Entrevista
Mónica de la Peña, neumóloga: "Cada vez dormimos menos y peor, ya no seguimos nuestros ritmos biológicos"
Los trastornos del sueño, como las apneas o el insomnio, afectan a cada vez más población. La doctora Mónica de la Peña, del Hospital Son Espases, en Mallorca, remarca que no descansar bien tiene consecuencias

Mónica de la Peña, neumóloga del Hospital Son Espases de Mallorca. / ALBERTO DEL SALVADOR/HUSE
Irene R. Aguado
-¿Los trastornos del sueño aumentan cada vez más?
-Sí, claramente. Y lo preocupante no es solo que cada vez haya más casos, sino que también se están colapsando las consultas. La demanda ha aumentado mucho en los últimos años.
-¿Cuáles son los más frecuentes?
-Los más comunes son el insomnio, el ronquido y la apnea del sueño. Pero también hay otros menos conocidos, como la narcolepsia o el síndrome de piernas inquietas, que aunque son menos prevalentes, pueden ser igual de incapacitantes.
-¿Por qué están aumentando estas patologías?
-Por un lado, porque se diagnostican más. Antes no se le daba tanta importancia al hecho de no dormir bien. Pero ahora sabemos que el sueño es un pilar clave de la salud, y se empieza a valorar como tal. Por otro lado, el ritmo de vida actual tampoco ayuda: pantallas, horarios desajustados, estrés… La sociedad moderna roba tiempo al sueño constantemente.
-¿Dormimos peor que antes?
-Sí, sin duda. Dormimos menos y peor. Hemos dejado de seguir nuestros ritmos biológicos. La luz artificial, el uso excesivo del móvil o el televisor antes de dormir y los hábitos de vida hacen que el cuerpo reciba señales contradictorias. Queremos dormir, pero nuestro cerebro está estimulado como si fuera de día.
-¿Qué incidencia tienen estas patologías?
-Si hablamos de trastornos crónicos del sueño, afectan aproximadamente al 40% de la población. Y si incluimos los problemas agudos, como el insomnio por estrés, el porcentaje puede llegar hasta el 90% en algún momento puntual de la vida.
-¿Qué síntomas deben hacer saltar las alarmas?
-La somnolencia durante el día es uno de los más importantes. También el agotamiento persistente, despertarse varias veces por la noche, quedarse dormido en momentos inapropiados, o que la persona que duerme contigo te diga que roncas o dejas de respirar. Muchas veces es la pareja la que detecta el problema.
-¿Qué consecuencias tiene no tratar un trastorno del sueño?
-Muchísimas. No descansar bien puede afectar al rendimiento laboral o académico, a la concentración, al estado de ánimo… También puede tener consecuencias médicas serias: algunos trastornos están relacionados con enfermedades cardiovasculares, hipertensión, ictus, e incluso con problemas psiquiátricos como la depresión. Y no olvidemos el riesgo de accidentes, por ejemplo, al volante.
-¿Cuáles son los tratamientos más habituales?
-Depende mucho del caso. En general, siempre recomendamos medidas de higiene del sueño: horarios regulares, evitar pantallas, cenas ligeras, ejercicio en las horas adecuadas… Y después hay tratamientos específicos. Para la apnea del sueño, por ejemplo, lo más común es la CPAP, un dispositivo que mantiene abierta la vía aérea durante la noche. Para otros trastornos pueden ser necesarios fármacos o incluso suplementos, pero siempre personalizados.
-¿Hay grupos más vulnerables?
-Sí, aunque varía según el trastorno. Las personas con obesidad tienen más riesgo de sufrir apnea o roncar. En los adolescentes vemos muchos casos de retraso de fase: se acuestan tarde y tienen problemas para madrugar, influenciados tanto por cambios hormonales como por hábitos sociales. También vemos muchos casos en mujeres en edad menopáusica, donde los cambios hormonales afectan al sueño.
-¿Cómo valora el nuevo proyecto de Atención Primaria para diagnosticar apneas del sueño?
-Es muy positivo. He participado desde el principio y creo que es un paso fundamental. Si el médico de familia tiene acceso a los dispositivos para hacer el estudio en casa, se ahorra tiempo, se agiliza el diagnóstico y se filtran mejor los casos antes de llegar al hospital. Eso libera las unidades del sueño para centrarse en pacientes más complejos, y permite que los casos leves se controlen desde Primaria. El resultado es que se diagnostica más y se diagnostica mejor. Además, acercar este tipo de pruebas al entorno habitual del paciente mejora su experiencia, reduce barreras y facilita el seguimiento.
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