La discusión que mantuvieron el pasado jueves por la tarde Joaquín C. V., de 35 años, y su padre, José Cano Léon, de 73 años, y que derivó en la muerte de este último degollado a manos de su vástago sigue siendo un misterio que solo el parricida conoce y se niega a explicar. Aunque en un primer momento él mismo confesó a su madre que lo había matado por insultarle, concretamente por llamarla «puta», el presunto parricida de San Marcelino se acogió ayer a su derecho a no declarar ante la jueza de instrucción número 21 de València, quien acordó su ingreso en prisión provisional.

Lo que sí parece estar más claro es que no fue un simple arrebato en el que el presunto autor del crimen cogió el arma homicida y degolló a su progenitor sin más. Según ha podido saber Levante-EMV, el parricida utilizó dos armas blancas distintas para acabar con la vida de su víctima, quien además del profundo corte en el cuello presentaba varias heridas defensivas y una cuchillada a la altura de la clavícula.

En un primer momento Joaquín C. habría atacado a su padre con un «tanto», arma japonesa más pequeña que una «katana» pero con la hoja recta. El arma fue hallada ensangrentada en la mesa del comedor junto a un machete de caza, arma con la que finalmente lo habría degollado, después de intentarlo supuestamente sin éxito con el arma nipona.

Se quitó la camiseta manchada

Posteriormente, una vez muerto su padre, el presunto parricida se quitó la camiseta manchada de sangre y la echó a la lavadora, hecho que no concuerda con el de una persona que haya sufrido un brote psicótico, como apuntan las investigaciones. Con la parte superior ya cambiada y sin apenas manchas de sangre en el calzado y el pantalón, el hombre bajó al rellano al encuentro de su madre para decirle: «He hecho algo muy grave».

Aunque no está diagnosticado de ninguna patología psiquiátrica y su madre insiste en que su hijo «no está loco», será determinante el informe que en los próximos meses realicen los expertos en psiquiatría forense del Instituto de Medicina Legal de València. Asimismo, también se le tomaron muestras toxicológicas por si había ingerido algún tipo de sustancia, pero no se han encontrado drogas en sangre.

El crimen se produjo el pasado jueves en el domicilio familiar, situado en la calle Ingeniero José Sirera del valenciano barrio de San Marcelino. La hora exacta de la muerte se sitúa entre las 18.30 y las 20.00 horas, franja en la que su madre estaba fuera de casa y en la que el presunto parricida habría vuelto y habría discutido con su padre.