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SpaceX

Elon Musk pierde un satélite en Asturias

El Starlink, puesto en órbita por la empresa del magnate sudafricano, se desintegra como una gran bola de fuego y se precipita al Cantábrico

Una vista del Starlink en órbita.

Una gran bola de fuego surcó el cielo asturiano el pasado domingo. Hacia la media noche su rastro se perdió definitivamente en el mar Cantábrico. El Instituto de Astrofísica de Andalucía había seguido su trayectoria desde el norte de Marruecos, a través de la Península, de Sur a Norte hasta Asturias, donde desapareció en el mar. Sara tuvo oportunidad de contemplar el objeto cuando ya se había dividido en varios fragmentos, entre las localidades de Bayo y La Tejera, cuando iba en coche de camino a Grado. Era poco más allá de las once de la noche y ella y la amiga que la acompañaba pararon al margen de la carretera a contemplar aquellas seis bolas de fuego, a las que Sara se refiere como “una de las cosas más bellas que he visto nunca”. Las veían muy cerca y parecía que iban a caer sobre Grado. Sobrecogidas, pensaron primero en un meteorito, hasta temieron que hubiera llegado el Apocalipsis y luego, cuando las luces se desvanecieron, contactando a través de las redes sociales con un grupo de expertos, descubrieron que se trataba de un satélite de comunicaciones, un Starlink de 260 kilos que la compañía SpaceX, fundada por el magnate sudafricano Elon Musk, y puesto en órbita el 24 de enero de 2020.

La bola de fuego fue grabada por los detectores de la Red de Bólidos y Meteoros del Suroeste de Europa (Red SWEMN), que opera en distintos observatorios españoles y que trabajan en el marco del Proyecto SMART, que coordina el Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC). Su investigador principal, José María Madiedo, informó el lunes de que el satélite entró en la atmósfera terrestre hacia las once de la noche y a una velocidad de unos 27.000 kilómetros por hora. El brusco rozamiento con la atmósfera a esa enorme velocidad hizo que se volviese incandescente y generó una bola de fuego, que se inició a una altitud de unos 100 kilómetros sobre un punto situado al norte de Marruecos, casi en la frontera con Argelia. Desde allí avanzó en dirección noroeste y a lo largo de su trayectoria fue fragmentándose, por lo que pudieron verse varias bolas de fuego avanzando en paralelo. Atravesó toda la Península y cruzó Asturias, para finalizar su trayectoria sobre el Cantábrico. Se supone que cualquier fragmento del satélite que hubiese resistido el brusco paso a través de la atmósfera terrestre habría caído al mar.

Javier de Cos, el director del Instituto Universitario de Ciencias y Tecnologías Espaciales de Asturias, se muestra tranquilizador sobre el riesgo que entraña la caída de basura espacial sobre la Tierra. “Miedo no deberíamos tener, es muy infrecuente y hay medidas para evitarlo”, asegura, aunque admite que “no es lo normal ni lo deseable”. Lo que suele suceder es que el objeto se desintegre al entrar en contacto con la atmósfera y lo más probable es que los fragmentos que queden se precipiten al mar o a una zona despoblada, que ocupan la mayor parte de la superficie del planeta.

De Cos reconoce que “la comunidad científica está preocupada” por la proliferación de satélites artificiales, por la basura espacial que se genera y porque hacen menos efectivos nuestros telescopios e interfieren en las observaciones astronómicas. “Cuando una empresa lanza todo un tren de satélites algunos, al llegar a su órbita, ya no están operativos”, explica, y por ahora, añade, las medidas para poner remedio a esa situación aún no se han concretado. No se trata solo de Elon Musk, hay infinidad de compañías aeronáuticas y de tecnologías de la información lanzado satélites sin atenerse a ninguna regulación, “de forma independiente y atendiendo a una carrera competitiva”, asegura.

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