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20 años del Prestige

No fue el “Prestige” el que puso verde a Galicia

Expertos destacan su impacto inmediato, pero discuten su relevancia a sus efectos a largo plazo sobre la conciencia ambiental y social

Manifestación organizada por “Nunca máis” en Santiago un año después de la tragedia del petrolero. XOÁN ÁLVAREZ

¿Corre el Prestige el riesgo de convertirse en un suceso anecdótico de la historia contemporánea de Galicia? Que el petrolero se hundiese con estrépito en el mar frente a las costas de la comunidad, ¿tuvo repercusiones a largo plazo? ¿Dejó alguna cicatriz en la sociedad? ¿Impulsó una Galicia más verde, una mayor conciencia ambiental? La respuesta sería “depende”. De quién responda. Pero, en general, sociólogos coinciden en el diagnóstico: la tragedia y el activismo ambiental que despertó fueron flor de un día.

“Pasou o día, pasou a romaría”, sentencia un refrán gallego, y así percibirían el suceso, a largo plazo, expertos como el profesor de la Universidade de Vigo José Durán o el sociólogo y ensayista Manuel Pérez Rúa, quien convoca a Lampedusa, que todo cambie para que nada cambie, al valorar el fenómeno. Carlos Ferrás, profesor de Sociología en la Universidade de Santiago también acentúa los peros.

Las imágenes de la catástrofe del 'Prestige'. FDV

El Prestige, explica Ferrás, supuso una “oportunidad” para “promover culturalmente a Galicia y a los gallegos en relación al valor de su naturaleza” y un modelo de desarrollo como “baluarte del cuidado y calidad medioambiental”, pero, matiza, los incendios, la “proliferación” del eucalipto, la “sobreexplotación” de los recursos marinos, la especulación urbanística, el abandono de miles de aldeas, el envejecimiento demográfico o los “grandes déficits” en ordenación del territorio “van en a dirección contraria”.

Fue una oportunidad para promover culturalmente a Galicia y a los gallegos en relación al valor de su naturaleza

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Ferrás concede que el trágico suceso “derivó en la toma de conciencia del valor medioambiental de las rías y de sus recursos naturales”. Sin embargo, y pese a avances reconocidos en gestión de residuos, ordenación de recursos o protección natural, señala que “no fue suficiente”. “Hoy se percibe un olvido a nivel político, muy significativo entre las nuevas generaciones que no lo vivieron” y “una sociedad como la nuestra sin memoria es una sociedad sin futuro”, afirma.

“Hoy se percibe un olvido a nivel político, muy significativo entre las nuevas generaciones que no lo vivieron”

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Por la “vinculación con el medio natural” de los gallegos y “la movilización social más grande de la historia” de la comunidad a la que llevó la tragedia, cree que aquello “pudo ser el comienzo de un proyecto político” basado en “un modelo de desarrollo ecológico”. Pudo. Aun así, insta a tener presente el Prestige en “la memoria histórica de Galicia para evitar su olvido, concebir una nueva oportunidad de desarrollo sostenible e impulsar los valores medioambientales”.

Una cuestión de memoria

En la memoria también incide José Durán, quien deja caer qué ocurriría con la Navidad si la gente dejase de celebrarla. Sucedería, avisa, lo que con el Prestige, que ahora, dice, no va más allá de un “recuerdo vago”. “No quedó nada porque no hubo interés en conmemorar nada. Todo aquello que no se conmemora, que no se celebra periódicamente y se pone en común más allá de intereses ideológicos acaba desapareciendo”, explica. “Lo que no se recuerda”, insiste, “desaparece de la memoria colectiva”.

“Lo que no se recuerda”, insiste, “desaparece de la memoria colectiva”

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“Para recordar ese episodio o cualquier drama social hay que volver a representarlo. Y no veo que cada año, cada dos, se haga algún tipo de conmemoración que, al margen de ideologías políticas, ponga en común todo el mundo lo que supuso eso para que nunca más se repita. Y cuando eso no se hace así, la gente olvida. Se recuerda más o menos lejanamente. Hay una conciencia vaga, no se traslada a la siguiente generación”, detalla. “Si la cosa se quedó en “Nunca máis” y en efecto nunca más se volvió a hacer nada más es un poco la cuestión”, proclama.

“Si la cosa se quedó en “Nunca máis” y en efecto nunca más se volvió a hacer nada más es un poco la cuestión”

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En aquel momento sí hubo, admite, “un despertar de una conciencia social, pero también estuvo muy mediatizado políticamente”. De hecho, la movilización fue “increíble”, concede, y se pregunta si eso no hizo suponer “de forma errónea” que aquello iba a tener consecuencias. “Nunca más”, añade, fue flor de un día. Y añade que aunque Galicia sí ganó en todo este tiempo una mayor conciencia ecológica es porque la sociedad gallega está en Occidente, donde ese fenómeno, esa “sensibilización”, va a más.

Polycommander, Urquiola, Andros Patria, Mar Egeo... Manuel Pérez Rúa recuerda que el que un petrolero, o un buque con carga peligrosa –como el “Casón”– tuviese un accidente frente a la costa gallega no era “tan inusual”. Por qué, sin embargo, el Prestige suscitó esa gran movilización es, a su juicio, la cuestión. El medio ambiente, explica, es un recurso “cómodo y flexible” para todo tipo de políticas; en ese momento fue utilizado “convenientemente” y existía un caldo de cultivo. El medio ambiente, la naturaleza, había pasado al “imaginario colectivo” tras la dictadura como un concepto “cultural y romántico”, cuando generaciones previas “no admiraban el mar por la belleza, sino que era un trabajo”. Ese cambio coincide con generaciones del baby boom socializadas en EGB y BUP, en dibujos animados y documentales de La 2. “Eso confluye y ayuda a movilizar”, indica, y aparte los medios de masas vivían su “época más extraordinaria”.

Pero, ¿qué quedó de todo aquello? Pérez Rúa cita, sobre todo, dos consecuencias “materiales”. Una de ellas, indica, es el puerto exterior de A Coruña, sobre el que, apunta, habría que preguntarse desde el punto de vista medioambiental y de sostenibilidad, y la segunda, el Plan Galicia, después sustituido por la promesa del AVE. De lo otro, poco. La movilización, sostiene, “no tuvo ningún efecto político” en las municipales y, en lo que respecta a la concienciación medioambiental, si la hay, alega, “es porque el mundo fue cambiando y Galicia también fue insertándose” en ese cambio, además de las consignas impuestas por Europa, incide, “pero no porque el Prestige fuese un antes y un después”.

Emociones “volátiles” y efectos políticos a juego

Manuel Fraga apuntaba en sus memorias al Prestige como principal culpable de que una “mayoría justa” le arrebatase el Gobierno de la Xunta en 2005. No obstante, el gobierno del Bipartito no sobrevivió para contar una segunda legislatura y el PP vuelve a ser en la actualidad la fuerza mayoritaria en Galicia. El impulso de aquel cambio fue efímero y tuvo sobre todo relevancia en el seno del PP a efectos internos.

Para el politólogo y economisa Miguel Anxo Bastos, la “erosión” de entonces al PP no solo se debió al petrolero, que sí “inició las movilizaciones”, sino que se sumó a la “coyuntura política española”, donde el PP, explica, sucumbió a la guerra de Irak y el atentado del 11-M. La prueba, a su juicio, es que en las municipales inmediatamente posteriores al suceso “al PP no le fue tan mal”. De hecho, comenta cómo avanzó en A Costa da Morte, una de las áreas más afectadas. Además, incluso dicha “erosión fue relativa”, porque en el tránsito de los comicios autonómicos el PP “solo”, enfatiza, perdió un diputado. “No es una erosión tan brutal; además, cuando pierde Fraga, está el zapaterismo en alza”, añade. Sin embargo, destaca que la tragedia “sí tuvo consecuencias en la política del PPdeG”, al ser José Cuiña, “el delfín” de Fraga, apartado de su cargo. Su desaparición de la ecuación conllevó la “aparición de Feijóo y empezó a visualizarse la posibilidad de sucesión”, explica. “En política las tragedias se olvidan pronto, ¿quién se acuerda ya de la pandemia?”, concluye el también profesor de la Universidade de Santiago.

"¿Qué ocurriría si la tragedia sucesiese hoy en día? A su juicio, tendría “otro recorrido” porque algunas de las declaraciones “equivocadas” de entonces “seguramente serían carne de meme e incluso habría alguna recogida de firmas en change.org”

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De otra manera, pero en la misma línea, lo explica el experto en Comunicación política y profesor universitario Pablo Vázquez Sande. “La decisión de voto tiene una fuerte carga emocional y, en muchas ocasiones, las emociones son altamente volátiles y cambiantes entre un momento y otro”, explica. De ahí que cuando los gallegos acudieron a las urnas en 2005, el Prestige, sostiene, era una “realidad más inmediata en el tiempo” que en 2009, cuando el PP recuperó la Xunta. “Para ese final de la primera década del siglo XXI”, detalla, “la campaña activada por el PPdeG trabajaba las emociones de la indignación centradas en las acusaciones del despilfarro y del doble coste que supone un gobierno bipartito”, del mismo modo, añade, que tanto PSdeG como BNG “intentaron reflotar la cuestión del Prestige en la campaña de 2012”. Además, indica, existe un factor contextual “diferencial” entre entonces y ahora que invita a considerar, que es la “inexistencia” en aquel 2022 de las redes sociales y de las plataformas de mensajería instantánea, “grandes catalizadores del malestar que se puede generar en la sociedad”. ¿Qué ocurriría si la tragedia sucesiese hoy en día? A su juicio, tendría “otro recorrido” porque algunas de las declaraciones “equivocadas” que se escucharon entonces “seguramente serían carne de meme e incluso habría alguna recogida de firmas en plataformas como change.org”. “Estos dos ejemplos, sumados al comportamiento más activo, y activista, en redes sociales, seguramente ayudarían a la pervivencia durante más tiempo enel acervo popular gallego”, sostiene.

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