La joven valenciana que fue prostituida durante meses por su exnovio en Rumanía, violada y golpeada salvajemente casi a diario, trata de rehacer su vida en una localidad de la provincia cuyo nombre omitimos por motivos de seguridad. Pese al tiempo transcurrido y la distancia -su agresor se encuentra preso en su país por otro delito violento-, Marina (nombre ficticio para preservar su anonimato) todavía se estremece al recordar lo ocurrido. Le cuesta regresar aunque sea con palabras a aquella pesadilla. «Cada vez que recuerdo lo que pasé en Rumanía me pongo a temblar, me pongo enferma», reconoce. «Hay cosas que ni siquiera me he atrevido a contarle a mi familia».

Aunque en un primer momento se muestra reacia a contar su caso tras ser localizada por Levante-EMV, la joven poco a poco empieza a describir algunos de los episodios violentos y denigrantes de los que era víctima, como las largas horas que permanecía atada a un hierro colocado junto a la cama mientras su agresor salía de casa, para evitar que escapara. «Estaba todo el día pegado a mí para que no me fuera y cuando por las mañanas se iba a hacer sus cosas, me dejaba atada como a un perro».

Marina viajó en diciembre de 2014 a Rumanía engañada por su entonces compañero sentimental. «Me dijo que íbamos a pasar un mes con su familia en Navidades y que luego volveríamos a España», explica la víctima. Sin embargo, a los pocos días de estar allí su novio mostró su carácter más agresivo y pronto llegaron las palizas. Aunque confiesa que ya cuando vivían en Valencia éste era violento, hasta entonces nunca antes le había puesto la mano encima. «Cambió mucho al llegar allí, era como que se sentía en su terreno».

En el mes de febrero los golpes fueron acompañados por la venta de su cuerpo. Su novio la obligó a acostarse con otros hombres a cambio de dinero que él se quedaba. «Me daban asco y para que se marcharan y me dejaran en paz les pedía el doble de dinero», relata esta valenciana de 28 años intentando no cerrar los ojos para no volver con su mente a ese lugar del que finalmente logró escapar gracias a la ayuda de la embajada española en Bucarest. «Sin ellos ahora estaría muerta».

Peor concepto guarda de la policía rumana, quienes, según ella, no quisieron atenderla hasta en dos ocasiones cuando por fin pudo librarse de su captor, e incluso le dijeron que tenía que volver con su novio porque era lo correcto. «Tuve que ponerme a gritar: ¡Embajada, embajada!, para que me hicieran caso», asegura.

Además de ser prostituida mediante amenazas de muerte, la valenciana, madre de cuatro niñas pequeñas, fue violada hasta en dos ocasiones después de que se negara a mantener relaciones con clientes que no querían usar preservativo. Fruto de estas agresiones sexuales le contagiaron una enfermedad vírica por la que tuvo que permanecer hospitalizada durante semanas al llegar a España.

Su presunto agresor permanece en prisión provisional en Rumanía por una paliza a un taxista, a la espera de que el juzgado le tome declaración por los delitos de inducción a la prostitución, lesiones y amenazas graves. Marina tiene miedo de que pueda quedar en libertad. «El otro día me dijeron que lo habían visto por Valencia preguntando por mí, espero que sea mentira, no quiero ni pensarlo».