En diciembre de 2007 el sótano de una relojería del centro de Valencia quedó anegado por miles de litros agua. Millones de piezas de relojes exclusivos y diversa maquinaria quedó inservible por la humedad y la erosión de este líquido, procedente de una tubería que estaban reparando. El suministro había sido cortado el día anterior, mientras duraban las reparaciones. Sin embargo, un vecino de la finca situada sobre el local ordenó a los operarios de Emivasa (empresa suministradora de aguas potables del Ayuntamiento de Valencia) que restableciera el servicio, "bajo su responsabilidad", porque tenía que ducharse. Durante más de una hora estuvo saliendo agua a raudales por el hueco de la tubería que daba al bajo comercial, a razón de 630 litros por minuto, hasta que el relojero entró a trabajar y se encontró con "el mayor desastre que he visto nunca", asegura Luis.

Ahora, seis años después de aquello, los juzgados han dado la razón al relojero y han condenado al vecino que autorizó la apertura del agua a pagar una indemnización de 56.660 euros, más los pertinentes intereses. No obstante, el condenado abandonó hace años este domicilio y actualmente se encuentra en paradero desconocido, sin ningún bien a su nombre con el que responder al pago de la citada indemnización. "Inundó mi relojería y ahora que tiene que pagar se borra del mapa", se lamenta el relojero.

Los hechos se remontan al 17 de diciembre de 2007 cuando operarios de aguas potables cerraron el suministro mientras duraban los trabajos de reparación de una tubería situada en el taller de una relojería de la calle Roger de Flor de Valencia. "Se fueron a las dos de la mañana sin poder acabar la faena y dejaron la tubería abierta para continuar a la mañana siguiente", explicó la mujer del relojero. La sentencia de la Sección Séptima de la Audiencia Provincial reconoce que "dicha situación era sin duda conocida por los vecinos, tanto por los carteles colocados en diferentes puntos de las zonas o elementos comunes, como por la falta de dicho suministro".

No obstante, uno de los vecinos del inmueble situado en la avenida Barón de Cárcer, al que daba servicio dicha tubería, no pudo esperar más y pasadas las siete de la mañana llamó a Emivasa para que restablecieran el suministro. "Dijo que él se tenía que duchar por narices", recuerda Luis. El ahora condenado firmó un documento en el que se ordenaba el restablecimiento del suministro "bajo su responsabilidad".

El juez entiende que existe "un principio de causalidad adecuada" entre la decisión de abrir el agua y la posterior inundación. "Los bomberos estuvieron sacando agua todo el día hasta dejar solo un palmo, que lo quitamos con una cuba", explicó el relojero. "Me he quedado sin herramientas, el motor y el fax se estropearon, y la humedad dejó inservibles miles de piezas". "El sufrimiento de mi hijo por culpa de esta persona, que no aparece por ningún lado, es lo que más siento", lamenta Josefina.