Un hombre que no conocía de nada la paró en mitad de la calle, le pagó las tres horas que iba a trabajar en el número 52 de la calle Císcar de Valencia y le aseguró que no hacía falta que volviese a la casa a la que acudía a limpiar cada miércoles. Así relató al juez la asistenta de Juan Carlos y Araceli Oliva, los hermanos asesinados presuntamente por Juan Antonio D. R. en su vivienda de la calle Císcar, la primera argucia puesta en marcha por éste para evitar el hallazgo de los cuerpos y que dio resultado durante casi un mes.

Desde hacía alrededor de 10 años, esta trabajadora se encargaba de la limpieza de la casa de los dos hermanos en el número 52 de la calle Císcar. Sin embargo, el miércoles siguiente a los asesinatos, perpetrados a primera hora del 28 de abril, no fue igual al resto. Ese día, 4 de mayo, Juan Antonio D. R., ahora entre rejas, abordó en las inmediaciones de la vivienda a la empleada del hogar, insistiendo en que Araceli y Juan Carlos no estaban en casa porque habían viajado a Pamplona, donde permanecerían «un tiempo». Así, le pagó la cantidad de dinero correspondiente a ese día -unos 38 euros- y la despidió. De esta forma, Juan Antonio se aseguró de que ninguna otra persona más que él accedería a la vivienda.

El testimonio de esta mujer se ha convertido en una pieza clave durante la investigación del doble crimen de la calle Císcar, ya que la última vez que acudió al piso fue el 27 de abril, un día antes de los crímenes. Recuerda que ese día se encargó de las tareas de la casa y durante la declaración destacó que hizo las camas y limpió todos los recipientes del fregadero, según adelantó Levante-EMV en exclusiva. Días después, la desaparición de los hermanos empezó a hacerse cada vez más evidente por su ausencia y el creciente mal olor que inundaba la finca.

Aprovechando este desconcierto, Juan Antonio D. R., que ya había obtenido unos 18.000 euros de Araceli, según relató una persona de su círculo a este periódico, trató, al parecer, de obtener más dinero líquido. Así, durante los días 29 y 30 de abril, el arrestado acudió a dos casas de empeño en los que vendió diversas joyas. El grupo de Homicidios de la Policía Nacional aún trata de averiguar si, como parece, pertenecían a los dos hermanos asesinados.

La insistencia de Araceli para que le devolviera ese dinero podría haber sido el motivo por el que la mañana del 28 de abril, Juan Antonio habría decidido estrangularles con bridas de plástico. Exactamente a las 8.20 horas. A partir de ahí, el detenido se obsesionó por intentar ocultar el olor que día a día desprendían los cuerpos de las dos víctimas debido no solo a su descomposición sino también al calor y a la humedad del ambiente. Trasladó los cadáveres de Araceli y de Juan Carlos a un trastero del piso, los metió dentro de dos sacos de dormir que había comprado tras el doble crimen y los ató con cuerdas, tras lo cual los tapó con una alfombra.

Dos semanas más tarde, los cubrió con una gruesa capa de casi un metro de arena para gatos y finalmente llenó la habitación de ambientadores. Pero el descubrimiento de los cadáveres era inevitable. El día 22 de mayo la Policía Nacional entró a la vivienda tras la llamada de una vecina.a

Un día después, Juan Antonio confesó a su mujer que «él había asesinado a Araceli y a Juan Carlos» y que por eso «iba a entregarse». Sin embargo, estacionó el vehículo de los hermanos en la avenida del Cid para dificultar su búsqueda y huyó. Un mes después se entregó en una comisaría de Alicante en la que aseguró «haber matado a dos personas en Valencia».