Un hombre de 40 años que había cumplido varios años de cárcel por un delito grave ha sido detenido en Valencia por el asesinato a cuchilladas de una joven suramericana de 23 años cuyos servicios sexuales había contratado y a la que supuestamente atacó tras una discusión en el piso de un amigo al que la había llevado. El crimen, que despertó a buena parte de los vecinos de la finca, se produjo poco después de las cinco de la madrugada y después de que víctima y presunto autor hubiesen mantenido ya un primer encuentro sexual.

En plena discusión, el ahora detenido, Francisco Javier O. O. tomó un cuchillo de la cocina y se lo clavó varias veces a su víctima, cuya identidad no ha trascendido. Los hechos sucedieron en la vivienda de la puerta 10, en el quinto piso del número 1 de la calle Tres Forques.

La mujer logró huir del piso y escapó escaleras abajo, según el testimonio de una vecina que llegó a verla a través de la mirilla, versión que refrenda el rastro de sangre y las huellas que la víctima fue dejando mientras se apoyaba en el pasamanos. Al llegar al rellano del tercer piso, fue alcanzada al parecer por su agresor y, en el forcejeo, se precipitó por el hueco hasta impactar contra el terrazo del portal. De hecho, un vecino de la séptima planta que acababa de llegar a casa del trabajo escuchó «un grito de mujer desgarrador», probablemente el que profirió la mujer en la caída.

El presunto asesino bajó entonces precipitadamente por la escalera. Un vecino del tercer piso, Benito Grande, afirma que «vi correr a un hombre, que bajaba a oscuras muy muy aprisa, justo unos minutos después de haber escuchado gritos de un hombre y de una mujer, y muchos golpes en la escalera».

Arrastrada hasta un cuarto

Al llegar al portal, el presunto agresor vio a la víctima tendida sobre un charco de sangre. Entonces, la arrastró y la ocultó en el cuarto de la limpieza, según atestiguan las marcas, huellas y pisadas en sangre investigadas por la policía tanto en el portal como en la pequeña estancia donde estaba el cuerpo apoyado contra la pared.

La alerta de los vecinos al 112 a las 5.20 horas puso en marcha a la Policía Nacional y al CICU, cuyo personal ni siquiera llegó a intervenir, ya que cuando llegó la ambulancia del SAMU, la mujer ya había fallecido.

Mientras agentes del grupo de Homicidios y de la Policía Científica iniciaban su investigación, el resto de coches patrulla comenzó a dar una batida por la ciudad en busca del presunto asesino, que fue finalmente localizado media hora más tarde en la calle Balmes, en el barrio de Velluters. El sospechoso aún llevaba las ropas manchadas de sangre y no opuso resistencia.

Cuando el morador de la vivienda, Paco, de 54 años, llegó de trabajar a las seis y media, se topó con el cordón policial y supo lo que Francisco Javier había hecho en su ausencia. La policía le impidió la entrada, aunque le permitieron recoger a su perro, Sun, un carlino que los agentes localizaron durmiendo en el salón, ajeno a lo que había sucedido.

El cuchillo, en el rellano del cuarto

La policía colocó un precinto en la entrada del portal y, tras la llegada del juez y el examen in situ del forense, el cuerpo fue levantado sobre las siete y media de la mañana.

Sin embargo, la exhaustiva inspección ocular realizada por la Policía Científica se prolongó hasta la una y media de la tarde. Los agentes se llevaron toda la ropa de la cama, efectos de la víctima y del presunto agresor, así como el arma homicida, un cuchillo de cocina completamente ensangrentado que fue encontrado en el rellano del cuarto piso.

El detenido, natural de Valencia y que aún no ha prestado declaración, permanecía anoche en los calabozos del antiguo cuartel de Zapadores. Al parecer, había pasado varios años en prisión por un atraco cometido en Málaga.

«La única noche que lo dejé solo en el piso y mira lo que ha hecho... ¿Cómo ha podido?»

Paco, el hombre que tenía alquilado el piso donde se produjo el crimen, está destrozado. No es para menos. El piso que ha convertido lentamente en su hogar desde hace siete años se ha convertido en el escenario de la última muerte violenta de la finca, la séptima en cuatro décadas. El hombre, en declaraciones a Levante-EMV, confiesa estar aún «aturdido». Sin dormir —estuvo ayudando a un amigo en el bar de éste desde las nueve menos cuarto del miércoles hasta que regresó, a las seis y media de la madrugada de ayer—, sin comer y con el duro trabajo de tener que limpiar los restos de un crimen cometido en su propia casa y en su propia cama. No ha dejado de llorar en todo el día. Paco, un hombre a quien todos conocen y aprecian en el barrio, sólo encuentra palabras de lamento. Acogió en una habitación a Javier hace tres meses «porque lo conocía y me pidió que si le podía dejarle vivir en casa. Acepté a cambio de compartir los gastos». El hombre explica que «desde el principio le dije que no quería jaleos y que no debía traer mujeres a casa. La única noche que lo dejé solo, y mira lo que ha hecho. Es increíble... ¿Cómo ha podido hacer algo así?». Paco no se enteró hasta ayer de que Javier había estado en prisión por un atraco. Junto a su puerta acumula en bolsas de basura el bolso de la chica y algunas cosas más llenas de sangre, y ya ha comenzado a limpiar. «No sé cómo voy a soportarlo, pero no me quiero ir. Es mi casa», reflexiona. t. d. valencia