Alba P. Ll., la mujer de 32 años tiroteada por su expareja el pasado martes en Tavernes de la Valldigna, estaba protegida con una orden de alejamiento, pero la valoración de riesgo policial era, en este momento «no apreciado», el más bajo de la escala. ¿La razón? Pese a que había recibido, tanto ella como su familia, mensajes amanazantes y a que había regresado al municipio de su maltratador, nadie había notificado ninguno de esos hechos a la Guardia Civil, por lo que el riesgo no había sido modificado.

La explosión de violencia de su agresor, Juan Manuel G. C., de 35 años, que se suicidó de dos disparos con la misma escopeta con la que hirió de gravedad a su exmujer y a la madre de esta, fue el colofón a semanas de amenazas que nadie tomó en serio, lo que vuelve a poner sobre la mesa la eficacia de las valoraciones de riesgo policiales en casos de violencia machista, que se nutren, sobre todo, de lo que cuenta o no la víctima a las fuerzas de seguridad.

Según ha podido saber Levante-EMV de fuentes de toda solvencia, la primera detención de Juan Manuel se produjo el 7 de agosto de 2015. Alba estaba embarazada del hijo que esperaban y Juan Manuel la intentó estrangular durante una agresión que a punto estuvo de costarle la vida. Hubo una primera denuncia que provocó su detención inmediata.

En ese momento, con esos datos en la mano, el equipo responsable de los casos de violencia machista de la Guardia Civil valoraron como «alto» el riesgo de reincidencia del agresor, y se puso en marcha el protocolo correspondiente de protección de la víctima. El procedimiento de vigilancia está protocolizado y es más o menos intenso en función de esa valoración -extremo, alto, medio, bajo y no apreciado-, que se va modificando conforme pasa el tiempo y se incorporan nuevos datos o denuncias a la causa.

En el caso de Alba, se produjo una segunda detención de Juan Manuel justo un año más tarde, el 2 de septiembre de 2016, por quebrantamiento de medida cautelar, es decir, por vulnerar la orden de alejamiento impuesto por el Juzgado de Violencia sobre la Mujer de Sueca. No se conformó con la petición inicial de la Fiscalia, así que no hubo juicio rápido. La condena llegó meses más tarde, tras un juicio celebrado en el Juzgado Penal número 14 de València, que incluyó la asistencia voluntaria de Juan Manuel a un programa de desintoxicación -era adicto al alcohol y a la cocaína-.

La participación en ese programa de rehabilitación y la ausencia de nuevas denuncias, así como el hecho de que Alba fijara su residencia en Sueca -fuera de Tavernes, donde siguió viviendo su maltratador-, hizo que la Guardia Civil de Sueca fuera modificando la valoración de riesgo a la baja, hasta dejarla en «no apreciado».

Mensajes amenazantes

Pero no respondía a la realidad. Según las declaraciones recogidas ahora por el Equipo Mujer-Menor (Emume) de la Comandancia de Valencia y por el de Policía Judicial de Tavernes de la Valldigna, Juan Manuel no había dejado de amenazar de una u otra manera a Alba y a su familia. Y el niño se había convertido en una obsesión para él, hasta el punto de que el martes su principal objetivo era, precisamente, matar al pequeño.

En todas las ocasiones, y pese a las advertencias del padre de Alba, la exmujer del maltratador prefirió no denunciar porque se creía capaz de tranquilizarlo. «Pensaba que si no lo denunciaba, no iría a más. Solía contestar: 'Yo sé cómo tranquilizarlo, de verdad. No le hagamos caso'», explica una fuente conocedora del caso. Un patrón que se repite en muchos de los casos de violencia machista que acaban en agresiones graves o mortales.

De hecho, la misma mañana del martes, Juan Manuel envió mensajes amenazantes a Alba desde el móvil del padre de él, sin que el hombre se diera cuenta. Esos wasaps están siendo recuperados ahora por especialistas en delitos tecnológicos de la Guardia Civil de València, ya que la víctima los borró.

Además, a última hora de la mañana llamó a Alba desde ese mismo teléfono, el del padre del agresor, para forzar que se lo cogieran. Fue en esa llamada cuando convocó la falsa reunión familiar con la que pretendía tener a todas las victimas juntas en el bajo de la vivienda que tienen en la playa vallera. Horas antes, había visto a la hermana de Alba en la calle, así que había deducido que estaban en el apartamento.

La extarordinaria agresividad que tenía el martes había alertado incluso a su padre, con quien había tenido una discusión brutal en casa, en la que destrozó parte del mobiliario y de la vajilla porque no le quiso prestar el coche para ir a casa de Alba. Cuando lo vio salir armado con su escopeta de caza, fue al cuartel de la Guardia Civil para avisar, pero ya era tarde, Juan Manuel ya se había quitado la vida tras herir de gravedad a su exsuegra, Rosa Ll, M., de 55 años, y a Alba. «Ya me has matado», le había gritado ella al sentir el tiro por la espalda, cuando corría escaleras arriba para alertar a su padre de que pusiera al niño a salvo. La respuesta de Juan Manuel dejaba claras sus intenciones: «Y ahora mataré a tu hijo». Los vecinos se le echaron encima y, al sentirse acorralado, se disparó un primer tiro en la sien y, herido, un segundo en el pecho que le segó la vida.