Las cuatro belugas del Oceanogràfic ya nadan juntas en el ‘Ártico’ valenciano

Miranda y Plombir, los ejemplares llegados el pasado verano desde el acuario de Járkov en Ucrania, conviven en el mismo tanque que las ‘valencianas’ Yulka y Kylu, tras siete meses de adaptación

Begoña Jorques

Begoña Jorques

Yulka, Kylu, Miranda y Plombir, las cuatro belugas del Oceanogràfic, ya nadan juntas en la zona ártica del acuario de València. La historia de esta «familia feliz», como este martes calificaron al grupo sus cuidadores y responsables, se remonta al pasado mes de junio cuando Miranda y Plombir fueron ‘rescatadas’ del acuario de Járkov (Ucrania) con destino al Oceanogràfic. Este martes, por fin, se pudo ver a los cuatro ejemplares de beluga nadar juntas en el tanque después de siete meses de trabajo con Miranda y Plombir de adaptación al nuevo medio y compañeros.

Según explicó Daniel García Párraga, director de operaciones zoológicas y director científico de la Fundación Oceanogràfic, las belugas ucranianas llegaron a València «temerosas y desconfiadas», pero «con el trabajo y el cariño que les han dado los equipos de cuidadores, los veterinarios y demás equipo, hemos conseguido ya que los cuatro vivan juntos, que conformen una gran familia, que es muy positivo tanto para los nuevos recién llegados como las belugas valencianas, que aumentan su grupo de amigos».

Un largo viaje desde la guerra a València

Miranda y Plombir llegaron a València después de un largo viaje, como ya contó Levante-EMV, primero por carretera y luego en avión adaptado. Una vez aterrizados en el Oceanogràfic, explica García Párraga, el encuentro de los cuatro animales ha sido «muy gradual, respetando sus tiempos». Inicialmente, los llegados de Ucrania «estaban aislados en una piscina independiente. Tenían que pasar aquí los chequeos sanitarios en profundidad que no pudimos hacer en Ucrania porque no podíamos entrar en la zona de guerra. Cuando verificamos que los animales estaban clínicamente sanos, o que no iban a poder transmitir ninguna enfermedad a los animales que teníamos aquí, se iban viendo a través de las compuertas, se iban oyendo. Estos animales son muy acústicos, la comunicación es muy importante entre ellos. Íbamos viendo que entre ellos mostraban más o menos afinidad. Hasta que gradualmente abrimos una puerta. Al principio no querían cruzar las puertas. En Ucrania solamente tenían una piscina. Los animales ucranianos no estaban acostumbrados a salir de su piscina y aquí tenemos cuatro», señala el experto. 

«Tenían -continúa- que aprender a cruzar esas puertas. Al principio les costaba, pero poco a poco fueron ganando confianza. La hembra [Miranda] fue la primera que cruzó la primera puerta. Kylu, el ‘jovencito’ que nació aquí en València, ha sido como el nexo que ha facilitado la integración de los cuatro. Él es el más sociable, es el ‘niño’, digamos. Se relaciona muy bien con todos», explica García Párraga. 

Además, el director de operaciones zoológicas del Oceanogràfic asegura que Yulka, «la mamá, es la más mayor, a la que le está costando un poquito más socializar con las dos belugas ucranianas. Y Kylu entró con el macho ucraniano, que no había forma de que abandonase su piscina. No le queríamos obligar hasta que finalmente salió y ya se unieron las cuatro».

Distintos idiomas

Uno de los aspectos más curiosos que explicó el experto sobre este grupo de belugas, único en Europa, es la forma que tienen de comunicarse. Los ejemplares ucranianos vivían rodeados de delfines por lo que Miranda y Plombir empleaban un sistema de sonidos más parecidos a los de los delfines que a los que se les supone a las belugas. Poco a poco, sobre todo el macho, ha ido recuperando esos sonidos que le son naturales. Mientras, las belugas valencianas, sobre todo Kylu, ha «aprendido» esos sonidos de delfines que ha escuchado a Plombir durante estos siete meses. «La comunicación en belugas es un trabajo que estudiamos desde los comienzos del Oceanogràfic porque las belugas en su medio natural, el Ártico, están sometidas a mucha contaminación acústica por el tráfico marítimo. Hay mucho interés en saber si ese ruido está alterando la comunicación entre ellas y que algunos cachorros la pierdan».

Animales nobles e inteligentes

Andrea Ortolá Mondéjar es una de las cuidadoras de estos cetáceos, una de las personas que está cada día con ellos. Recuerda que Miranda, «que es la más pequeñita del grupo en cuanto a tamaño, llegó muy miedosa, muy cautelosa. Observaba todo su ambiente, controlando mucho. Era el animal al que más le costaba venir hacia nosotros. En cuestión de tres meses ha dado un cambio radical y ahora resulta ser que es mucho más valiente y mucho más fuerte», explica. Según Ortolá «nos lo están poniendo muy fácil porque son animales muy nobles, súper inteligentes y que se están adaptando muy rápido», concluye.

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