La semana pasada Emiliano Florido, de 75 años, fue hallado muerto con varias puñaladas en su casa de Miramar. El cuerpo estaba encima de un gran charco de sangre y su vivienda totalmente revuelta. Desde entonces la Guardia Civil continúa con las investigaciones para tratar de esclarecer el crimen, cuyos primero indicios apuntarían a un robo, si bien no se descarta que se hubiera simulado y que el móvil fuera otro.

Su familia desde entonces se encuentra en una situación de angustiosa espera. Fue su sobrino Julio quien dio la voz de alarma a la Benemérita el miércoles pasado, pues como él mismo explicó aquel día a este diario, había acudido a ver a Emiliano y se encontró con la dramática escena.

«Yo he perdido cuatro o cinco kilos...y en casa se ríe muy poco...vamos superando esto poco a poco», explicaba ayer el sobrino. «No sabemos nada nuevo, los investigadores no nos han comentado nada», añadía. Pasados los primeros días tras el homicidio, destaca con voz triste que vista la cantidad de puñaladas «hubo ensañamiento...no sabemos qué pudo pasar, quizá hubo un forcejeo...». Comenta que nunca tuvieron constancia de que su tío tuviera alguna amenaza o sospechase de alguien. «Y si lo había quizá lo ocultara para protegerme», añade. Julio era el familiar más próximo a Emiliano y comenta que está muy afectado, y que incluso la situación ha llegado a crear una «pequeña psicosis» en su familia.

Ha pedido cambio de turno en su trabajo para evitar hacer las noches, ya que su familia está preocupada, dice, por si los agresores tuvieran alguna intención más. Así siguen, «a la expectativa». «Es una tragedia, no consigo concebir lo que le hicieron», sentencia Julio. El sábado pasado dieron sepultura a Emiliano en Miramar. Julio explicó en su declaración ante el juez que cuando llegó a la vivienda de su tío, la puerta no estaba forzada y que abrió con su propio juego de llaves.

Una ventana abierta

Además indicó que una de las ventanas traseras de la vivienda estaba abierta. Fue en el piso superior de la vivienda dónde encontró el cuerpo ensangrentado. El último día que había visto al anciano era el domingo, cuando vio el fútbol con él. El miércoles acudió a la casa después de llamarle varias veces desde el domingo. Emiliano vivía desde hacía diez años en Miramar, si bien era andaluz. Era un hombre de costumbres sencillas y un tanto solitario según señalaron los vecinos de la zona de este municipio de la Safor.