«Cuando llegué a Gandia me enseñó como usar un preservativo y me mandó a la calle. Yo empecé a llorar, pero no me quedaba más remedio que prostituirme, me habían hecho vudú y tenía devolverles 40.000 euros, sino matarían a mi familia en Nigeria». Así relató una víctima de una red de explotación sexual el momento en el que descubrió, siendo menor de edad, que la habían engañado para venir a España con el único fin de prostituirla. Su presunto proxeneta se enfrenta ahora una petición de pena de 60 años de prisión por dos delitos de prostitución, inmigración clandestina de personas, así como dos delitos de continuados de violación y tres más de aborto, ya que además de prostituir a sus víctimas las violaba y llegó a dejar embarazadas a al menos dos de ellas.

El juicio por estos hechos, cometidos en la localidad de Gandia entre los años 2008 y 2014, comenzó ayer en la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Valencia. El acusado, de origen nigeriano al igual que sus víctimas, negó todos los cargos y alegó que vino a España en 2005 «para encontrar una vida mejor». Así, explicó que desde entonces ha estado trabajando en la agricultura, en la construcción y repartiendo publicidad, pero negó una y otra vez su vinculación con una red de trata de seres humanos que traía a chicas nigerianas, algunas de ellas menores de edad, para prostituirlas en España tras amenazarlas a ellas y a sus familiares con rituales de vudú.

No obstante, dos de estas mujeres, que declararon ayer como testigos protegidos en la vista oral, lo identificaron como la persona que junto a su hermana -que ya fue expulsada del país- las trajeron de Nigeria con falsas promesas de trabajo a cambio de sendas deudas de 40.000 y 70.00 euros. Las víctimas explicaron que desconocían por completo que vinieran para ejercer la prostitución. «Mi padre nos abandonó de pequeños a mis hermanos y a mí, y mi madre apenas tenía para darnos de comer», explicaba una de ellas, quien además apuntó que creía que podría devolver la deuda trabajando honradamente porque «pensaba que en un día en España se podían ganar 1.000 euros».

Cuando llegó al país, tras ser rescatada por la policía en la costa de Motril y trasladada a un centro de menores, explica que contactó con su familia y éstos le dijeron que estaban amenazados de muerte si no le devolvía el dinero a estas personas. Así, se fugó del centro y contactó con la hermana del acusado, quien la trasladó a Gandia, a un piso donde eran prostituidas y hacinadas otras chicas como ella.

Antes de abandonar Nigeria la menor explica que fue sometida a un ritual de vudú, en el que le tomaron una muestra de sangre, uñas y su pelo, y que con ello podían matarla a ella y a su familia si no les hacía caso.

Además de ser prostituidas, las dos víctimas aseguraron que el ahora acusado las violaba con regularidad e incluso las dejó embarazadas, obligándolas posteriormente a abortar para que siguieran siendo rentables en la calle. «Me violaba cuando le apetecía, me pegaba si no traía suficiente dinero y nada más abortar me tiró otra vez a la calle», relataba una de ellas. Sobre los motivos de por qué nunca fueron a denunciar los hechos, ambas se mostraron tajantes. «Ni se me ocurría, matarían a mi familia».