La familia del joven de 26 años que se inmoló en un atentado en Irak y provocó decenas de muertos no sólo ha tenido que asimilar que el menor de cuatro hermanos, residente en Sagunt, decidiera convertirse en terrorista suicida del Estado Islámico (EI) cuando su familia le estaba ayudando a forjarse un futuro en España.

También ha sufrido los dos años de encarcelamiento de su hermano, después de que éste, ajeno totalmente al movimiento yihadista, viajara Marruecos en agosto de 2015 para pasar unos días de vacaciones con su hija de dos años y su mujer, una española que estaba embarazada de 7 meses. En cuanto la familia llegó en barco a Tánger, la policía le arrestó «sin dar ninguna explicación y tratándonos fatal», explica su esposa, aún muy afectada al recordar todo aquello.

«Nos requisaron cosas de las que no hemos vuelto a saber nada. Todo un equipo de pesca submarina que llevaba mi marido y que está valorado en más de 2.000 euros. Joyas que llevaba yo de la boda. Encima, todo sin ninguna educación y sin decirme ni dónde se habían llevado a mi marido», cuenta.

La mujer aún recuerda con dolor cómo fue cacheada en una habitación y tuvo que bajarse los pantalones «para demostrar que mi barriga era real y no escondía nada». También le revisaron el equipaje de arriba a abajo «y sin ningún miramiento», denuncia. «Sin guantes ni nada, abrieron todas los pañales de mi hija, tocaron toda mi ropa interior. Me sentí muy mal», rememora con indignación y tristeza.

En ese momento, según afirma, «estaba superasustada y tenía muchas ganas de llorar», pero dice que «aguantaba por su hija», aunque al llegar a casa de su suegra, explica que ya no pudo más y estalló en lágrimas. «Es que nos tuvieron más de tres horas allí y la policía nos trató muy mal.

A mí hasta me tocó bajar el coche del barco cuando estaba embarazada de siete meses. Y aún me rompieron una cosa del coche que luego tuve que arreglar. Fue horrible. Se nos hicieron las doce de la noche, la niña sin cenar, llorando y viendo cómo se llevaban a su padre detenido sin decirnos dónde ni saber por qué», añade angustiada.

«Pagamos justos por pecadores»

Esa incertidumbre aún se prolongó casi dos días cuando, junto a su cuñada, pudo localizar a su esposo en una comisaría de Casablanca. «Allí nos dejaron verlo un minuto y poco más». Al cabo de unos días, la mujer tuvo que regresar a España y, aunque aquí tuvo que hacer gestiones con el consulado, asegura no tener tampoco «un buen recuerdo». Convencida de que, tras la detención de su marido, « hemos pagado justos por pecadores», cree que todo lo ocurrido es como «una herida».

«A veces se reabre y entonces recuerdas cosas que ya creías olvidadas», dice, además de considerar que, ante el yihadismo, una buena arma es la prevención. «Igual que en las escuelas ahora se habla ya del bulling o de la violencia machista, que antes no se hacía, se podría hablar de estas cosas, para que la gente joven no sea ingenua».

«Que los jóvenes aprendan a estar centrados en cosas como el deporte, porque si no tienen nada que hacer se abren y pueden buscar otras maneras de llenar el tiempo», decía su marido.