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Emprendimiento

Un hombre de 93 años patenta un soporte para ayudar a los mayores a vestirse

José María Almira, quién hace tres décadas ideó el pincho para que las sombrillas no se volasen en la playa, registra este artículo para que personas con movilidad reducida se pongan ropa sin agacharse

José María y su nieta mostrando cómo se utiliza el artilugio para vestirse.

Un ilicitano de 93 años patenta un soporte para que los mayores con problemas de autonomía puedan vestirse sin necesidad de agacharse. José María Almira está detrás de este artículo de aluminio que permite que personas que necesitan usar pañal o tienen dificultades para colocarse la ropa interior puedan hacerlo sin ayuda de otras personas.

Este vecino tuvo la necesidad de ayudar a los demás con este artículo cuando sufrió en su entorno las dificultades que entraña la falta de movilidad. Su mujer sufrió una caída y se rompió la rótula y varias costillas por lo que durante dos meses se ocupó de cambiarla. De esa urgencia le vino a la mente la creación de un artilugio para que ella pudiera por sí sola.

Recientemente este vecino ha patentado el producto en la Oficina de Propiedad Intelectual de la Unión Europea (EUIPO) y tanto él como su familia, en especial una de sus nietas, que se muestra emocionada por este logro, están tratando de que pueda comercializarse.

Tal y como explica su inventor, este soporte que tiene unas varillas metálicas y sistema de velcros se puede utilizar con sólo una mano e incluso personas sin movilidad en los brazos podrían manejarlo con la boca. Al hilo, resalta que también ha incluido unas pinzas para que el usuario pueda colocarse el pantalón también.

José María Almira se considera una persona muy inquieta y con afán siempre de mejorar la calidad de vida de las personas. Ya en 1988, tras jubilarse, patentó el pincho de la sombrilla, un artilugio que revolucionó el mercado y que hoy por hoy se puede encontrar en grandes superficies comerciales.

Un inventor ilicitano de 93 años patenta un soporte para ayudar a los mayores a vestirse.

Recuerda que todo surgió cuando a "un amigo mío se le voló la sombrilla en Santa Pola y la punta le pasó rozando a una nena en la cara del viento que hacía. Vino asustado y me dijo que tenia que idear algo para que no se me volaran. Me tiré tres o cuatro días sin dormir pensando nada más hasta que lo saqué", narra a este diario con una gran cara de satisfacción.

Almira explica que durante 42 años ejerció como empleado de banca del entonces Banco de Bilbao, que tenía sede en el centro de Elche. Cuando acababa su faena se dedicaba a aprender la magia de la mecánica, una pasión que le vino siendo solo un niño cuando incluso hizo volar algunos juguetes, narra a Información entre risas.

De una forma autodidacta fue consiguiendo una impronta que hoy se ha convertido en el orgullo de la familia. En su tiempo libre acudía a un taller de unos amigos donde aprendió sobre las piezas para máquinas de rebajar.

En su afán fue diseñando algunos elementos que fueron también aplaudidos en el sector industrial como boquillas para doblar plástico. Siente que su vida ha sido muy intensa. Aunque admite que durante la guerra civil pasó hambre "para llenar un tren", ha podido beber las mieles del éxito a su manera humilde de ser y ha llegado a formar una gran familia con cinco hijos y once nietos.

Una de ellas es Claudia Romero, de 21 años, que siente admiración por su abuelo y quiere seguir sus pasos, por eso está trabajando en vías de comercialización de este nuevo artilugio. "No me puedo permitir no ayudarle sabiendo las vidas que va a facilitar. Tiene la mente de un genio".

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