Javier C. G., el hombre que asesinó de una brutal paliza a su padre, de 70 años, en Gilet en noviembre de 2015, se ha acogido a su decrecho a no declarar durante el juicio celebrado ante un jurado popular. El acusado ha preferido no contestar ni a las preguntas de la fiscalía, ni a las de su propio abogado.

El Ministerio Fiscal solicita una pena de doce años de prisión por un delito de asesinato con la circunstancia mixta de parentesco. Aunque se aprecia la eximente incompleta de trastorno mental transitorio, ya que el presunto parricida padece un trastorno bipolar y sufre desde 1999 «descompensaciones mentales desencadenadas por el consumo de drogas», la fiscalía considera que su forma de actuar tras matar a su padre no es propia de una persona que no fuera consciente de sus actos y por lo tanto es imputable penalmente.

Por su parte, la defensa sostiene que los hechos no son constitutivos de un delito de asesinato, sino de homicidio, y que su cliente tenía alteradas sus facultades cognitivas.

Los hechos ocurrieron el 10 de noviembre de 2015, en torno a las ocho de la tarde, cuando padre e hijo comenzaron a discutir, al parecer por cuestiones de dinero. Según el escrito del fiscal, el acusado "guiado por el ánimo de matar a su padre, quien en modo alguno pudo defenderse de dicho ataque", lo golpeó con un bastón de los que había colgados en el garaje de la vivienda, situada en la urbanización Santo Espíritu de Gilet.

De esta forma le propinó numerosos golpes, de forma intensa, primero en la cara, rompiéndole todos los huesos nasales y provocándole fracturas en los músculos faciales. Posteriormente, una vez que su víctima cayó al suelo, siguió golpeándole con los puños y dándole patadas. Además lo intentó ahogar hasta que le dio el golpe final en una cicatriz que el septuagenario tenía en el estómago de una operación anterior.

Después de cometer su crimen, el presunto parricida limpió la escena del crimen, se quitó y lavó la ropa, y se marchó como si nada hubiera pasado a gastarse el dinero, por el que acababa de discutir con su padre, en los servicios sexuales de unas prostitutas.

El presunto asesino fue detenido en el Hospital Clínico de València el 11 de noviembre de 2015, justo 24 horas después de su crimen, cuando acudió a curarse de las heridas que presentaba en las manos debido a la violencia con la que golpeó a su padre en la cara, hasta una vez en el suelo, «darle el golpe final en una cicatriz de una operación que tenía en el estómago». Esa misma mañana había telefoneado a un amigo confesándole que había matado a su padre y que tenía «los nudillos reventados».