PROFESIÓN DE RIESGO
El riesgo de informar frente a la censura y la violencia: "Los crímenes de periodistas salen muy baratos"
En 2024 más de 145 periodistas han sido asesinados solo en Gaza, mientras que cientos han sido detenidos de forma arbitraria, encarcelados o forzados al exilio
La seguridad digital se ha convertido en una prioridad, desde herramientas como VPNs, mensajería cifrada hasta sistemas de almacenamiento encriptado

Manifestación por la muerte de periodistas en Oriente Próximo. / Europa Press
Lucía M. Algobia
El periodismo en zonas de conflicto se ha convertido en una de las profesiones más peligrosas del mundo. Informar desde territorios en guerra expone a los reporteros a ataques armados, amenazas directas, censura, espionaje y detención arbitraria. Según el último informe de Reporteros Sin Fronteras (RSF), en 2024 más de 145 periodistas han sido asesinados solo en Gaza, mientras que cientos han sido detenidos de forma arbitraria, encarcelados o forzados al exilio.
El derecho a la información es una de las bases fundamentales de la democracia, y la protección de los periodistas es clave para garantizar que la sociedad tenga acceso a noticias veraces y contextualizadas. Sin embargo, la falta de medidas internacionales efectivas para castigar los crímenes contra la prensa sigue siendo un problema crítico.

Balance de periodistas asesinados, encarcelados, secuestrados y desaparecidos en 2024 según datos de RSF / / RSF
Entre la censura y la represión
El trabajo de los periodistas en zonas de conflicto no solo se enfrenta a los peligros inherentes del terreno, sino también a una creciente represión por parte de actores armados y gobiernos autoritarios. Más allá de Gaza, otros conflictos deján escenarios hostiles, dónde el corresponsal se convierte en una víctima más. En el contexto reciente de la Guerra de Ucrania, Evgeny Feldman, un fotoperiodista ruso, ha documentado parte del escenario bélico bajo constante amenaza de su país. "En Ucrania, cada día es una lucha por mantener el acceso a la información. El peligro no solo proviene de los bombardeos, sino de los intentos de silenciar a la prensa," explicó Feldman en una entrevista con The New York Times en 2023.
Silencios que en la parte más extrema acaban en asesinatos, cómo el de Shireen Abu Akleh. Esta periodista de Al Jazeera se encontraba cubriendo un ataque israelí en Cisjordania en mayo de 2022, cuando fue abatida. Un hecho que resalta la grave amenaza que enfrentan los periodistas en Palestina, quienes, a pesar de llevar chalecos de identificación, siguen siendo víctimas de violencia. El caso de Abu Akleh ha sido ampliamente documentado por organizaciones como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, quienes exigen justicia por su muerte. En una entrevista para el diario francés 'Le Monde' ese mismo año, otra periodista de la misma cadena, May Al-Khayat declaró que: "La violencia no solo nos afecta físicamente, también nos pone en riesgo como seres humanos. Lo que está en juego es la verdad, y por eso seguimos adelante".
Controlar la narrativa
Los métodos de censura y persecución varían dependiendo de la región y el actor responsable. Algunos gobiernos imponen restricciones de movimiento a los periodistas, otros bloquean el acceso a internet, mientras que en muchos casos, la violencia física y el asesinato son la respuesta para callar a los reporteros.
Según los recientes registros, al menos tres periodistas españoles han sido asesinados en el ejercicio de su profesión en las últimas décadas. Además de David Beriain y Roberto Fraile, asesinados en Burkina Faso en 2021, cabe recordar al periodista Julio Fuentes, asesinado en 2001 en Afganistán mientras cubría el conflicto para el diario El Mundo. Poco después, Alfonso Armada, periodista y expresidente de RSF en España, expresó en declaraciones a TeleMadrid desde la Faculta de Ciencias de la Información de la UCM, su consternación por el asesinato de los periodistas españoles destacando la preocupante exención en estos los sucesos y afirmó que "los crímenes de periodistas salen muy baratos. En muchos países hay absoluta impunidad para matar periodistas".
Otros nombres como el de Antonio Pampliega, secuestrado en Siria en 2015, se suman a la larga lista de nombres perseguidos. Pampliega estuvo alrededor de 300 días secuestrado por una filial de Al Qaeda hasta su liberación en mayo del 2016.
Volviendo a Gaza, las autoridades israelíes han restringido el acceso de periodistas internacionales a la región, y los periodistas locales se enfrentan a continuos ataques tanto de las fuerzas israelíes como de grupos armados palestinos. Desde distintas organizaciones con RSF, se ha documentado casos de medios de comunicación atacados durante los enfrentamientos.
A raíz del asesinato del periodista Jamal Khashoggi en 2018 dentro del consulado saudí en Estambul, Riyadh Al-Bayati, otro reportero y compañero, declaró en 'The Guardian' que lo que sucedió "fue un mensaje claro: nadie está a salvo si se enfrenta al poder", señalando un ejemplo de las tácticas extremas utilizadas por algunos regímenes para silenciar a los periodistas.
Estrategias de resistencia y seguridad
Los periodistas han desarrollado estrategias para protegerse y continuar informando. En el terreno, la seguridad física es fundamental. Los reporteros de guerra utilizan chalecos antibalas, cascos y dispositivos de rastreo para minimizar riesgos. Organizaciones como Reporteros Sin Fronteras (RSF) y el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ) ofrecen formación en primeros auxilios y protocolos de seguridad para profesionales que trabajan en zonas de conflicto.
La seguridad digital se ha convertido en una prioridad. Para evitar el espionaje, los periodistas han recurrido a herramientas como VPNs, mensajería cifrada (Signal, ProtonMail) y sistemas de almacenamiento encriptado. La inteligencia artificial también se ha convertido en un aliado para detectar campañas de desinformación y alertar sobre amenazas en redes sociales, aunque su papel es dual, ya que dependen de quienes las utilicen. Meduza, el medio fundado por exiliados rusos, opera desde Letonia para esquivar la censura de Moscú, mientras que Myanmar Now, en Birmania, sigue informando desde ubicaciones secretas tras el golpe militar de 2021.
En este contexto, iniciativas como las de Amnistía Internacional, entre otras, han empezado a documentar violaciones a la libertad de prensa, mientras que la Federación Internacional de Periodistas (FIP) proporciona seguros de vida y asistencia legal. El Centro Dart para el Periodismo y el Trauma ha desarrollado programas de apoyo psicológico para reporteros que han sido víctimas de violencia extrema. En paralelo, universidades y centros de investigación han diseñado manuales de seguridad para periodistas de guerra, abordando desde la planificación de coberturas hasta protocolos de evacuación.
En países como México y Colombia, donde el crimen organizado representa un gran peligro para la prensa, periodistas han recurrido a estrategias como la colaboración en redes de seguridad y la publicación de investigaciones en consorcios internacionales para disuadir represalias. Forbidden Stories permite que las investigaciones de periodistas asesinados o amenazados sean retomadas y publicadas globalmente para evitar su silenciamiento.
El periodismo en zonas de guerra no solo está bajo asedio físico, sino también digital y legal. Los ataques a la prensa no son solo una agresión contra los reporteros, sino contra el derecho de la sociedad a estar informada.
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