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Entrevista

Xavier Casero: "Haríamos como ellos; si tiran una bomba, yo cojo y me voy donde sea"

El pediatra asegura que las personas salvadas en el mar «se muestran muy agradecidas» y arrastran traumas que pasan «desapercibidos» y «no se curan con una pastilla»

Xavier Casero: "Haríamos como ellos; si tiran una bomba, yo cojo y me voy donde sea"

El Mediterráneo «se ha convertido en una gran fosa común» y en Médicos Sin Fronteras (MSF) se han visto obligados „por primera vez en sus casi 50 años„ a trabajar en alta mar. En los últimos tres años, más de 10.000 personas han fallecido ahogadas. Durante ocho meses de 2015, MSF rescató a 20.000 inmigrantes que intentaban llegar a Europa en pequeñas embarcaciones. Xavier Casero (Valencia, 1972) es pediatra y colabora desde 2002 con esta ONG. Suele tratar la desnutrición en África, pero hace unas semanas volvió de rescatar migrantes a bordo del Dignity I.

MSF recoge a personas en el mar, ¿y luego dónde acaban?

Las transportamos a Sicilia y acaban con las autoridades italianas, que las llevan a un centro. Con la ley actual, en unos tres días suelen estar repatriadas a sus países. Pero les salvamos la vida en el mar, que ya es bastante. Les devolvemos la dignidad durante unas horas o unos días... te quedas con lo bueno: que esa persona ha vuelto a sonreír.

¿Cuál es el momento más crítico en un rescate?

Hay muchos. Quizás el momento de subir es uno de ellos. Muchas veces no saben si somos policía, si somos militares... por eso antes del rescate, Salah, nuestro mediador, se acerca con un bote y les explica qué vamos a hacer. Cuando lo entienden, les rescatamos. Es un momento muy delicado, porque se ponen nerviosos y pueden caer al agua... En el barco a veces se pelean, pero normalmente son travesías tranquilas y sin problemas. La gente está muy agradecida y siempre se despiden diciendo thank you o merci beaucoup.

¿Qué sería de estas personas si no las rescatara MSF en el mar?

Se ahogaría el doble de gente. Cuando dices «ahogado» piensas «bueno, se ha muerto en el agua», pero es muy fuerte. Si alguien que sabe nadar tiene miedo, imagina a padres e hijos, mujeres embarazadas... que no saben. Es horroroso y estamos hablando de miles de personas que fallecen así.

Como cuenta, hay mujeres, niños y hombres de muy avanzada edad que se juegan la vida.

Sí, están muy desesperados, si no, ¿cómo subes a esa barca? ¡Son de juguete y se enfrentan a olas de metro y medio sin saber nadar y sin chaleco salvavidas! Te cuentan historias muy duras. Tardan un año, o más, en llegar al mar.

¿Desde el punto de vista médico, que es lo que más se ve en el Dignity I?

No hay muchos casos agudos, pero sobre todo son enfermedades crónicas que llevan tiempo sin control. Una tuberculosis sin tratamiento, hipertensión, diabetes, alguna malaria o paludismo... También muchos traumatismos, heridas y cortes sin curar, algún parto a bordo o madres con recién nacidos. Y mucho trauma psicológico que pasa desapercibido: violaciones, torturas, maltrato... eso no se cura con una pastilla.

Tras la alegría del rescate, ¿piensa en lo que les espera?

Cada vez que trabajo con MSF tengo muchísimas recompensas, pero reconozco que a medida que me hago mayor me disgusta más este mundo y tengo muchas frustraciones. Cuando vamos a Níger a curar, sabemos que el año que viene vamos a tener que volver porque seguirá igual. Eso frustra. Hay muchos compañeros que no pueden continuar trabajando o lo hacen de otra manera, porque es muy duro.

¿Qué siente cuando vive esas situaciones, vuelve aquí y ve las preocupaciones de la gente, a veces banales?

Como pediatra, al principio lo pasaba muy mal. He visto niños muy desnutridos y después aquí te dicen «mi niño no me come» cuando están obesos... Es duro. Con ayuda psicológica aprendí a desconectar, a trabajar y disfrutar cuando estoy aquí y preocuparme cuando estoy allí. Llegué a pasar 10 meses al año en África. Hay que desconectar, si no, te vuelves loco, no puedes.

Se dice que quienes se dedican a esto están hechos de «otra pasta», ¿usted cree?

Alguna vez me han dicho «sois los héroes de la sociedad» y yo no lo creo. Somos humanos, como el resto, y nos emocionamos. Las heroínas son las mujeres africanas, las que huyen y las que se quedan, las que trabajan, cuidan la tierra, van a por agua, cocinan, miran por sus hijos...

¿Quién es responsable de la situación de los desplazados?

Naciones Unidas no está haciendo bastante para acabar con las guerras en Siria, Afganistán, Yemen, Somalia, Eritrea... Hay países que forman parte de un bando. Lo que se ve en el mar Mediterráneo es que la mayoría no sufren por ser pobres „algunos tienen más estudios que yo„, huyen de las guerras. Es normal: si tiran una bomba, ¿tú que haces? Haríamos como ellos. Yo cojo y me voy donde sea.

¿Qué papel o responsabilidad tiene la ciudadanía?

Los ciudadanos de a pie, yo creo que poco, pero sí podemos presionar a nuestros gobiernos para acoger a más refugiados. España ha acogido a un número miserable, y es un deber internacional que no estamos cumpliendo. Los acuerdos, como el de Turquía, generan nuevas rutas.

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