Son las doce de la mañana de un anodino sábado de noviembre, marcado por temperaturas invernales y rachas de viento. Tonos grises y azules difuminan el cielo valenciano. Sin embargo, no es un día más para la gente de Alcàsser. Los vecinos de la localidad de l'Horta Sud que el 13 de noviembre de 1992 se vio sacudida por uno de los crímenes más crudos de la crónica negra de España se han levantado con una noticia que despierta su indignación: la puesta en libertad de Miguel Ricart, el único condenado en los tribunales por el asesinato de Miriam, Toñi y Desirée.

No han pasado ni 24 horas desde que el triple asesino abandonara su celda gracias a la derogación parcial de la doctrina Parot. Ha cumplido casi 21 de los 170 años a los que fue condenado. Su puesta en libertad ha reabierto viejas heridas en un pueblo que no ha podido olvidar lo ocurrido.

«¿Vienes a preguntarme por la salida de la cárcel de ese mal nacido, no? La respuesta es clara: es una vergüenza», así de contundente se mostraba Toni no quiso dar su nombre verdadero al advertir que iba a ser preguntado por Levante-EMV. No dejó espacio para nada más.

Más comprensiva se mostró Trinidad Reynol, vecina de la localidad de 73 años de edad, que no pudo ocultar sus sentimientos al rememorar lo ocurrido: «Eran unas chiquillas muy bonicas que sólo querían ir a una discoteca y pasárselo bien. Es algo que no se puede olvidar, nunca lo haremos. Me acongojo sólo de pensar en todo lo que pasaron. Todo lo que está ocurriendo ahora es una injusticia». Conforme avanza en sus respuestas, su voz se ve preñada de más emoción: «Sentimos mucho lo que está pasando, ¿Qué tipo de Gobierno tenemos ahora?».

Las charlas mantenidas en bares y comercios también tienen la puesta en libertad de Miguel Ricart como punto central. Alcàsser es un pueblo de moderadas dimensiones el Instituto Oficial de Estadística (INE) cifra su población oficial en 9.544 habitantes y en algunos de los debates participan personas que vivieron de cerca lo sucedido. «Eran mis amigas de la infancia. No quiero rememorar nada. Lo pasamos muy mal», apunta una de las vecinas a la entrada de un comercio. Su aflicción es comprensible. Hay cosas que no pueden olvidarse, que te marcan de por vida.

«Justicia popular»

También hay espacio para las llamadas a la «justicia popular» en algunas conversaciones de bar: «Yo lo habría esperado en la puerta con un bastón y le habría demostrado lo que pienso. Lo habría hecho de cara, no pegando un disparo por la espalda. Lo que le hicieron a esas jóvenes fue despreciable», apunta un hombre de 50 años de edad al resto de compañeros de barra.

Algunos incluso recuerdan algunas de las inventadas teorías de la conspiración que se crearon en torno a un caso que fue devorado por el «prime time»: «Yo no creo que Antonio Anglés el nombre del asesino en paradero desconocido tampoco ha sido olvidado esté muerto. Ni creo que todo se quedara entre él y Miguel Ricart. Debe haber algo más que no sabemos», apunta una mujer que no quiere identificarse.

Han pasado más de 20 años y el recuerdo de Miriam, Toñi y Desirée aún está presente en su ciudad natal. Nadie logra olvidarlas.