Los dos detenidos por el asesinato del colombiano William G. para robarle unos siete kilos de cocaína ingresaron anoche en prisión por orden de la juez de Instrucción número 3 de Alzira.

Uno de ellos, que inicialmente compareció como testigo en comisaría pero que acabó siendo imputado en los hechos, accedió a declarar ante la magistrada y durante más de dos horas, desde las cinco y media pasadas hasta casi las ocho, respondió a las preguntas que le formularon la juez y la fiscal en presencia de su abogada, una letrada del turno de oficio.

Aunque el contenido de la declaración apenas ha trascendido, todo apunta a que su testimonio ha sido fundamental para poder localizar el cadáver de la víctima, desaparecido desde el 16 de agosto de su domicilio, ubicado en un municipio próximo a Valencia.

Según los datos recopilados durante la investigación policial, William habría sido víctima de una encerrona cuando iba a entregar en Alberic un alijo que las fuentes consultadas por este diario cifran en unos siete kilos de cocaína. Los forenses han comprobado la sospecha inicial, basada en esas mismas investigaciones, de que William murió tras recibir un disparo.

Durante el registro practicado en la madrugada y la mañana del pasado sábado en la casa donde fue encontrado el cuerpo enterrado de William G., la policía encontró varias armas de fuego, si bien aún está pendiente el análisis de balística para determinar si alguna de ellas fue la empleada en el asesinato.

La juez ordenó el ingreso en prisión de los dos detenidos en la causa, y los delitos imputados son asesinato, tenencia ilícita de armas, uso de medio peligroso, robo con violencia e intimidación y tráfico de drogas.

En caso de confirmarse que se trataba de siete kilos de cocaína, el dinero que William debería haber percibido durante la transacción se sitúa en torno a los 200.000 euros.

Enterrado en el corral

Tal como adelantó en exclusiva Levante-EMV en su edición escrita del pasado domingo, la víctima era un correo que al parecer había acordado con un clan de narcotraficantes de Alberic la entrega de la citada cantidad de cocaína en un domicilio de ese municipio de la Ribera. Sin embargo, la transacción habría acabado convirtiéndose en un robo y el correo fue asesinado.

Más tarde, habrían abierto una fosa en el corral de la casa que solía utilizar el detenido que ayer renunció a declarar ante la juez y enterraron a William. Después, se llevaron su automóvil, una Renault Scenic, hasta las afueras de Picassent, donde le prendieron fuego para destruir cualquier posible prueba contra los implicados en el asesinato del colombiano, que al parecer no tenía antecedentes.

El viernes, tras conocer el paradero del cuerpo, la Policía Nacional puso en marcha un amplio dispositivo en torno a la casa de Alberic. Agentes del Grupo de Operaciones Especiales (GOE) asaltaron el domicilio, en el que no había nadie, y esperaron la llegada del principal sospechoso. Tras su detención, comenzó el rastreo en busca del cuerpo, con ayuda de la unidad canina de Madrid, la única con perros adiestrados en la detección de cadáver.

A primera hora de la mañana, los agentes localizaron el cuerpo, que estaba muy deteriorado, por el tiempo transcurrido y las características del punto de enterramiento, un lugar muy húmedo, con fuertes filtraciones de agua.

La víctima trabajaba como pintor y tenía un doble fondo en el coche

William G., que habría cumplido 41 años este mes de no haber sido asesinado hace casi cinco semanas, trabajaba como pintor y utilizaba su coche para acudir a las obras en las que le contrataban para pulir y pintar paredes. Sin embargo, según personas allegadas a él, ese mismo coche le servía para acudir a realizar entregas de otra mercancía: cocaína. De hecho, fue su Renault Scenic, que al parecer disponía de un doble fondo, la que le sirvió para trasladar desde Valencia hasta Alberic los siete kilos de cocaína que acabaron costándole la vida. Su mujer acudió al juzgado de guardia de Valencia el 16 de agosto, alarmada porque no había regresado a casa la noche anterior, después de haberse ido a trabajar. El sábado 18 de agosto, a primera hora de la mañana, dos policías locales acudieron a su domicilio para informarle de que habían encontrado el coche de su marido, completamente quemado, a las afueras de Picassent. La Policía Nacional se puso manos a la obra y un mes después, los agentes lograron localizar el cadáver y resolver el asesinato. t. d. valencia