Una vez superadas las lágrimas después de que la policía le notificara la confirmación de que su marido, desaparecido desde enero, está muerto y que ya han arrestado a los presuntos autores de su asesinato, Fatna trata de recomponerse para poder darle la triste noticia a sus hijas, de nueve y once años. «Cuando me lo dijeron, me temblaban las manos y eso que poco a poco me había ido haciendo a la idea. Yo sospechaba que estaba muerto, pero no sé cómo decírselo a las niñas», asegura la viuda.

«La pequeña me volvió a decir que echa de menos a su papá y que cuando vuelve», recuerda con un nudo en el estómago la mujer, quien ya apuntó a este periódico en febrero que temía que su desaparición estuviera relacionada con sus negocios de compraventa de artículos electrónicos de dudosa procedencia. «Yo siempre le decía que al final se iba a meter en problemas», reconoce.