PROBLEMAS

La angustia de las madres en busca de vivienda: "Si un sueldo no basta y encima no quieren niños... ¿dónde vivo con mi hija?"

La búsqueda de piso es especialmente difícil para mamás divorciadas y familias monomarentales . Muchas se plantean vivir juntas, en un intento de hacer equipo ante los elevados precios, pero, aparte de que es una fórmula difícil de encajar por las distintas necesidades de cada núcleo, se encuentran con el veto a los niños de algunos propietarios

Nerea Royo, madre de una niña de 7 años, busca una sitio para vivir para ambas a un precio asequible

Nerea Royo, madre de una niña de 7 años, busca una sitio para vivir para ambas a un precio asequible / / B. Ramon

Mar Ferragut Rámiz

Palma

Desde hace dos semanas, el móvil de Nerea Royo no para de recibir mensajes de desconocidas: le han escrito más de veinte madres en idéntica situación a la suya, en la angustia de no encontrar un sitio para vivir. Contactan con ella por el mensaje de SOS que colgó en un grupo de Facebook (‘Alquiler sin inmobiliarias en Mallorca’) buscando a otra mamá para “hacer equipo” y alquilar algo juntas: “Me urge muchísimo, ya no sé qué más hacer”. 

Su hija, Sheila, de 7 años, nunca ha tenido una habitación propia. Desde que nació la pequeña, su madre lucha por darle un hogar. Lleva siete años rebotando de un sitio a otro, siempre compartiendo (con su padre, con su madre, con su hermano, con una conocida de la familia), a veces teniendo que dormir en el sofá con su hija durante meses en un estudio mínimo... Ahora tiene alquilada una habitación, pero necesita encontrar con urgencia otro sitio.

Pese a tener contrato fijo como camarera, de hacer todos los ‘extra’ que puede (por ejemplo limpiando casas) y de ser una maestra en el arte de la supervivencia y el ahorro, los inasumibles precios y el veto de muchos propietarios a los menores la están llevando al límite de sus fuerzas: "Con un solo sueldo [en su caso, de 1.100 euros] es imposible, los pisos están entre 1.500 y 1.800 y por una habitación te piden desde 700 hasta casi 1.000", indica, "y luego está que a los niños no los quieren, te dicen ‘animales y niños no’ porque tienen miedo a que les dejemos de pagar, pero es absurdo, una mamá no quiere eso para su hijo, quiere estabilidad".  

En su búsqueda de piso, Nerea Royo ha acudido a los servicios sociales del ayuntamiento de Palma, donde le han indicado que solo pueden ayudarla con la entrada si logra encontrar un sitio y firmar un contrato. También le han dicho que hay lista de espera para los centros de acogida para familias. Una madre de las que contactó con Nerea en Facebook está en uno de estos centros con sus dos hijas, pero ya con fecha de salida el próximo mes. Explica a este diario que no sabe qué hacer: "Esto desespera"

Nerea tiene más que asumido que de momento es imposible esa «casita» propia con la que sueñan ella su hija, pero es que tampoco encuentra opciones ni compartiendo vivienda. Estuvo hablando de irse a vivir con un padre divorciado y sus dos hijos (un hombre que, tras un año de separación, seguía viviendo en el hogar familiar por no haber encontrado aún una vivienda.), pero al final él logró una solución. También habló con otras mamas para irse juntas, pero, razona, es complicado cuadrar las necesidades de cada familia: "Y no voy a meterme con mi hija en cualquier lado".

Una de las madres que le escribió fue Daniela Sahr. Su situación es muy delicada al haberse quedado sin trabajo esta semana (estaba de gobernanta en un hotel), medio mes antes del plazo que le han dado para dejar la habitación en la que vive con su hija menor de dos años.  

En Daniela interseccionan dos problemas sociales en los que Baleares es triste líder y que además se retroalimentan, como denunciaba esta misma semana la Xarxa per a la Inclusió Social (EAPN): la violencia de género (Daniela tiene presentada una denuncia) y el elevadísimo coste de la vivienda.  

Cuando se separó de su pareja, ella se quedó en el piso que compartían, aunque, como estaba a su nombre el contrato, asegura que él trató de echarla y cuando llegó el momento no le renovaron. 

Tanto Nerea como Daniela indican que la pensión que reciben de los padres de sus hijas son insuficientes y están descontextualizadas ante el desbocado coste de la vida (reciben 150 y 250 euros respectivamente). Ambas se han planteado irse de la isla: "Igual tendré que hacerlo, no voy a estar en la calle con mi hija", se resigna Daniela. 

Marta Zaforteza ya ha decidido que se va. Lleva cuatro años, desde que nació Olivia, buscando un lugar adecuado para vivir, cerca de la naturaleza y sin tener que gastarse el 80% de su sueldo en ello. En este tiempo ha vivido de diferentes formas, ha convivido en una casa en el campo con otras madres solteras (una experiencia de ‘mommune’), ha compartido casa con otra familia y ha ido pasando de un alquiler temporal a otro. 

Ahora Marta y otras tres familias ya han decidido que se marcharán a Galicia a finales de mayo. Irán de primeras en autocaravana para explorar y después decidir dónde se asientan e invierten en una compra. “Hay muchas aldeas casi vacías”, explica, “nos vamos varias familias juntas y así tenemos desde el principio una red de apoyo, es importantísimo con los niños.”

Para esta mallorquina, de familia muy conocida, aceptar esta marcha ha sido duro. Hace 20 años que se fue de España para viajar, estudiar, trabajar... Cuando tuvo a Olivia, volvió para que su hija pudiese disfrutar de la isla como lo había hecho ella de pequeña. Tras cuatro años de búsqueda ha aceptado que es imposible: “No puedo nadar a contracorriente, y eso que somos de aquí, tenemos contactos… Siempre podremos volver, pero nuestra base no va a ser aquí”.

"No vengáis, es imposible"

Marta teletrabaja para una empresa de Inteligencia Artificial y va contando su vida como madre soltera en Instagram. A raíz de su experiencia en la comunidad de familias monomarentales de 2023, le siguen escribiendo muchas mamás que se acaban de instalar aquí o tienen pensado hacerlo. “Buscan y no encuentran, muchas vinieron y se han tenido que ir, habiéndose gastado los ahorros en alquileres temporales”, narra, “me llegan muchos mensajes y yo ya les digo: ‘No vengáis, es imposible”.

Desde la Asociación de Familias Monoparentales de Baleares (FAOMIB) confirman que la vivienda es una de las preocupaciones recurrentes del grupo. El año pasado la secretaria de la entidad, Francesca Masillo, se vio sin casa «en el peor momento»:al poco de dar dar a luz (vivía en el piso de una amiga que por una urgencia justo lo necesitó en ese momento); cuando preparaba su reincorporación al trabajo y cuando empezaba la temporada turística. Hizo maletas y se fue a casa de sus padres, en su Roma natal. 

Estuvo hablando con otras mamás para compartir. Con la madre de una chica de 13 años hizo muchas videollamadas para ver si congeniaban. Parecía "bastante viable", pero al final es difícil hacer cuadrar las condiciones y necesidades de cada familia, razona. 

Se sabe afortunada de tener la opción de teletrabajar, de contar con sus padres y aprovechar para ahorrar y así poder volver. Francesca lleva 20 años viviendo en Mallorca y es una buena inquilina (con buenas referencias, contactos y un contrato fijo en una empresa internacional muy conocida), pero aun así, por lo que ha visto y las historias que le han contado, siente “horror” ante la posibilidad de verse “discriminada por ser una mujer sola con un niño a cargo". Defiende que no solo las autoridades tienen que hacer algo ante esta situación, también es necesaria una conciencia social.   

Al cansancio propio de la maternidad y el trabajo, ellas suman el agotamiento de la angustia y la incertidumbre. Nerea está exhausta, pero decidida a pelear lo que haga falta (es madre, no le queda otra): "Va a haber una manifestación por la vivienda pronto [el 5 de abril] y ahí voy a estar, espero que con más mamás: alguien tienen que hacer algo ya o esto va a acabar explotando". 

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