El uso de nuevas tecnologías, el recurso a los viejos archivos históricos y, sobre todo, la investigación realizada sobre el terreno en las fallas activas de la Península obligan a revisar el mapa de riesgo sísmico de España. Según los expertos que trabajan en este campo, existen zonas de España no contempladas hasta ahora en la cartografía de riesgo que pueden registrar terremotos de magnitud V similares al de Lorca mientras que otras áreas "tranquilas" que no sufren seísmos desde hace cientos de años pueden sufrir un gran temblor en cualquier momento.

El Instituto Geográfico Nacional de Ministerio de Fomento (IGN) creó hace tres años, mucho antes de episodios como los de Lorca o Fukushima, una comisión especial para incorporar los nuevos conocimientos y modificar el mapa de riesgo y la Norma Sísmica NCSE-02 vigente en España. Francia lo ha hecho recientemente para incorporar los últimos datos científicos disponibles.

Riesgo latente

Hay que convivir con el riesgo y trabajar para reducir sus efectos. Para ello existen, al menos en los países más desarrollados, normas que regulan la forma de construir edificios e infraestructuras en las áreas de mayor riesgo.

Sin embargo, entre los expertos se abre paso la creencia de que el riesgo es mayor del que la ciencia y la legislación antisísmica contemplan ahora.

Recientes estudios parecen apuntar en esta dirección. El propio terremoto de Lorca muestra características poco usuales, como la de que se hayan producido dos terremotos consecutivos con magnitud "in crescendo" en lugar de la típica secuencia del terremoto seguida de una réplica de menor intensidad.

Emilio Carreño, director de Sismología del IGN, apuntaba una explicación: la de que el primer movimiento de la falla de Lorca -el terremoto de 4,5 grados- hubiera "disparado" el segundo. "En el entorno de Lorca hay muchísimas fallas y muy fragmentadas. Es posible que en una de estas, los esfuerzos acumulados se hayan roto con el primer seísmo disparado un proceso similar en otro segmento de falla mayor", explicaba en una entrevista reciente.

En revisión

Una investigación del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en la que participan la Academia Rusa de Ciencias, el Centro Internacional de Física Teórica y la Universidad de Trieste (Italia), ha identificado la existencia de nodos o puntos de intersección de líneas morfoestructurales donde se pueden generar terremotos que superen la magnitud V, a partir de la que se pueden generar daños significativos en las infraestructuras.

La investigación ha identificado nuevas zonas de riesgo sísmico en áreas de la Cordillera Cantábrica, el extremo occidental de las cordilleras Béticas y el norte de Valencia, donde no hay registro de terremotos de esa intensidad.

La técnica utiliza información topográfica, geológica y geofísica, junto con imágenes de satélite, para identificar los nodos más problemáticos.

Los archivos históricos ofrecen también importante información y todavía hoy es posible "descubrir" terremotos ignorados no incorporados a los mapas de riesgo. El IGN ha contratado asistencias técnicas responsables de realizar estas búsquedas en archivos municipales o de la Iglesia. De este modo, han aparecido terremotos de los que no se tenía memoria y sobre los que es posible obtener numerosa información por métodos indirectos.

Gracias a esta vía de investigación, en 2002 se concluyó un catálogo que incrementó hasta 2.311 el número de terremotos sufridos hasta 1900 en España y amplió la superficie afectada por este riesgo. Un catálogo anterior (1983) sólo recogía 1.181 temblores.

La nueva información, sin embargo, no llegó a tiempo para ser incluida en la revisión de la norma sísmica realizada en 2002.

Otra fuente de información, cada vez más apreciada, es la que proporciona la paleosismología en la que expertos geólogos buscan las huellas de antiguos terremotos con una minuciosidad digna de los agentes del CSI.

José Manuel Martínez, delegado del IGN en el Grupo de Trabajo creado para actualizar la norma sísmica de 2002, admite que es necesario introducir cambios normativos. "El conocimiento cambia; cada terremoto nos enseña un poco más y nos obliga a actualizar los mapas de riesgo", declaró.

Desde 2008 funciona un grupo de expertos que, en colaboración con especialistas y otras instituciones, incluidas algunas de Francia y Portugal, está trabajando en la redefinición del riesgo sísmico en la Península. Martínez asegura que no hay competencia ni protagonismos, sino afán de conocimiento. "Los terremotos más importantes son, hasta ahora, los anteriores a 1898, de modo que si queremos saber el riesgo real para determinadas zonas de España es necesario incorporar, y así lo hacemos, toda la información disponible y la que va apareciendo", añadió.

El Gobierno anunció el pasado viernes que modificará la norma sísmica.

La Norma Sísmica

La NCSE-02 está vigente en España desde octubre de 2002. Propone un método de cálculo basado en la resistencia, de modo que solamente garantiza la estabilidad de la estructura, ignorando los daños que se puedan producir en el resto de materiales y elementos externos. Un edificio que resiste a un seísmo según la NCSE puede perder todos sus muros, instalaciones y demás elementos, siempre y cuando su estructura permanezca en pie. Esta normativa no impide, como así ha ocurrido, desgraciados accidentes como los de Lorca.

La norma es de obligatoria aplicación cuando la aceleración previsible es superior a 0.08g, lo que ocurre en provincias como Huelva, Málaga, Granada, Almería, Murcia, Alicante y áreas pirenaicas. En edificios "sensibles" como hospitales o presas es obligatoria la aplicación de la norma para aceleraciones de 0.04g (Lugo, Orense, Badajoz, Navarra, Huesca, Barcelona, Lleida, Tarragona y Valencia). En España el punto de mayor peligrosidad sísmica se da cerca de Santa Fe (Granada), con una aceleración básica de 0.24g. En Japón, las estructuras de hormigón y los elementos del edificio se construyen incluso para 0.8g, diez veces por encima de la zona española más peligrosa. José Manuel Martínez asegura que la norma NCSE está en permanente revisión y recuerda que la primera norma sismorresistente es de 1961, seguida de las de 1968, 1974 y 10. La tendencia es acercarse al Eurocódigo de la construcción e incorporar mapas regionales de riesgo con más detalle.