La mujer encarcelada por supuestamente contratar a un sicario para arrojar ácido a un hombre para vengar una falsa violación pagó 2.000 euros por el «trabajo», del que finalmente fue víctima un joven físico completamente ajeno a la trama al que los ejecutores del plan confundieron con el verdadero destinatario del ataque, según informó ayer la Jefatura Superior de Policía de Valencia.

Tal como ha venido informando en exclusiva Levante-EMV, tanto el presunto autor material del ataque como la mujer, Ana E. L., de 33 años, detenida el pasado jueves, permanecen en prisión, en una causa abierta por asesinato en grado de tentativa que instruye el Juzgado número 12 de Valencia.

El ataque se produjo pasadas las 22.30 horas del 18 de julio del año pasado, cuando un desconocido arrojaron un líquido corrosivo a un investigador del Instituto de Física Corpuscular (IFIC) de Valencia cuando tomaba unas consumiciones con dos amigos en la terraza de un bar, en la plaza de El Cedro. Desde el primer momento, el grupo de Homicidios de la Policía Nacional de Valencia, que se hizo cargo del caso, sospechó que se enfrentaba o bien a una acción indiscriminada o bien a un error, ya que la víctima no tenía ni una sola sombra en su vida que apuntase a una venganza tan salvaje.

El tiempo les dio la razón. Durante meses, los agentes, que contaban con la matrícula del coche en el que habían huido los tres autores del ataque, identificaron y vigilaron a los sospechosos hasta reunir las pruebas necesarias. El presunto autor material, Julio Alberto B., y sus dos cómplices, Alberto José D. P. y José Ramón N. M., fueron detenidos el 25 de noviembre, tras una laboriosa investigación policial. Ese día también fue arrestada la novia de uno de ellos, por encubrimiento, aunque quedó en libertad tras declarar ante la policía.

Julio Alberto ingresó en prisión sin fianza y sus presuntos compinches lograron la libertad provisional tras su paso por el juzgado.

A partir de las declaraciones del principal imputado, se supo que la mujer que le había contratado se llamaba «Ana» y era, al parecer, «clienta» suya, ya que acudía al gimnasio que había montado en su domicilio. Para convencer a Julio Alberto, la sospechosa alegó que deseaba vengarse de un conocido que la había violado y al que la justicia no habría impuesto el castigo correspondiente. La policía ha informado ahora de que utilizó esa violación como «falsa excusa» para lograr su venganza, de modo que la agresión nunca se había producido.

Cadena de despropósitos

Tal como adelantó este diario, a partir de ahí se produjo una concatenación de errores que condujeron a destrozar la vida y la carrera del físico, quien perdió un ojo por completo y la visión del otro. Julio Alberto, presuntamente, contactó con los otros dos y les «subcontrató» para llevar a cabo el ataque. Ensayaron la mezcla de líquidos y el 18 de julio acudieron a la plaza de El Cedro en busca de su víctima. Sólo llevaban una fotografía que Ana le había dado a Julio Alberto, obtenida de Facebook. Debían acudir a un bar donde tocaba un hermano de su objetivo, pero se equivocaron de día y decidieron buscarle igualmente por la zona suponiendo que era un cliente habitual.

Así dieron con el investigador, que guardaba cierto parecido físico con el otro hombre y, tras cruzar unas palabras con él, le tiraron el líquido a la cara y el torso. Tardó semanas en salir del hospital y las secuelas serán de por vida.