Con 29 años Irina Granovskaya abandonó su hogar en Rostov a orillas del lago Nero, en la gélida Rusia, para buscar un futuro mejor en tierras más cálidas. Diez años más tarde acaba de ser enterrada en València, la ciudad que la acogió y donde encontró la muerte a manos de su maltratador, a quien nunca había denunciado pese a que sus hermanas ya le habían advertido que era una persona violenta y que esa relación era perjudicial para ella. «Cuando se enfadada empezaba a romper cosas y a pegar puñetazos a las paredes, pero mi hermana insistía en que lo quería mucho y que solo era cuando bebía», relata con la ayuda de una intérprete Victoria, la pequeña de cuatro hermanas.

El pasado 16 de julio, al parecer consciente de que Irina quería terminar definitivamente con esta relación enfermiza, según le había dicho a una amiga, Stefan S. ejecutó presuntamente su asesinato tras urdir previamente un plan que incluía utilizar al hijo de siete años de ella como coartada.

El presunto asesino, en prisión provisional desde el 22 de julio, aseguró a la policía que cuando se produjo el crimen estaba en Castelló junto al hijo de Irina. No obstante, el grupo de Homicidios de la Policía Nacional logró desmontar su coartada. Así, lo ubicaron en una hamburguesería próxima al domicilio incendiado, en la calle Marqués de Zenete, a la hora en la que presumiblemente se originó el mismo. Aunque el sospechoso trató de hacer creer que estuvo en todo momento con el pequeño, un trabajador recordaba perfectamente que el niño se quedó a solas durante varios minutos.

Ese sería el tiempo que utilizó Stefan S., de 31 años y nacionalidad búlgara, para subir a la casa y matar a su víctima. Según el resultado de la autopsia, tras propinarle varios puñetazos acabó con ella asfixiándola con una almohada. Después prendió fuego a la cama con un acelerante para eliminar pruebas. En el inmueble se encontraba también un hombre de origen colombiano, a quien previamente esa misma mañana le había dicho que si escuchaba ruidos en la habitación de Irina no hiciera caso, que iba a hacer una fiesta.

Además del asesinato de su pareja, el juzgado le imputa otro delito de tentativa de asesinato, ya que en el incendio podía haber muerto este hombre, quien estaba profundamente dormido cuando se inició el fuego. Se está a la espera de los resultados de unas pruebas para saber si éste podría haber sido drogado con algún tipo de narcótico.

«Pensaba que iba a cambiar»

Irina conoció a su presunto asesino en Alcossebre. «Era un amigo de su exmarido», recuerda su hermana. A Victoria jamás le gustó como la trataba y cuando la visitó hace un año ya le dijo a su hermana que ese tipo de persona, «con problemas con el alcohol», no era para ella. «Luego me enviaba fotos de los dos juntos y me decía que iban a hacer todo para ser felices, pensando que iba a cambiar», recuerda sin poder contener la rabia de no haberle insistido más.

Sin embargo, Irina, que trabajaba en un bingo de València, era una víctima propicia para la lacra machista, ya que sin amigos en España, su agresor lograba aislarla todavía más y su único apoyo era su hijo. «Para ella él era todo, ejercía de padre y de madre», remarca su hermana. El pequeño se encuentra ahora en Moscú viviendo con su tía, quien ya ha iniciado los trámites para hacerse cargo de su tutela. «No deja de preguntar por su madre, le hemos dicho que está de vacaciones pero sabe que pasa algo».

La familia explica que al haberse criado en España y no hablar ruso, el niño está teniendo problemas para adaptarse. Aunque confían en que pronto aprenderá el idioma porque es listo como su madre. «Ella aprendía enseguida los idiomas y estudió música en el conservatorio», recuerdan. Irina era la mayor de cuatro hermanas y ayudó a sus padres en la educación de éstas.«Desde pequeña siempre ha sido una persona con luz que ayudaba a todos». Por desgracia, la lacra machista selló esa luz.