Los acusados se presentaron en la Comisaría de Santiago para denunciar la desaparición de su hija para dar a entender que había sido secuestrada. Tras hallar el cadáver en Teo, Rosario se dirigió rápidamente a la papelera del dormitorio para deshacerse de algunas pruebas, aunque no lo logró. Entre los efectos de la papelera se encontraba un trozo de la misma cuerda que habían usado para atar a la víctima unas horas antes. La fiscalía entiende que ambos progenitores eran conscientes de la ilicitud de sus actos y no tenían alteradas sus capacidades cognitivas.