.

Hoy son ellos quienes quisieron rendir un homenaje a los pacientes y tras un año de duro trabajo y cansancio también pudieron transmitir el mensaje de que nunca bajarán la guardia. “Esperemos que esta situación no se repita, que no tengáis que volver a necesitarnos,pero si es así, siempre estaremos aquí” , concluyó Mónica Pérez, quien aunque reconoce que ya dan este año “por perdido”, cree que la vacunación contra el virus y el hecho de que cada vez más personas lo hayan pasado ayudará a que la situación mejore en 2022.

Mónica Pérez | Enfermera de una planta COVID

“Fue el peor año de mi carrera; lo más duro fue ver morir solos a los pacientes”


Mónica Pérez lleva 22 años como enfermera, pero tiene claro que los últimos doce meses han sido los “más duros” tanto “a nivel profesional como personal”. Trabajadora del área de Oncología, en la primera ola les tocó convertirse de un día para otro en la segunda unidad transformada en planta COVID. “Éramos muy novatos en todo, los tratamientos que damos ahora no tienen nada que ver con los de entonces, tuvimos que ir formándonos sobre la marcha”, señalaba ayer esta sanitaria que reconoce que lo más duro de la pandemia fue ver cómo los pacientes fallecían solos, sin la compañía de sus allegados. “Fue lo más complicado porque además nosotros, en Oncología, estábamos acostumbrados a lo contrario, que esté acompañado en los últimos momentos”, señaló, para recordar sin poder contener la emoción: “El momento más duro fue cuando la hija de una paciente me dio una carta para que le leyera a su madre. Tuve que salir hasta seis veces de la habitación porque no podía, yo también tengo una madre”. El mismo vaivén que experimentó la pandemia se vivió en el hospital. “Estuvimos abriendo y cerrando la planta para pacientes COVID de forma intermitente hasta la tercera ola que fue la peor, hubo que echar el resto y el problema no eran los recursos o el material, era que no había suficiente personal con experiencia para trabajar con críticos”, señala Pérez, que reconoce haber pensado que “no había derecho” a ver cómo la gente incumplía la restricciones. Todo sin olvidar a los pacientes. “Muchos nos decían que era peor que la cárcel. ¿Sabes lo que es estar un mes sin ver a nadie y que a quienes entran en la habitación no se les vea ni un centímetro de piel?”, resaltaba ayer.

Manuel Sánchez Rubal | Paciente que superó el COVID

“Una cosa es verlo en el telediario y otro vivirlo. Lo llevé mal a nivel mental”


Manuel Sánchez Rubal acompañó a su hija a Urgencias a finales del pasado año y días después descubrió que era positivo en coronavirus. “Empecé a tener malestar y fiebre”, relata este coruñés que ingresó con neumonía el 3 de enero y que tuvo que pasar dos semanas hospitalizado, en las que asegura que lo peor no fue tanto afrontar la enfermedad como sobrellevar la situación a nivel psicológico. “Físicamente lo llevé bien, estuve bien atendido pero no lo lleve bien a nivel mental. Estas aislado, sin saber qué va a pasar, con mi compañero de habitación empeorando y mi hija, de 29 años, ingresada muy grave. Pensaba , yo con 61 años ‘me voy”, reconocía ayer tras el homenaje en el que representó a los más de 28.000 coruñeses que han tenido coronavirus desde el inicio de la pandemia. Pese a que no sufrió grandes complicaciones, su estado de salud empeoró a partir del séptimo día y reconoce que lo peor fue a nivel anímico. “Coincidí ingresado con mi hija, pude verla tres o cuatro veces y fueron momentos muy especiales”, recordaba ayer entre lágrimas, emocionado al volver la vista atrás aunque satisfecho porque ambos están ya recuperados. “Mi hija vive en Londres y ya está allí y trabajando”, indicaba. Muy crítico con quienes minimizan la gravedad del virus, asegura que “no tiene nada que ver lo que ves en el telediario con vivirlo allí” y no cesa en agradecer la enorme labor que realizan todos los profesionales del hospital. “Si pides un agua te la trae en un enfermero, pero después tienen que quitarse el EPI, cambiarse y así con cada uno que pida algo. Hay que ponerse también en su piel”, señalaba tras asegurar que creía que el homenaje tenía que ser también para los sanitarios.