Nuria Tendeiro Parrilla, Valencia

«¿Cuántas mujeres puede tener un hombre polígamo en África » pregunta una alumna del Centro Profesional Madre Sacramento de Torrent al responsable del taller sobre actualidad africana en la Casa de África de Aldaia, el senegalés Faty Dembel. A lo que éste responde: «Cuatro como máximo. Es muy complicado el mantenimiento económico y emocional de las esposas. Siempre hay preferidas y entre ellas pueden surgir fricciones. Además, no todas las mujeres aceptan a maridos polígamos, ni todos los maridos se casan con más de una mujer. Conozco bien el tema, mi padre tiene varias esposas» .

Este joven emprendedor senegalés, que llegó a Valencia hace 15 años y regentó durante muchos l$27Ateneu de Russafa , está casado con una aldaiera, Gloria Taberner, y tiene dos hijos. El último, una bebé de pocos meses. Desde 2004, en que fue inaugurado el centro en la calle de la Iglesia del municipio de l$27Horta, Faty Dembel se ha mantenido en el empeño de enseñar a los niños y jóvenes cómo es el África subsahariana actual, sin pelos en la lengua, incidiendo en sus aspectos más interculturales, los económicos que la sumen en la pobreza a pesar de sus riquezas, también en los antropológicos relativos a la sexualidad y a sus mujeres, como la poligamia, la ablación o las bodas concertadas, en la cultura oral milenaria y la más reciente escrita, el valor de los mayores, las emigración, la deuda externa... un sinfin de temática variada sobre esa asignatura pendiente que es África, la gran ignorada. «En África habitan más de 3000 grupos étnicos distintos, y acercarnos a esa riqueza humana a vista de pájaro a través de un centro multidisciplinar como es la Casa de África y que los jóvenes que acudan al centro aprendan pasándolo bien es nuestro objetivo» , apunta Faty Dembel, al tiempo que recibe a un grupo de 40 alumnos del Centro Profesional Madre Sacramento de Torrent.

Les da la bienvenida y les explica en qué va a consistir la actividad extraescolar que ha preparado para ellos, más bien ellas, mayoritariamente alumnas. El segundo paso, dividirlas en tres grupos que rotarán por los diferentes talleres programados: danza, percusión, pintura en tela y actualidad africanas. Junto a él, dos jóvenes profesores. Yanis, responsable del taller de baile, un joven angoleño que lleva 8 meses en Valencia; y Zibra el maestro de percussión de origen ghanés que también imparte la clase de introducción a la pintura en tela. Un programa completo que les permitirá a estas estudiantes de Torrent asomarse al continente vecino en apenas dos ó tres horas.

Las jóvenes se emocionan. Es la primera vez que se inician en el baile y los sonidos tribales africanos, los que proporcionan maravillosas voces y percusiones de un mundo desconocido. Y se oyen murmullos, cuchicheos, risas. Superada la primera barrera de lo extraño, Yanis las hace estirar sosegadamente en sus primeros ejercicios, marcando el ritmo: «¡1, 2 y 3!, suave...». Y las alumnas comienzan a perder la vergüenza del principiante. Vencido el sentido al ridículo que nos producen en ocasiones las aritmias de nuestro cuerpo, las jóvenes empiezan a disfrutar, y el profesor angoleño continúa incesante su cortoneo expresivo.

Un par de plantas más abajo, Zibra, el profesor ghanés de percusiones se encierra en una sala mediana con otra docena de estudiantes para iniciarles en los sonidos del djembé que las jóvenes empiezan a aporrear con regular soltura. Abro la puerta y me asalta una música ensordecedora que Zibra intenta reconducir: «¡Pum, pum pum, pum, pum pum, pum, pum pum!». Los dedos comienzan a soltarse a medida que el toque se afirma.

Un piso más arriba se escucha la docena de djembés como una batucada brasileña más o menos controlada. Mientras, Faty explica que antiguamente este instrumento musical se hacía con piel de antílope y se tallaba de forma artesanal.

Pero al responsable de la Casa de África también le interesa que sus alumnos por un día conozcan las causas por las que decenas de cayucos, que los senegaleses traducen como «piragua» , salen diariamente de la costa occidental del continente con la meta puesta en Europa. «El 70 por ciento del presupuesto de Senegal se destina a pagar la Deuda Externa. Una deuda que los países africanos contrajeron con las ex colonias al concerder éstas préstamos a un interés variable que venimos pagando en las últimas décadas con materias primas. Por cada euro que pedimos en los años 80 hemos devuelto 8 y continuamos debiendo 4 más» afirma. «Pero el problema es que el precio de nuestros productos no los marcamos los países productores, sino el Fondo Monetario Internacional que impide la venta libre de nuestras materias y no podemos competir con la procucción agrícola europea, porque fijan precios a la baja que no corresponden con la realidad de la producción ya que está subvencionada...» . Los jóvenes atienden expectantes y en silencio las explicaciones del respensable del centro.