Levante-EMV/Efe, Valencia/Viena

Cuando uno ve las imágenes de Josef Fritzl en bañador pasando sus vacaciones en Tailandia puede que le recuerden una antigua filmación de Adolf Hitler, otro "monstruo" austriaco, vestido de domingo y apuntando tímidamente unos pasos de baile en su refugio del "nido del águila". Hasta los creadores del horror que parece no caber en la mente humana tienen momentos en que no dejan de ser personas corrientes con ganas de divertirse, capaces de esbozar una sonrisa mientras mantienen encerrada en un sótano a una hija de la que abusan u ordenan la muerte de millones de judios en una cámara de gas.

Fritzl consiguió mantener esta doble vida sin que sus vecinos o su mujer sospechasen que él era uno de esos monstruos. Y lo hizo hasta que el pasado 19 de abril su hija-nieta Kerstin fue llevada al hospital de Amstetten aquejada de una extraña enfermedad y su madre Elisabeth dejó una nota en su bolsillo dirigida a los médicos y diciéndoles que, ante cualquier problema, avisasen a su padre.

El 21 de abril, ante lo extraño de la nota y de la actitud de Josef Fritzl, uno de los médicos avisó a la policía austriaca que empezó a buscar a la madres supuestamente desaparecida.

El día 26, Fritzl dejó salir a Elisabeth y a sus tres hijos encerrados en el sótano y fue con ella al hospital para visitar a Kerstin. Ese mismo día -y, al parecer, tras recibir una llamada anónima alertándoles sobre el caso- la policía detenía al "monstruo de Amstetten" al considerarlo sospechoso de abusos sexuales y secuestro. Al día siguiente, Elisabeth y sus hijos recibían asistencia sanitaria.

El 28 de abril Josef Fritzl confesó que encerró a su hija en un zulo sin ventanas durante 24 años y tuvo con ella siete hijos.

Se trata del peor caso de encierro y abuso conocido en Austria y, desde que salió a la luz hace una semana, son muchas las preguntas sin respuesta que mantienen consternada a la población.

Entre ellas, el hecho de que las autoridades permitieran la adopción de tres hijos de Elisabeth por los abuelos, sin que las circunstancias insólitas de su aparición delante de la casa despertaran sospechas. Más aún teniendo en cuenta que Josef Fritzl ya había estado en la cárcel 18 meses por violar a una mujer en 1967 y contaba con otros antecedentes de agresiones sexuales que, aunque habían prescrito, eran del conocimiento de muchas personas.