Su atracción por los bancos comenzó siendo apenas un zagal cuando empezó a trabajar como mancebo o chico de los recados en una sucursal bancaria de Teruel. Desde entonces su vida -e incluso después de muerto- ha estado ligada al mundo de la banca. Eso sí, en los últimos cuatro años las extracciones de dinero las hacía de forma ilegal, pistola en mano y con unas meras gafas de sol para ocultar su rostro. Así, después de cometer al menos once atracos desde 2012, Miguel Francisco Pérez, de 56 años, obtuvo un botín superior a los 276.000 euros. Dinero que no ha podido ser recuperado por los investigadores de la Policía Nacional y de la Guardia Civil tras rastrear palmo a palmo su domicilio, en la Pobla de Vallbona, después de la inesperada muerte del sospechoso justo antes de su detención.

«Estar preparado es importante, saber esperar lo es aún más, pero aprovechar el momento adecuado es la clave de la vida». Con esta frase que el propio Miguel colgó en su perfil de Facebook se resume la filosofía de vida que aplicó el atracador a la hora de llevar a cabo sus golpes en sucursales bancarias de la provincia de Valencia y Teruel. Metódico, paciente y sin apenas hacer uso de la violencia, el presunto delincuente hizo de los atracos a bancos su forma de vida tras quedarse en el paro y separarse de su mujer y madre de sus dos hijos.

No obstante, para todos sus conocidos y vecinos era un hombre afable que solía salir a pasear todas las mañanas con su perrito y con un trabajo honrado como «pintor de brocha gorda». De hecho, muchos lo conocían en la urbanización de la Pobla de Vallbona donde residía como «Miguel el maño» o «Miguel el pintor», e incluso le hicieron un homenaje tras conocer que había sufrido un infarto en la vivienda de su actual pareja, en Paterna, el pasado 12 de julio. «Jamás hubiera pensado que era un atracador, nos quedamos de piedra cuando nos enteramos», confiesa una vecina del presunto delincuente.

Todo indica que el supuesto trabajo de pintor era una simple fachada que mantenía de cara a sus allegados para poder acreditar el nivel de vida que llevaba, ya que los agentes no hallaron en la vivienda ni en su furgoneta brocha o cubo de pintura alguno. Lo que sí encontraron en el registro domiciliario fue la chaqueta blanca que portaba en varios de sus atracos así como la pistola simulada que utilizaba para intimidar a sus víctimas y un reloj identificado por los testigos.

Su primer atraco, al lado de casa

El primer atraco de los once que se le imputan se remonta a enero de 2012 cuando asaltó una sucursal bancaria en la Pobla de Vallbona, municipio donde precisamente residía, y en el que se apoderó de un botín de 53.000 euros. Un año después, viendo el éxito de su anterior golpe, decidió atracar un nuevo banco, esta vez en Valencia, en la calle Valle de la Ballestera. Allí sustrajo otros 40.000 euros.

Tras dejar pasar un tiempo prudencial entre robo y robo, o simplemente cuando veía que el dinero se iba acabando, volvía a actuar de nuevo, ampliando su radio de actuación también a la provincia de Teruel, donde había trabajado. De esta forma, el atracador, natural del municipio aragonés de Cella, atracó entre 2013 y 2014 sucursales de Rubielos de Mora, Bronchales y Sarrión.

Antes de perpetrar sus golpes estudiaba previamente las entidades bancarias y seleccionaba aquellas que presentaran vías de escape sencillas. Una vez elegido su objetivo se centraba en vigilar a la persona encargada de cerrar o abrir la puerta de acceso y realizaba un estudio pormenorizado de éste para posteriormente saber cómo infundir mayor temor a sus víctimas.

Aunque siempre actuaba solo, a la hora de apertura o cierre del establecimiento, amenazaba a sus víctimas con una pistola simulada y les decía que tenía cómplices esperando en el exterior o vigilando a sus familiares por si se negaban a abrir la caja fuerte. Desde un primer momento la policía sospechó que podía ser una persona que hubiera estado ligada a los bancos de alguna forma ya que conocía perfectamente la mecánica de trabajo o los tiempos de retardo de las cajas fuertes.

Su ambición al atracar dos sucursales en menos de un mes en Macastre y Villastar (Teruel) a principios de este año fue finalmente su perdición. Una operación conjunta del Grupo de Atracos de la Policía Nacional y de la Guardia Civil permitió cerrar el cerco sobre él. Una vez identificado y vigilado por los investigadores, solo se estaba a la espera de que actuara de nuevo para pillarlo in fraganti. Sin embargo, el presunto atracador falleció por causas naturales antes de ser detenido. Parece ser que antes de morir tuvo tiempo de expiar sus pecados. Junto a una fotografía en la Ciudad del Vaticano adjuntaba el comentario: «He venido para pedirle al Papa Paco el perdón de alguno de mis pecadillos».