José Francisco Planells, el hombre que presuntamente mató a tres vecinos —entre ellos un niño de 14 años— e hirió de gravedad a otros dos en la pedanía valenciana de Castellar en la noche del pasado viernes, atacó a sus víctimas en presencia de su hija de siete meses, según se desprende de su declaración. Planells, conocido en Castellar como el Parreta, admitió tanto en su declaración ante la Guardia Civil, el sábado, como ante el juez, ayer por la mañana, los hechos, si bien negó haber atacado a Héctor, el niño de 14 años, en su primer testimonio como imputado, y en el segundo aseguró recordar sólo el primer y el último apuñalamiento.

El detenido llegó alrededor de las 10.30 horas de ayer a la Ciudad de la Justicia y pidió ser atendido por el forense, quien determinó que se encontraba en condiciones de declarar ante el juez y le tomó muestras para confirmar el consumo de cocaína y alcohol. Su declaración ante el juez de Instrucción número 20 de Valencia, el fiscal y su abogado particular comenzó pasadas las once y media de la mañana y se prolongó por espacio de algo más de media hora.

En ese tiempo, en un estado de nerviosismo y abatimiento, volvió a admitir, como lo había hecho en el cuartel de Alfafar, que había cometido el ataque y, de nuevo, aseguró desconocer la razón que le empujó a hacerlo. Eso sí, negó nuevamente haber apuñalado a Héctor e incluso dijo recordar sólo la agresión a la madre del niño, Dolores Vila, de 48 años, y a Vicente Salvador, el vecino de 44 años que fue el último en ser acuchillado. E insistió otra vez en que había tomado cerveza y «mucha coca», y achacó su acción a «un arrebato».

Dejó al bebé con las víctimas

De la reconstrucción de lo sucedido que se conoce a partir de sus declaraciones y de las de los testigos, se desprende que la tarde del viernes Francisco Planells bajó a la calle, sin su hija, y fue en primer lugar a un bar próximo a su casa, donde tomó un café, aunque en una de sus declaraciones afirmó que era una cerveza. Luego, dijo, compró medio gramo de cocaína a un proveedor habitual subió a casa y consumió toda la droga: «Me hice dos rayas».

Al cabo de un tiempo, cuando ya tenía a su hija de siete meses en casa con él después de haberla recogido del domicilio de sus padres, decidió que quería más droga, pero, como prefería no consumirla ante el bebé, optó por llevar a la niña a casa de sus vecinos Dolores Vila González y José Ramón Julián Navarro, como había hecho en otras ocasiones. De hecho, las dos familias mantenían una relación muy cordial.

Eran las ocho y media de la tarde. Francisco dejó a la pequeña y bajó nuevamente a la calle. Compró medio gramo más, tomó una cerveza en otro bar y regresó. Apenas le llevó diez minutos. El Parreta subió nuevamente a su casa, en el segundo piso del número 1 de la calle Poetisa Leonor Perales i Escalante, «se metió dos rayas más» con el segundo medio gramo recién adquirido, cogió un cuchillo de cocina y salió en busca de su hija.

Faltaba apenas un cuarto de hora para las nueve de la noche cuando llamó al timbre de sus vecinos del mismo rellano. Abrió Dolores. La niña, sentada en su carro, estaba junto a ella, en el pasillo. Francisco Planells admite que apuñaló sin discusión previa varias veces a Dolores. El siguiente sería su hijo de 14 años, que recibió alrededor de 13 tras salir de su habitación y murió en ese momento. Después, fue el turno del padre, a quien persiguió hasta el rellano mientras le asestaba una veintena de cuchilladas. Su cadáver fue encontrado en el primer piso, donde se desplomó cuando huía.

Se cambió de calzado

En ese intervalo se asomó otra vecina, Carmen Navarro, la Pimentonera, de 78 años. A ella la mató de una única cuchillada en el corazón. Para entonces, ya había bajado desde el tercer piso otro vecino, Vicente Salvador, a quien asestó varias cuchilladas más mientras intentaba escapar de nuevo escaleras arriba hacia su casa. Fue Vicente quien, desde su balcón, gritó pidiendo ayuda, gracias a lo cual el agente de la Policía Local de Valencia Pedro Gil acudió en su auxilio aunque en estaba libre de servicio.

Mientras, el asesino confeso había cogido el carrito con su hija dentro y había regresado a su domicilio. Desde allí, llamó a su madre por teléfono y le pidió que fuese «corriendo» sin explicarle qué había sucedido. Luego, se cambió las zapatillas completamente ensangrentadas, se calzó unos zapatos y se dirigió a la puerta. Cuando abrió, se encontró en el rellano al policía local, que lo detuvo de inmediato.

La Guardia Civil encontraría más tarde el mango del cuchillo, pero no el filo, que no ha podido ser localizado aún y que se presume de entre cuatro y cinco centímetros de ancho y al menos 16 de largo.

Tras escuchar su confesión y examinar las diligencias de la Guardia Civil, el fiscal pidió prisión provisional, comunicada y sin fianza para el imputado, medida que el juez concedió. Planells, acusado de tres asesinatos consumados y dos más en grado de tentativa, salió pasadas las 13.00 horas de la Ciudad de la Justicia de camino a la cárcel, sin haber sabido revelar qué le ocurrió para desplegar tal furia asesina.

El cruce de un consumo fuerte de cocaína y un trastorno de personalidad previo

«El consumo de estupefacientes por sí solo no explica una acción tan compleja como ésta». Es la opinión de uno de los mayores expertos en conducta criminal de la Comunitat Valenciana, el doctor en Psicología y criminólogo Vicente Garrido. El presunto asesino múltiple ha afirmado ante todo aquél que ha querido escucharle que era consumidor de cocaína, si bien asegura que de manera esporádica. Será el análisis biológico del Instituto de Medicina Legal de Valencia quien confirme cuánto consumía, desde cuándo y con qué frecuencia.

Sin embargo, a juicio del profesor de la Facultad de Psicología Vicente Garrido, «un gramo de cocaína en un corto periodo de tiempo es mucha cantidad de droga para una persona que no tiene hábito, y puede producir comportamientos perturbados, aunque no una acción sistemática y compleja como parece haberse dado en este caso».

Garrido estima, con los escasos datos que han trascendido hasta el momento, que debió producirse una «interacción entre el consumo excesivo de estupefaciente y una personalidad con marcadores patológicos previos, es decir, que ya estaba alterada con anterioridad».

La familia del Parreta insiste en que no sufría ningún trastorno mental conocido. Sin embargo, serán los psicólogos del centro penitenciario de Picassent y el forense quienes determinen lo que parece más probable: que existiese, con antelación a la explosión de violencia del viernes, una «personalidad vulnerable o inestable».

De hecho, insiste el psicólogo criminalista, «existe abundante literatura que acredita que el consumo de determinadas drogas potencia la violencia de los trastornos de personalidad».