A través de la pantalla de un ordenador, a kilómetros de distancia de sus víctimas y sin llegar a entrar en contacto físico con éstas en ningún momento. Así actuaba un presunto violador y pirata informático valenciano aunque no por ello sus acciones dejan de ser constitutivas de un delito de agresión sexual. De hecho, tras infectar con «troyanos» las computadoras de chicas jóvenes con las que contactaba a través de Messenger, el acusado se apoderaba de imágenes y vídeos de contenido sexual de éstas, sin su consentimiento, que posteriormente utilizaba para extorsionarlas y así obligarlas a que delante de la webcam realizaran todo tipo de actos sexuales.

Bajo la amenaza de difundir a todos sus contactos de las redes sociales -cuyas claves también había obtenido de forma fraudulenta- el procesado, que actualmente tiene 37 años, instaba a sus víctimas a que se desnudaran y se introdujeran objetos, de ahí que se le considere autor además de varios delitos contra la intimidad de al menos cuatro delitos continuados de agresión sexual.

Por todo ello el acusado se enfrenta ahora a una posible pena de hasta 61 años de cárcel, según la petición del Ministerio Fiscal. No obstante, el presunto hacker sexual podría eludir la acción de la Justicia después de que su defensa presentara esta semana una solicitud de sobreseimiento al considerar que los delitos, cometidos entre 2005 y 2010, ya habrían prescrito.

Fotógrafo especializado en porno

Este periódico se puso en contacto con el acusado, quien prefirió no hacer declaraciones sobre las graves acusaciones que pesan sobre él y únicamente se limitó a alegar: «Se me imputan cosas que no son así». Actualmente el valenciano se anuncia como fotógrafo especializado en «fotografía publicitaria, porno y desnudo».

En la causa abierta contra él, destapada tras una ardua investigación de la Guardia Civil en noviembre de 2011, figuran cinco víctimas que denunciaron los hechos tanto en la provincia de València como en otros puntos del país. Sin embargo, entre el material intervenido por los investigadores, de alto contenido erótico y sexual, se hallaron fotografías de muchas más mujeres que no pudieron ser identificadas en su día.

El presunto agresor sexual actuaba tranquilamente desde su domicilio de Quart de Poblet utilizando routers de terceras personas y las IP de sus ordenadores para así dificultar su identificación. Asimismo se valía de software malicioso para infectar las computadoras de sus víctimas y manejar sus equipos por control remoto, entrando así en carpetas privadas con imágenes o vídeos eróticos que éstas se habían grabado.

Para elegir a sus víctimas buscaba entre anuncios de chicas que se anunciaban como camareras o bailarinas. El algunos de los casos contactó con ellas tras hacerse pasar por una mujer que les ofrecía trabajo. Una vez había logrado acceder al ordenador y había obtenido el material íntimo con el que podía extorsionarlas incluso les ofrecía dinero a cambio de que contactaran con otras personas y ejercieran la prostitución, encuentros que él grabaría, aunque no llegó a lograr que ninguna de ellas accediera a este propósito.