Análisis

El estoicismo prospera en tiempos de postureo

La corriente filosófica gana adeptos en periodos de crisis e incertidumbre

El estoicismo prospera en tiempos de postureo.

El estoicismo prospera en tiempos de postureo. / Adae Santana

Verónica Pavés

Santa Cruz de Tenerife

Cuando el mundo aboga por correr más pero sin rumbo, recibir recomensas inmediatas a costa de un constante vacío existencial y consumir más de lo que necesita, un grupo de población cada vez más amplio empieza a buscar métodos para reparar su quebrada salud mental, huir de la ansiedad que provoca la incierta deriva social y reducir su dependencia del mundo material. En esta ruptura con la imposición social ha revivido, como en cada crisis histórica, el estoicismo. Una filosofía que surge como un modo de afrontar la incertidumbre de la vida y cuyos preceptos edulcorados en formato de autoayuda venden cientos de libros y generan miles de reproducciones en videos cortos de influencers que, sin embargo, olvidan ahondar en el sentido real de este pensamiento.

Para entender los preceptos de esta filosofía hay que remontarse a la Atenas del siglo III, donde el que se convertiría en el fundador de este pensamiento, Zenon de Citio, empezó a implantar la idea de que el ser humano debía vivir en armonía con el orden natural del universo, ser reflexivo, racional y sereno para aceptar su destino sin dejarse llevar por las emociones negativas. El estoicismo surge a la par con el epicureísmo, el cinismo y el escepticismo. De hecho, Zenon "era un discípulo del cinismo", pero decidió desarrollar su propia filosofía defendiendo una idea contraria: la virtud del ser se lograba a través del pensamiento y no de las cosas.

Sus mandamientos para dar sentido a la vida sencillos de entender, accesibles y fácilmente aplicables pronto dominaron la sociedad romana, que regaba estas ideas en todos los estamentos sociales. Ejemplo de su transversalidad es que logró calar entre eruditos, como Séneca; personas de origen humilde, como el exesclavo y maestro Epicteto, e incluso entre los más ricos y acaudalados, como el emperador romano Marco Aurelio.

Este último fue el que tuvo más éxito a la hora de extender las ideas del estoicismo, llegando a convertir sus Meditaciones en un bestseller de la época. "En sus Meditaciones plantea vivir adaptándonos a la naturaleza de la que formamos parte, y asumir los propósitos del universo, así como la idea de que el yo lleve las riendas de su propia vida", explica Carlos Marzán, filósofo de la Universidad de La Laguna (ULL), que admite que "Marco Aurelio podía permitirse ser un estoico, pero que lo fuese un esclavo era difícil de digerir". 

Estas ideas calaron entre la población de aquel entonces –que también optaba por otras filosofías de la escuela helenística– tras la aguda crisis política en la que se vio sumido el mundo clásico. Grecia vivía en un punto de inflexión tras la muerte de Alejandro Magno. Las ciudades-Estado desaparecían progresivamente y de entre sus cenizas resurgían grandes reinos que aunque eran más poderosos, también estaban alejados de la población y sus problemas mundanos. "Los humanos se sienten un tanto desarraigados y crece la idea del individualismo y, al mismo tiempo, la idea de que forman parte de un todo más amplio, una especie de sentimiento de parentesco entre ellos", afirma Marzán.

Este contexto convulso generó que muchos buscaran en el humanismo y en la racionalización una forma para afrontar las circunstancias que le habían tocado vivir y el estoicismo estuvo ahí para servirles. Es posible que su popularidad arraigara de mano de una de sus ideas principales, ya que promulgaba "que hay un orden el Universo, que es el destino, causante de todo cuanto sucede", explica Marzán. Así, ser libre consistía en "ser racional, aceptar nuestro sino, por duro que sea, y dominar nuestras pasiones", como destaca Marzán. Algunos autores, como Epicteto resumía esa concepción del mundo en la siguiente frase: "No es lo que te sucede, sino cómo reaccionas a ello lo que importa".

Con la caída del Imperio Romano y la cristianización de la población, el estoicismo perdió adeptos, pero sus atractivos y aún vigentes preceptos reviven con cada nueva crisis. Ya ocurrió durante el Renacimiento –en especial en los siglos XVI y XVII– y hoy regresa como respuesta a la grave crisis económica y de valores en la que está sumida una sociedad que se enfrenta a amenazas que parecen inabarcables, como el auge del negacionismo, la expansión de las ideas extremistas, el cambio climático o la preservación del estado de derecho. 

La diferencia es que el estoicismo regresa hoy aupado por videos cortos en redes sociales, llamativos títulos de libros que prometen una fórmula sencilla de encontrar la felicidad y en las consultas de psicólogos que han visto efectos positivos en la aplicación de estos preceptos. "La filosofía se interpreta continuamente a sí misma", recalca Marzán. 

Tres décadas de revival

El revival de la filosofía estoica comenzó hace tres décadas. Su auge, especialmente en Estados Unidos, coincide con la publicación del libro A New Stoicism (Un nuevo estoicismo, 1997), en el que el filósofo americano Lawrence Becker, revivía la tradición estoica basándose en que la virtud es suficiente para la felicidad. Sin embargo, la idea neoestoicista surge en el mundo ya a finales del Renacimiento, tal y como explica Marzán. "Tomás Moro insiste en que debemos vivir conforme a la naturaleza, pero el estoicismo también se encuentra en la idea de derecho natural que está en filósofos del Derecho como Bodin o en autores como Descartes que nos propone el control de nuestras pasiones", asegura Marzán. 

Esa semilla que germinó a principios de este siglo se ha ido transformando hasta llegar a su punto álgido. "Lo que vemos ahora son los efectos de un proceso que comenzó hace unos años", asegura Miguel Mandujano, filósofo de la Universidad de La Laguna, que ve un claro paralelismo entre los elementos sociales que llevaron al estoicismo a ganar relevancia entre los romanos y los que lo han ensalzado en la época actual. 

La pandemia es uno de esos puntos clave. La irrupción del virus en el planeta mostró las costuras de una sociedad que aún se lamía las heridas abiertas de las crisis anteriores que afectó a toda una generación. Cinco años después, sumidos en una patente precariedad laboral y familiar, con una falta evidente de acceso a la vivienda y altas tasas de problemas de salud mental, los millenials se han convertido en una generación de "sufridores" que buscan en el estoicismo una fórmula de afrontar los problemas que les rodean. "Necesitan orientaciones que le puedan ser útiles para no disparatarse ante lo que pueda ocurrir", sentencia José León García Rodríguez, profesor en Geografía Humana de la Universidad de La Laguna (ULL). 

"Bajo estas ideas admiten necesitar cierta tolerancia a la frustración, por eso esta filosofía ha ganado mucho punch en los últimos años", relata Mandujano que, sin embargo, cree que esta moda tiene un fin. "Creo que ha tocado techo", destaca el filósofo. "La Generación Z no conecta con esta filosofía porque es menos tolerante, lo que busca es el bienestar sin necesidad de sufrir para llegar ello", insiste, aunque admite que es "solo una hipótesis". 

Para el sociólogo García Rodríguez, el estoicismo "es una buena postura ante un mundo que ha centrado la satisfacción en el consumo exacerbado". No en vano, ideas humanistas como la de recuperar los vínculos perdidos con la naturaleza, dejar que el destino guíe tus actos o evitar la frustración por lo que no se puede controlar, son consejos aplicables –y hasta un punto necesarios– para poder vivir en paz en un mundo cada vez más tecnológico, hipercontectado y en constante cambio. "Su auge forma parte de la ridiculez propia del ser humano, pues con tanta tecnología ha olvidado su propia humanidad. El estoicismo es una llamada de auxilio para salir del pozo", destaca Roberto García Sánchez, profesor de psicología en la Universidad Europea de Canarias. 

"La defensa de la libertad interior y esa serenidad propuesta por los estoicos va como anillo al dedo a nuestro mundo en el que, cada vez, sentimos más impotencia para cambiarlo y nos refugiamos en nuestro yo, en la búsqueda de la felicidad individual asumiendo nuestro destino, como decían los estoicos", sentencia Marzán. 

En el auge del neoestoicismo, y en general el de todas las filosofías –tanto helénicas como orientales–, también está detrás la crisis de la religión. "La secularización de la población está relacionado, aunque no creo que sea el motivo principal", insiste Mandujano. No en vano, cuando los valores asociados a la religión quedan huérfanos, "es habitual buscar alternativas". 

La moda inunda las librerías

Ya no queda estantería en las librerías de toda la vida donde no aparezcan títulos –categorizados a veces como autoayuda y otras como filosofía– que prometen dar las claves de Cómo ser estoico (Massimo Pigliucci, 2018) o introducir a sus lectores en El arte de vivir como un estoico (David Fideler, 2022) desde un punto de vista académico y, en ocasiones, tendente a la divulgación. Sin embargo, del aumento de acólitos al estoicismo han surgido otro tipo de lecturas que han transformado el estoicismo en un mantra imperturbable. 

En esta búsqueda de una fórmula magistral para hallar la felicidad se encuentran lecturas que recuerdan tiempos mejores– Piensa como un emperador romano (Donald Robertson, 2024)–, que sugieren aplicar estas ideas en el plano empresarial – El obstáculo es el camino: el arte atemporal de convertir las pruebas en triunfo, de Ryan Holiday (2014)– o, incluso, ofrecen antídotos para afrontar el posible malestar durante la crianza –Claves para una maternidad estoica (Lorena García, 2024)–. 

"Muchas personas leen esos libros y los leen como libros de autoayuda", sentencia Marzán. Así, frente a otras décadas en las que se leía a Marx, a Marcuse, a Nietzsche o a Freud, que tenían en común el espíritu crítico y el cuestionamiento de nuestro mundo, "parece que ahora todo depende de los individuos: si uno está en paro, algo habrá hecho mal, si en el trabajo te explotan, asúmelo con serenidad, con filosofía", resume Marzán. 

Por esta razón, los filósofos insisten en la mayor: la filosofía de vida que corre como la pólvora por redes sociales poco tiene que ver con aquellas ideas que promulgaban los antiguos griegos. "Ya no se trata tanto de buscar la serenidad o la apatía, sino que ahonda en superar las pasiones que no conducen a nada: como la envidia, la ira, el egoísmo, los celos", recalca Marzán. "Aunque la fuente de la que bebe este nuevo movimiento es la misma que fraguó el estoicismo clásico, hay diferencias entre estas corrientes", añade Mandujano. 

Quizás una de las diferencias más importantes entre ambos está en su aplicación. Y es que quienes adoptan este neoestoicismo son más proclives a desarrollar tan solo alguno de los aspectos que promulga antes de considerarlo como un todo. En otras palabras, escogen aquellas doctrinas que más le interesan o se adaptan a su realidad y descartan el resto. Esto convierte a la aplicación de la corriente filosófica en el mundo actual en una receta "que repiten influencers o empresarios" y que más que "una doctrina basada en la reflexión parece postureo que le hurta su valor intrínseco", asegura Mandujano. 

Psicología estoica

Quizás por esta necesidad de romper con lo establecido, y más allá del auge de este neoestoicismo edulcorado, esta filosofía también ha calado –y con buena aceptación– en la consultas de psicología. "Albert Ellis, padre de la terapia cognitivo-conductual, se basó en las ideas de Epicteto", explica García Sánchez pues, como recuerda, las ideas de este antiguo esclavo partían de la base de que "controlando el pensamiento también podríamos controlar la emoción". 

Albert Ellis creó el método ABC de reestructuración cognitiva. "Consiste, a través del diálogo socrático, en debatir y cuestionar los propios pensamientos tratando de modificarlos por unos más lógicos, racionales y adaptativos", recuerda García Sánchez, que insiste: "la finalidad es atacar las creencias irracionales". Este tipo de terapia cuenta con un respaldo científico detrás, y su eficacia ha quedado evidenciada en cualquier trastorno psicológico, como la ansiedad o el Trastorno Obsesivo Compulsivo. 

En este sentido, García Sanchez rompe una lanza por las terapias psicológicas cuya eficacia, como recuerda, dependen de la relación terapéutica y las características del propio terapeuta. "Los fármacos no curan, las drogas no curan y el consumismo desenfrenado no cura. Cura el trabajo que hacemos nosotros con nosotros mismos, con los demás y con nuestro entorno", sentencia. Y , por ello, insiste en que "en algún momento habrá que romper este círculo y aplicar este tipo de prácticas en nuestro día a día, que obviamente implican un hermanamiento con uno mismo y profundizar en nuestro propio yo".

Suscríbete para seguir leyendo

Tracking Pixel Contents