Cuatro categorías, doce factores y 39 indicadores o preguntas. Así es el nuevo test policial de valoración del riesgo de maltrato al que se somete a las víctimas en su primera comparecencia ante la Policía Nacional o la Guardia Civil. Esa es la gran novedad, pero no la única: la valoración inicial está en constante revisión y se va reajustando conforme varía la situación, se cotejan más datos o entran en escena nuevos testigos. Gracias a todo ello, los indicadores de riesgo -no apreciado, bajo, medio, alto y extremo- han subido y se han situado mucho más cerca de la realidad de cada caso.

Esa consecuencia es valorada de manera «muy positiva» por los agentes, hombres y mujeres, que atienden a las víctimas de malos tratos en ese primer contacto cuando denuncian. El test policial era uno de los elementos en tela de juicio tras el análisis de los casos más graves y la constatación de que en muchos de ellos -principalmente en asesinatos y agresiones graves- existían valoraciones de riesgo inapreciado o bajo. A principios de verano, el Ministerio del Interior puso en marcha un estudio-piloto que ha servido para perfeccionar el test, que en su modelo actual se aplica desde el pasado 16 de septiembre.

La primera consecuencia ha sido el aumento de los riesgos medios y altos. «Ha habido una elevación en un grado, más o menos, principalmente en aquellos casos en los que el maltratador incumple la orden de protección, es decir, se produce un quebrantamiento de la medida que dicta el juez. Eso significa que el sistema es mejor, porque es mucho más garantista y busca una protección más eficaz de la víctima», valora uno de los agentes implicados en la atención policial a las mujeres objeto de violencia por parte de sus parejas o exparejas.

Personalizar la entrevista

La valoración del riesgo se produce siempre que se inicia un caso, ya sea con o sin denuncia -cuando la policía interviene y la víctima no quiere denunciar, por ejemplo-, y se revisa a lo largo de los días, semanas y meses siguientes a ese primer instante. Las veces que sea necesario.

El test se divide en cuatro categorías: el episodio concreto y la historia previa de violencia en la pareja, factores relacionados exclusivamente con el agresor, los relativos a la vulnerabilidad de la víctima y la calidad de la relación y, por último, la percepción de la víctima.

Y no todo el peso de esa valoración recae en la mujer que sufre el maltrato, cuya autoestima y dependencia emocional -y muchas veces económica- del agresor la lleva a maquillar y desdibujar la realidad, lo que resta riesgo a la valoración.

Así, el agente que recoge ese primer testimonio busca datos en distintas fuentes. La primera es la víctima, sí, pero también los testigos -tanto los presenciales (han visto o escuchado tanto el episodio que genera la denuncia como otros anteriores) como los de referencia (conocen la situación porque la víctima u otras personas se lo ha hecho saber), los informes técnicos -lo mismo da que se trate de un expediente de algún servicio social, como de un médico, un profesor o cualquier otro profesional que emita un documento que hable de la historia previa entre víctima y agresor- y, por supuesto, el agresor, a quien se entrevista personalmente y del que se averigua su historial completo de antecedentes, tanto policiales como de otro tipo: laborales, financieros, familiares y, en general, cualquier aspecto que ayude a dibujar su perfil y a conocer su comportamiento en, al menos, en el año previo al episodio.