Subidas de precio, empaquetado neutro y ampliación de los espacios libres de humo son algunas de las medidas que se encuentran sobre la mesa para intentar lograr reducir las tasas de tabaquismo en España. Cómo abordar este hábito, que está detrás de miles de diagnósticos de enfermedades, se puso este viernes sobre la mesa durante el I Foro Nacional Estilo de Vida y Salud que se celebra en Murcia y en cuya primera mesa estuvo el doctor Josep María Ramón Torrell, responsable de la Unidad de Tabaquismo del Hospital Bellvitge (Barcelona).

Durante su intervención abordó los riesgos del tabaquismo y se preguntó dónde estamos en 2022. ¿Detrás de cuántas enfermedades puede estar el consumo de tabaco?

El tabaco es el principal factor de riesgo del cáncer de garganta, del cáncer de cuerdas, el de pulmón y el vesicular... pero también está detrás de casos de bronquitis, de enfermedades cardiovasculares. El tabaco afecta principalmente al aparato circulatorio, al aparato respiratorio y está relacionado con multitud de cánceres.

¿Por qué no se han logrado frenar sus consecuencias quince años después de la entrada en vigor de la primera Ley Antitabaco? ¿Sigue faltando información?

Hay suficiente información. Todos sabemos lo perjudicial que puede llegar a ser el tabaco, pero a los adolescentes les gusta el riesgo y están sometidos a una gran presión de grupo. Por ello, hasta que no les hace daño no se plantean el dejarlo. Llevamos varios años estancados en cifras del 22 al 25% de consumo global y aunque lo estamos haciendo bien, no bajamos de ahí. Estamos estancados. Por ello deberíamos ampliar las medidas que hay en la actualidad, viendo que se siguen incorporando nuevos jóvenes y eso es lo más preocupante.

Se dieron pasos con mensajes e imágenes muy duras en la cajetillas. ¿Es necesario ir un paso más allá?

Hay que dar información sobre el riesgo que comporta, pero el fumador es un adicto y aunque sabe que le hace daño, no puede dejar de consumir de un día para otro.

Con la Ley Antitabaco de 2011 se logró sacar el humo de los espacios de uso colectivo. ¿Ha quedado obsoleta? ¿Cree que hay que darle una vuelta?

La primera Ley Antitabaco fue de 2005 y se introdujeron cambios en 2010, unos cambios que comenzaron a aplicarse en 2011. Esta ley nos ayudó mucho a regular dónde se podía consumir tabaco; por primera vez el no fumador se convirtió en prioritario frente al que fumaba. Pero hay que dar más pasos porque estamos estancados.

¿Hacia qué dirección daría esos pasos?

Hay que trabajar en educación en las escuelas, pero también complicar el acceso al tabaco, que no esté al alcance de todos, y para tratar a los fumadores hay que entender que son enfermos. Se pueden usar productos que aunque tengan nicotina no llevan el resto de sustancias que son las que causan las enfermedades.

¿Es partidario del uso de cigarrillos electrónicos o tabaco calentado?

Hoy en día existen tecnologías que permiten administrar nicotina por vías más seguras que el tabaco convencional, como son estas. La nicotina engancha, pero no mata. El riesgo está en el resto de sustancias que la acompañan. Por ello, estas opciones ofrecen una ventaja porque reducen el riesgo, aunque en medicina el riesgo cero no exista.

¿Ayuda el vapeo a dejar de fumar?

El vapeo o cigarrillo electrónico produce humo, como el que se puede usar en conciertos o en el teatro. Se trata de un humo muy poco tóxico, aunque lo más seguro es no vapear.

Un cambio que se plantea es prohibir fumar en vehículos particulares. ¿Puede ser una forma de proteger a los niños del tabaco?

En este caso aún no se sabe hasta dónde puede legislar el Gobierno en un espacio privado. Pero igual de importantes son otras medidas como lograr terrazas sin humo y aumentar el precio del tabaco para evitar el acceso de los más jóvenes.

Dirige usted la Unidad de Tabaquismo del Bellvitge, ¿qué perfil de pacientes pasan por ella?

En la unidad estamos coordinados con médicos de familia y otros especialistas, que nos derivan a fumadores con un consumo elevado o con riesgo. Hacemos tratamientos individuales durante un año, con seguimientos cada vez más espaciados. Las tasas de éxito están en torno al 60%.

¿Qué ocurre con el otro 40%? ¿Por qué es tan difícil dejarlo?

Dejar el tabaco es difícil porque es una adicción. Por ello usamos medicamentos para que el paciente no tenga ‘mono’ y otras técnicas. El cigarrillo electrónico es la última opción, cuando hay un caso de reflejo mano-boca, en el que el usuario necesita tener algo sujeto. Y aunque funciona, lo usamos sólo con el 5-6% de los casos.