No es la primera vez que unos restos óseos humanos aparecen en los lugares más insospechados. En abril de 2013 se halló el esqueleto troceado de un niño y otros restos en las inmediaciones del circuito Ricardo Tormo, en Cheste. En aquella ocasión procedían del antiguo cementerio, que más tarde fue allanado con varios camiones de tierra y escombros para urbanizar la zona. Dos personas que buscaban espárragos dieron con los huesos, que aparecieron al remover la tierra unas máquinas que limpiaban un barranco cercano.

En otra ocasión, en julio del año pasado, un conductor de la línea 11 de la EMT, que recorre los barrios de Orriols y Patraix pasando por el centro de la ciudad, encontró una bolsa con huesos que se había dejado olvidada un pasajero. Se barajó la posibilidad de que pertenecieran a algún estudiante de medicina.

m. b. valencia