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Descubrimiento paleontológico

Un estudio desmonta al T-Rex: era un depredador “sensible”

Paleontólogos japoneses reconstruyen la mandíbula de esta especie y concluyen que, a diferencia de otros dinosaurios, era capaz de distinguir entre las diferentes partes de sus presas

T-Rex.

Desde el descubrimiento del primer ejemplar reconocido, en 1902, el Tiranosaurio Rex ha aparecido en la literatura paleontológica y sobre todo en las películas como un depredador que no le hacía ascos a nada. Un gigantesco dinosaurio carnívoro con una boca sin apenas sensibilidad, cuyos hábitos alimentarios consistían en morder y engullir todo lo que estaba a su alcance, huesos incluidos. Un estudio publicado el pasado lunes, sin embargo, desmonta esta imagen. Y al mismo tiempo, hace que el T-Rex sea todavía más terrorífico. 

El trabajo, llevado a cabo por la Universidad de Fukui, en Japón, y difundido por la revista Historical Biology, concluye que tenía una mandíbula mucho más "compleja" que la de otros dinosaurios estudiados hasta la fecha, capaz de distinguir entre distintas partes de sus presas y masticarlas de forma diferente según a qué le hincara el diente. ¿Un depredador sofisticado, que engullía lo más sabroso y nutritivo, desechando lo que no le interesaba? ¿Una especie de gourmet de finales del periodo Cretácico? La investigación, realizada por Soichiro Kawabe y Soki Hattori, no llega tan lejos. 

“Decir que los tiranosaurios eran gourmets es bastante arriesgado –contesta Kawabe vía correo electrónico-. Gracias al sentido del tacto de sus hocicos, podían diferenciar entre distintos trozos de sus presas, eso sí”. 

Los investigadores, por tanto, concluyen que aunque es pronto para demostrarlo, es posible que fuesen criaturas caprichosas en sus hábitos alimentarios, siempre que tuvieran abundante comida a su alcance. “La dieta del Tiranosaurio quizá no fuese tan primitiva como se había pensado hasta ahora”, dice el investigador. No solo eso. También, continúa, podía llevar a cabo algo con lo que no suele asociarse a una criatura tan en principio ajena a la ternura como esta: transportar a las crías en su boca sin aplastarlas con sus dientes de hasta 30 centímetros de largo, dentro de un cuerpo que medía cerca de 12 metros de longitud, cuatro metros de altura hasta la cadera y llegar a pesar hasta 14 toneladas. 

El T-Rex, explica el trabajo, podía transportar a sus crías en la boca sin aplastarlas con sus dientes de 30 centímetros

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“La imagen popular del T-Rex los retrata como animales muy bastos y rudos, pero nuestro estudio concluye que también eran criaturas dotadas de sensibilidad. Se trata de uno de los depredadores más fuertes que han existido, pero no eran insensibles”, continúa Kawabe, que analizó el fósil muy bien conservado de un Tiranosaurio encontrado en Hell Creek, en el estado norteamericano de Montana, uno de las formaciones más aptas para el estudio del Cretácico Superior, periodo comprendido entre 80 y 65 millones de años atrás. 

Mediante la llamada tomografía axial computarizada, o TAC, los paleontólogos escrutaron y reconstruyeron la estructura de la mandíbula, por la que pasaban los nervios y vasos sanguíneos de la enorme bestia. “Por vez primera, pudimos mostrar cómo era el nervio trigémino en la mandíbula de un Tiranosaurio. Comparamos sus conductos con los de varios dinosaurios y vimos que el suyo era mucho más complejo”, señala Kawabe. 

Una disciplina en ascenso

La época dorada de la paleontología es la actual. Y ninguna criatura está siendo tan intensamente estudiada como el T-Rex, con mucho la especie más conocida de todas, cuya popularidad continúa en ascenso. El pasado octubre, por ejemplo, los 188 huesos y dientes de un Tiranosaurio fueron vendidos por Sotheby’s por más de 27 millones de euros, casi cuadriplicando la cifra más alta que había estimado la casa de subastas. 

El descubrimiento de fósiles de este dinosaurio, al mismo tiempo, se ha triplicado en las últimas tres décadas, debido en parte a la revolución tecnológica, catapultando esta disciplina, hasta hace poco tan modesta como dada al romanticismo en la ficción. Hace solo cuatro meses, en abril, se conocieron dos importantes descubrimientos: el T-Rex caminaba a 4,6 kilómetros por hora, una velocidad similar a la de los humanos, y al menos 20.000 (la estimación es muy conservadora) llegaron a poblar la Tierra al mismo tiempo. 

Pero Kawabe no quiere quedarse en el Tiranosaurio. “En el futuro, me gustaría estudiar las mandíbulas de otros grupos de dinosaurios no incluidos en este análisis”, concluye. 

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