Grandes ciudades
Deberes y pantallas apartan a niños y adolescentes de los parques y jardines: solo un 11% los pisa a diario
Un informe universitario muestra que el contacto de los estudiantes con la naturaleza varía en función de la clase social

Un menor consulta su teléfono mientras pasa por un parque, esta semana en Barcelona. / Zowy Voeten
Olga Pereda
Casi el 72% de los niños y niñas de entre 10 y 16 años que viven en grandes ciudades tienen un parque o un espacio verde a menos de seis minutos de su casa. Pasar tiempo entre árboles, césped, praderas o jardines conlleva importantes beneficios para la salud mental y física y el desarrollo cognitivo, pero la gran paradoja es que los chavales apenas pisan los espacios verdes urbanos a pesar de tenerlos tan cerca. No lo hacen porque están en casa ocupados en otras cosas. Básicamente, haciendo deberes (66%), usando pantallas (54%) y viendo películas y series (66%). Otros esquivan la naturaleza urbana porque practican deporte (40%) o realizan alguna actividad extraescolar (40%). Solo el 11% de los chavales y chavalas pisan a diario un entorno natural.
“Algo está fallando en la infancia. El viaje a Eurodisney es un clásico imprescindible, pero los adolescentes no van al parque que tienen al lado de su casa. Y eso a pesar de que hacerlo impacta directamente en el bienestar físico y psicológico gracias al juego libre, las caminatas, la socialización, el fomento las habilidades sociales y el contacto con un espacio menos contaminado y ruidoso”, explica el catedrático Marco Garrido-Cumbrera, investigador de la Universidad de Sevilla y autor principal de ‘Desigualdades entre los adolescentes en el acceso y exposición a los espacios verdes urbanos de España’, estudio impulsado por el Observatorio Social de Fundación la Caixa.
Factor socioeconómico
El informe –que cuenta con la participación de 1.610 menores que viven en Barcelona, Madrid, Bilbao, Sevilla, València y Zaragoza y sus áreas metropolitanas– deja claro que el acceso a la naturaleza también va por clases. Los adolescentes de perfil socioeconómico bajo acuden a los parques urbanos menos todavía que los que pertenecen a hogares acomodados económicamente.
"Nos enfrentamos a un problema social. Tenemos a los niños amargados metidos en casa, haciendo deberes toda la tarde. Y cuando los terminan, cogen la tableta"
Especialista en salud mental y coordinador del grupo de investigación Health & Territory Research (HTR) de la Universidad de Sevilla, Garrido-Cumbrera deja claro que las conclusiones del estudio deben ser un toque de atención a toda la sociedad, desde los gobernantes hasta las familias y los centros educativos. “Nos enfrentamos a un problema social. Tenemos a los niños amargados metidos en casa, haciendo deberes toda la tarde. Y cuando los terminan, cogen la tableta”, critica. “No hay que demonizar las pantallas sino convivir con ellas, pero es básico que todas las administraciones regulen el uso de dispositivos digitales. Es algo que, al menos, ya se está haciendo en las aulas”, concluye el catedrático.
No todo es limitar por decreto las pantallas, ya sea en el cole o en casa. El investigador pide a los centros educativos que recuperen las excursiones a los espacios naturales y que no carguen las agendas de los menores con excesivos deberes. Mientras, a las familias les demanda que echen el freno con las extraescolares y la presión para que sus hijos estudien muchas horas y saquen buenas notas. “Estamos privando a los niños de su infancia. No les estamos ofreciendo una vida plena”, sentencia el catedrático.
“Confundimos tener buenos resultados escolares con un buen futuro laboral. Vivimos en una sociedad altamente competitiva y sufrimos tiempos inciertos, con el desembarco de la inteligencia artificial y la competencia feroz de China y Japón, países donde cada año los jóvenes parecen que están más preparados profesionalmente. Todo lo vemos como una amenaza y por eso presionamos a nuestros hijos e hijas con su vida escolar. Les inundamos de extraescolares, les mandamos a estudiar al extranjero, les pedimos una nota muy alta en la selectividad y que estudien carreras con alta empleabilidad como Medicina o Ingeniería”, analiza Garrido-Cumbrera, que destaca que esta presión de los progenitores se da, sobre todo, en las clases medias.
Las clases altas también trasladan la presión a sus hijos e hijas, pero con más diversificación. “En esos hogares, también se realizan muchas excursiones familiares a entornos naturales y museos. Se viaja más y se practica más deporte”, puntualiza el investigador de la Universidad de Sevilla.
Sedentarismo
La responsabilidad, en todo caso, no siempre es de las familias. “Cuando llegas de trabajar a las ocho de la tarde, estás agotado y lo único que te apetece es tirarte en el sofá. Como mucho, sacas fuerzas para recoger la casa y organizar la cena y la comida del día siguiente. No podemos conciliar la vida laboral con la familiar, así que nos quedamos sin tiempo para llevar a nuestros hijos a dar un paseo por el parque”, advierte.
De hecho, el 17% de las niñas entre 5 y 14 años (11% en el caso de los niños) pasan su tiempo de ocio de manera “casi totalmente sedentaria”, según advierte la estadística del Ministerio de Sanidad. Un informe de la Gasol Foundation añade, durante el fin de semana, los chavales y chavalas de entre 8 y 16 años se pasan casi cinco horas pegados al iPad, el móvil o cualquier otro dispositivo digital.
Amigos y pelota
Ir al parque tampoco sirve de gran cosa si se hace sin despegar los ojos del móvil, recuerda el investigador. El informe subraya que los menores que acuden a espacios verdes lo hacen, básicamente, para pasar tiempo con amigos (58%), pasear o correr (52%), y jugar con la pelota (44%).
El 11% de los niños encuestados acuden a un parque a diario, el 18% lo hace entre tres y cinco días a la semana, el 37% entre uno y dos días a la semana y el 26%, entre uno y dos días al mes. Un 6% no lo hace nunca. En este último apartado, hay excepciones dado que casi el 10% de los menores con perfil socioeconómico bajo no visita ningún espacio verde a la semana, un porcentaje que se reduce al 7% entre los de clase media y apenas un 3% de los de clase alta. El estudio también revela que los que viven en barrios con problemas de inseguridad, suciedad o tráfico visitan menos los entornos naturales urbanos que los que viven en zonas más acomodadas.
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