Los monjes del templo Shaolín se rigen por la doctrina budista, cuyo principio máximo es el "Áhimsa", que aboga por la no violencia y el respeto a la vida. Sin embargo, Juan Carlos Aguilar, que hacía llamarse así mismo "maestro", siempre mostró un total desprecio por la existencia de aquellos a los que él consideraba inferiores y un gusto desmesurado por las prácticas violentas, como han ido relatando una por una las muchas mujeres a las que logró engatusar con su supuesta energía "chi kung". Además, según se desprende de las investigaciones de la Ertzanzia, su atracción por la muerte y su "obsesión por los cuerpos inmóviles de mujeres desnudas" es precisamente el móvil que le llevó a cometer los crímenes de Jenny Sofía Revollo y Maureen Ada Otuya, en apenas una semana, en su centro de artes marciales de Bilbao.

Pese a este carácter perturbado los investigadores sostienen en su informe que el acusado actuó de forma consciente y con un plan preconcebido, que incluso anunció a su por entonces pareja. "Tengo ganas de coger un par de prostitutas para sacrificarlas", le manifestó una semana antes del primer crimen. Así, el hecho de que descuartizara el cadáver de su primera víctima, como él mismo reconoció, indica que quería deshacerse de todo tipo de pruebas que pudieran incriminarlo. Incluso intentó quemar los restos, como apunta el cuero cabelludo quemado hallado por los agentes y el aviso que recibieron los bomberos al ver salir humo de la zona de las duchas del citado gimnasio.

Un aspecto que apoya la tesis del móvil sexual en ambos crímenes son las repugnantes fotografías que encontraron los agentes en la cámara fotográfica del detenido. En las instantáneas se observa claramente cómo el acusado besa los pechos del cadáver de Jenny, su primera víctima, y realiza otras posturas sexuales con el cuerpo inerte de la misma.

A su perversión necrófila se suman otras prácticas sexuales violentas y escatológicas que el supuesto "shaolín" ejerció con la mujer con la que mantenía una relación desde hacía quince años, así como con varias de sus alumnas del gimnasio. Una de ellas asegura que cuando se negó a seguir sus juegos sadomasoquistas, éste le envío un vídeo por WhatsApp en el que aparecía maltratando a otra mujer y un texto añadido en el que se leía: "Ésta sí se deja".

El testimonio de María Eva G. ha sido clave para que los investigadores trataran de acercarse más a la personalidad de este auténtico psicópata. La mujer, que padece una hemiplejia, asegura que en numerosas ocasiones Juan Carlos le propinaba golpes en los pechos y otras partes del cuerpo, que orinaba y defecaba encima de ella y que incluso le obligaba en algunos casos a comerse sus propias heces. Asimismo, le decía que para curar su parálisis parcial de la boca debía hacerle felaciones.

Durante quince años y de forma esporádica ambos mantuvieron una extraña relación, aunque ésta era consciente de que no era ni mucho menos la única a la que el "maestro" se llevaba a la cama para llevar a cabo sus perversiones sexuales. "Le gustaba emborrachar a mujeres para luego mantener relaciones sexuales con ellas y fotografiarlas en un estado de semiinconsciencia y totalmente desinhibidas", según se desprende del testimonio de la exnovia. "Se refería a ellas como prostitutas aunque no lo fueran".

Un instinto asesino latente

Aunque por el momento los investigadores han descartado casi con toda seguridad que el acusado haya cometido más asesinatos, del testimonio de varias mujeres con las que mantuvo relaciones sexuales esporádicas, se desprende que éste ya tenía en mente matar desde hacía tiempo. De hecho, una de estas testigos asegura que, al poco de iniciar la relación, Juan Carlos le propuso matar a su marido. Así, le comentó que incluso podría trasladarse a Alemania a pie para no dejar ningún rastro, y después de que ella le suministrara somníferos, él entraría en el domicilio, lo mataría y descuartizaría su cadáver en una bañera para deshacerse del cuerpo. Su macabra proposición pasó inadvertida por la mujer en aquel momento, quien no se lo tomó en serio pese a los muchos detalles que dio del plan que su siniestra mente había maquinado.

Aunque el acusado alegó en su declaración ante la Ertzanzia que golpeó a Jenny Sofía Revollo "en un ataque de ira descontrolado", una testigo asegura que éste le insistió aridamente para que no se acercara por el gimnasio la noche del 24 de mayo porque iba a estar "meditando". Asimismo, un día después su novia se quedó dormida en el despacho del local y recuerda haber escuchado "quejidos y lloriqueos", así como martillazos y una sierra eléctrica.

Una semana después intentó repetir su crimen. "Tenía la clara intención de abordar a una mujer negra", según el informe de los investigadores. Prueba de ello es que antes de llevarse a Maureen Ada Otuya, una nigeriana de 29 años, se ofreció a llevar a casa a otra mujer de raza negra. Ésta se negó a subir al vehículo y gracias a ello hoy puede contarlo. Peor suerte corrió Ada, quien tras ser liberada por la Ertzanzia el 2 de junio, murió días después en el hospital.

"Soberbio, prepotente, manipulador y egocéntrico", así lo describen varios conocidos del falso "maestro shaolín", que también han declarado como testigos. Algunos recordaron un comentario que hacía con frecuencia el acusado. "Los guerreros que vencen en la batalla se comen el corazón del vencido para humillarlo". Resulta extraño que el acusado se deshiciera de gran parte de los restos de su víctima arrojándolos a la ría de Bilbao y en cambio se guardara vísceras en bolsas de basura. ¿Para qué? Sólo él lo sabe.