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Entrevista

Natalia de Miguel: "Los ansiolíticos ofrecen una solución inmediata pero ficticia"

Ante el aumento de fármacos destinados a tratar los cuadros de ansiedad, la psicóloga advierte de que la única solución a largo plazo es aprender habilidades de gestión emocional

La psicóloga Natalia de Miguel en su consulta, Merakia. Álex Zea

Las secuelas de la pandemia continúan protagonizando el aumento de demanda de consultas de psicología. En consecuencia, de forma casi proporcional, se está incrementando el consumo de fármacos para hacer frente a los cuadros de ansiedad. Pero, ¿son estos una solución real? La psicóloga Natalia de Miguel nos da las claves.

¿La salud mental continúa siendo uno de los mayores daños colaterales de la pandemia?

En efecto. Principalmente está habiendo muchos problemas de ansiedad. Y es lógico. Durante un periodo bastante grande tiempo, hemos estado recibiendo muchas noticias a diario sobre la enfermedad y las muertes. Además, muchos de nosotros tuvimos que interrumpir nuestra actividad laboral, con todo el miedo que eso conlleva, como la pérdida del empleo o la vivienda. Todos estos factores son los que provocan ese estado de alarma, inseguridad y miedo, que son los causantes de los estados de ansiedad que ahora nos estamos encontrando a diario en la consulta.

De forma casi proporcional está aumentando el consumo de ansiolíticos, ¿qué opinión le merece?

Vivimos en la sociedad de la instantaneidad. Todo esto va más allá. Desde que llegamos a esta vida, nos vamos neurotizando y desconectando de nosotros mismos, esto es cuando yo no soy capaz de identificar mis necesidades y, por lo tanto, tampoco soy capaz de satisfacerlas, por lo que empiezan a aparecer desajustes emocionales y desequilibrios. Si a esto le añadimos que durante estos dos años hemos vivido situaciones excepcionales, todo ello está aumentando esa neurosis, que en muchos casos puede haber llegado a convertirse en situaciones patológicas. Lo que ocurre es que en la sociedad de la inmediatez en la que vivimos, en la que buscamos el bienestar y el placer a toda costa, no estamos preparados, porque no se nos educa, para sostener los malestares

Y es cuando se recurre a estos fármacos...

Claro. Ante todo esto, la respuesta más rápida a cualquier desajuste es un fármaco. Pero no nos podemos olvidar que ese fármaco, lo único que va a provocar es una situación, inmediata sí, pero falsa y ficticia. El bienestar no está siendo real, lo único que está pasando es que mi cerebro está siendo engañado, la bioquímica de mi cerebro está siendo alterada para que yo deje de sentirme mal. Y esa es la explicación para el aumento de consumo de estos fármacos.

Llegados a este punto, lo que se observa es una gran falta de concienciación y sensibilización sobre el uso de estos fármacos, ¿no?

Los hipnóticos son la tercera sustancia más consumida en España, después del alcohol y el tabaco. Son sustancias fuertes y no estamos concienciados. En consulta nos estamos encontrando con muchos pacientes que llegan con una medicación y ni aún así se están encontrando bien, necesitan que se aumenten los miligramos o se cambie por otro que haga más efecto, cuando realmente esa no es la solución. La solución es aprender nuevas habilidades para hacer una gestión emocional saludable y comprender e identificar qué factores están sosteniendo esa ansiedad, para poder modificarlos.

¿Haría falta, también, promover la terapia y acabar con su estigmatización?

La terapia es maravillosa pero es lenta. Un proceso psicoterapéutico, dependiendo de lo que tengamos que intervenir, necesita al menos seis meses. Y nos cuesta entender que los resultados son más a medio y largo plazo. Afortunadamente, el estigma social está cambiando y la ciudadanía es cada día más consciente de la importancia de ir a terapia como sostén y como aprendizaje de nuevas habilidades. Así como un entrenamiento en el afrontamiento de situaciones estresantes o emocionales desagradables. Cada vez están acudiendo más personas concienciadas de que es muy importante ponerse en manos de un especialista que le ayude en toda la parte comportamental, cognitiva y emocional.

Por tanto, cualquier persona puede beneficiarse de la terapia.

Exacto. En consulta se ven casos de personas con una vida totalmente estructurada, pero que de pronto empiezan a percibir que no terminan de estar bien, sus reacciones no son equilibradas, aparecen problemas de insomnio... En este sentido, nos quedaría avanzar hacia una psicología preventiva, que sería lo ideal. Desde pequeños se nos enseña a desconectar de nosotros mismos y de nuestras necesidades, de ahí que aparezcan las frustraciones y las neurosis. Sería importante que desde pequeños, en las escuelas, se enseñe educación emocional. Ese es el siguiente paso que nos queda por hacer.

Este último aspecto cobra más importancia a raíz de la pandemia, pues el de nos menores es uno de los colectivos a los que más ha perjudicado. ¿Cómo les ha afectado?

Los más afectados han sido los niños entre dos y tres años, que es cuando empiezan la socialización. El confinamiento para ellos fue realmente brutal, durante mucho tiempo se les impidió relacionarse. Mientras los mayores salíamos a trabajar, al supermercado o a pasear al perro, ellos estuvieron tres meses encerrados, y muchos de ellos no tenían ni terraza. Ellos han sido la población más castigada. Además, no solo ha sido el encierro. Después, en el colegio también han tenido dificultades para jugar y relacionarse. Ahora, en terapia, tenemos que trabajar las habilidades sociales que ellos no han podido desarrollar durante estos últimos años. Por ello trabajamos ayudándoles a entrenar todas estas habilidades, que no se han podido entrenar tiempo atrás, y también enseñando gestión emocional.

En este sentido, ¿está la psicología pública preparada para hacer frente a este aumento de necesidades de la población?

La psicología pública es muy deficitaria en este país. Estamos todos poniendo el énfasis en ella porque ahora mismo está colapsada. A la salud mental no se le está prestando la suficiente atención a nivel público.

No todo el mundo puede permitirse un psicólogo privado y es muy frustrante no tener acceso a terapia. La medicación no es suficiente y la sanidad pública no tiene ahora mismo estructura para sostener tratamiento, a medio y largo plazo, de tantas personas como lo están requiriendo. Nos encontramos ante una situación realmente grave.

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