«Me dijeron que mi madre estaba aquí, en España, hablé por teléfono con una voz de mujer y creí que era ella, eso me dijo», recuerda Marina, nombre ficticio para preservar el anonimato de esta joven de origen rumano que a finales de octubre de 2014 fue captada por una presunta red de explotación sexual con la falsa promesa de encontrarse en Valencia con su madre, a quien no veía desde que era una niña.

Fue al llegar a un piso de Catarroja, después de que le quitaran el teléfono móvil y su documentación, cuando las personas que la habían acompañado en su viaje hasta la costa levantina, entre las que se encontraba una supuesta amiga, pusieron las cartas sobre la mesa y la obligaron a prostituir su cuerpo.

«Decían que les tenía que pagar 2.000 euros por traerme y que si me negaba a hacer esas cosas me matarían», asegura la víctima, quien apenas contaba cuando partió con 18 años recién cumplidos.

Durante los primeros días de su cautiverio la adolescente fue obligada a mantener relaciones sexuales con varios clientes en el polígono de Catarroja, bajo la atenta mirada de sus proxenetas. Incluso fue violada por uno de sus presuntos captores en el domicilio en el que convivían, y del que por ningún concepto la dejaban salir sola a la calle.

La Audiencia Provincial de Valencia juzga desde ayer a esta red de trata de seres humanos. Los cuatro acusados, tres hombres y una mujer, todos ellos compatriotas de la víctima, se enfrentan a una petición de pena de ocho años de prisión por un delito de trata y de prostitución coactiva. Asimismo, para uno de ellos el fiscal solicita también una pena de nueve años de cárcel por un delito de agresión sexual, por lo que la pena podría ascender a los 17 años de prisión.

Los acusados negaron durante su declaración haber traído a la joven para prostituirla y alegaron que vinieron todos en el mismo coche para trabajar en el campo. No obstante, el testimonio de la muchacha, quien no pudo ocultar las lágrimas cuando un letrado cuestionó su embarazo tras el viaje, se mantuvo coherente y verosímil.

«Me vine sin equipaje, ni dinero, nada más salir del colegio», recuerda Marina, que a los pocos días de estar ejerciendo la prostitución logró pedir ayuda a un conductor y éste la acompañó al cuartel de la Guardia Civil. Sus presuntos proxenetas serían detenidos por el grupo de Policía Judicial de la Guardia Civil de Alfafar en noviembre de 2014 cuando pretendían huir a su país.