«Me asusté, me vi amenazado, cerré los ojos y le disparé», confesó ayer Jorge C. T., alias el Cebolla, uno de los dos acusados de intentar asesinar a tiros a un hombre junto al cementerio de Silla en abril de 2013. Pese a que el procesado reconoció que vació el cargador sobre su víctima, quien recibió cinco impactos de bala -dos de ellos en el cráneo-, el agredido sobrevivió milagrosamente tras permanecer cien días hospitalizado y perder un globo ocular. «Me pegó siete tiros, dos de ellos en la cabeza, mientras el otro se reía. Esa sonrisa se me quedó grabada», recordó la víctima durante el juicio celebrado ayer en la Sección Quinta de la Audiencia de Valencia.

La fiscal solicita para cada uno de los acusados una pena de catorce años de prisión, doce por tentativa de asesinato y dos por tenencia ilícita de armas, así como que indemnicen al herido con 94.500 euros por las lesiones y las secuelas, y sufraguen los 179.566 euros de gastos por su hospitalización.

Sobre el detonante de los disparos las versiones dadas por los tres implicados resultaron totalmente contradictorias. Por un lado, el presunto autor material de los mismos explicó que llevaron al agredido al lugar de los hechos, el 17 de abril de 2013, para saldar una deuda con ciertos objetos procedentes de un robo, aunque reconoció que no había tales y que él simplemente iba como chofer. «En un principio no se quería matar a nadie. Llevaba la pistola en la guantera por precaución», añadió. No obstante, incriminó al otro acusado al relatar que era éste quien tenía una deuda con el herido y que le comentó, pero «no de forma explícita», si podía acabar con él.

Por contra, el otro coautor negó tener deudas con esta persona y argumentó que acudieron al cementerio de Silla a «pillar droga». Asimismo se desmarcó totalmente de lo sucedido, atribuyendo los disparos a una agresión que su acompañante sufrió días antes por parte del herido. «Me quedé blanco cuando le disparó», alegó.

Por último, la víctima, que iba a su vez acompañado de una cuarta persona, declaró que habían quedado por trabajo, «para tomar medidas de una obra y comprar materiales», aunque cree que éstos tenían premeditado matarle por un préstamo de 4.000 euros.