De blanco inmaculado, con suéter y pantalón de ese mismo color y con una bata reluciente que dan a los ordenanzas de la cocina dentro de cada módulo de la prisión. Así atendió José Francisco Planells, el triple asesino de Castellar, a Levante-EMV estas Navidades en el centro penitenciario de Picassent. Sensato y afable, nadie diría de él que hace dos meses acabó a cuchilladas con la vida de tres de sus vecinos.

Parreta se mostró muy amable en todo momento, fiel al perfil que sus conocidos y allegados tienen de él. «En Castellar todos hablan bien de mí, puedes preguntar a quien quieras y te dirán que soy buena persona», aseguró el acusado de tres asesinatos consumados y dos más en grado de tentativa. «Se me fue la cabeza sólo una hora», alegó como el que atropella a un hombre tras una noche de borrachera. «Están investigando lo que me pasó en esa hora porque ni yo lo sé», añadió.

El móvil del triple crimen sigue siendo un verdadero misterio y ni el propio acusado ni los testigos que ya han declarado en el Juzgado de Instrucción número 20 de Valencia, encargado del caso, han aportado luz sobre los motivos que podía tener Parreta para atacar de forma sorpresiva y sin discusión previa a Dolores Vila, asestar más de una decena de puñaladas al hijo de 14 años de ésta -dos de ellas mortales de necesidad-, asesinar de una veintena de cuchilladas al padre del niño, matar a Carmen de una puñalada en el corazón y agredir a un quinto vecino. José Francisco insiste en que ni él mismo sabe por qué actuó de esta forma. «Ojalá lo supiera», apuntó a este periódico. La defensa del acusado se aferra a la idea de una posible psicosis tóxica para tratar de explicar lo sucedido. De hecho tanto en su declaración ante la Guardia Civil y posteriormente ante el juez, Parreta declaró que consumió un gramo de cocaína y bebida.

Ordenanza de la cocina

José Francisco Planells se encuentra en prisión provisional desde el pasado 31 de octubre, tres días después de atacar con un cuchillo a cinco de sus vecinos y acabar con la vida de tres de ellos. Desde entonces permanece interno en la enfermería de la Unidad de Preventivos del centro penitenciario de Picassent. Parreta fue incluido en el Protocolo de Prevención de Suicidios (PPS), una medida pensada para los reclusos que pueden ser propensos al suicido debido al sentimiento de culpabilidad por el delito que han cometido.

Aunque las primeras semanas un recluso estuvo junto a él para evitar que Jose Francisco pudiera intentar quitarse la vida, actualmente ya no requiere de dicha medida, según confirmaron las fuentes consultadas por este periódico. De hecho, tras unos primeros días de abatimiento, poco a poco el acusado ha sabido ganarse la confianza de los funcionarios con su buen comportamiento y goza ya de ciertos privilegios como ser nombrado ordenanza de la cocina del módulo de enfermería.

Del mismo modo, Parreta participa activamente en los talleres de manualidades y baja con frecuencia al gimnasio que hay junto al patio del módulo de la enfermería. «Aquí sólo hay tiempo y paciencia, y esta es una virtud que no me han dado mis padres», reconoció el propio acusado.

Antes de conversar sobre su situación actual, el acusado ayudó a colocar en las mesas los turrones y otros dulces para sus compañeros de módulo, muchos de ellos también internos por delitos de sangre. Pequeños detalles como el hecho de que fuera el único que se puso guantes para manipular la comida hacen pensar que no se trata de un preso como los demás, quienes padecen algún tipo de patología mental. Además, los informes médicos de la prisión coinciden con los forenses que lo examinaron en Valencia en que el acusado «no presenta ningún tipo de enfermedad mental apreciable».

Respecto a lo ocurrido aquel 28 de octubre José Francisco prefiere no hablar. «Todos los días a las cinco o las cinco y media de la madrugada me despierto y me pregunto por qué hice eso», explicaba Parreta. «Veo una serie de sombras de personas muertas que no estaban allí». No entra en detalles, de si entre esas personas a las que se refiere está Héctor, el joven al que presuntamente mató y el único al que no ha reconocido haber asesinado.

Parreta confiesa que su mujer todavía no ha ido a visitarlo a la cárcel pero que se cartea con él. «Ella también lo está pasando muy mal, son muchos años juntos, 17». Asimismo niega que su esposa lo tirara de casa por sus problemas con el juego. No obstante él mismo confesó al forense sus problemas familiares por su ludopatía.

También dijo que sus familiares han contratado a un psicólogo y a un psiquiatra particular para que le examinen y traten de determinar que le pasó por su cabeza ese día. «Me iba bien en el trabajo, con la casa ya pagada y con una hija pequeña, ¿por qué iba a querer hacer eso?», concluyó.