Los investigadores del grupo de Homicidios de la Policía Nacional consideraban, desde el principio, que Salvador R. L., autor confeso del asesinato del ingeniero de Novelda Antonio Navarro Cerdán en su garaje de la calle Calamocha el pasado mes de agosto, esperaba una «recompensa emocional» como pago por la ejecución del crimen: una vida en común con su amante, María Jesús M. C., Maje, esposa a su vez de la víctima y actualmente en prisión como supuesta coautora del asesinato por inducción y cooperación necesaria.

Esa hipótesis, que la Policía lanzó a partir del análisis de las declaraciones de varios testigos y de los propios inculpados, pero, sobre todo, del estudio de las cartas de amor que se cruzaron entre Maje y Salva en los meses anteriores al asesinato, se ha visto refrendada ahora con la declaración ante la policía, ya entregada en el juzgado, de un nuevo testigo.

Se trata de un amigo del Salva, que reside fuera de la Comunitat Valenciana pero con el que mantiene una gran amistad desde hace más de una década, hasta el punto, de que era su confesor. De hecho, es la única persona del entorno de Salvador R. L., de cuantas ha interrogado la Policía Nacional hasta ahora, que conocía desde el principio la relación extraconyugal del inculpado con Maje.

La confianza entre ambos era tan elevada, que Salva incluso llegó a mostrarle a su amigo fotos de la enfermera desnuda o con poca ropa que esta le había enviado por teléfono. Incluso compartió con él detalles de sus encuentros sexuales o revelaciones como que le había comprado un teléfono para hablar sólo con él -es el móvil que le procuró en noviembre, tras averiguar que ella era objeto de la investigación policial-.

Y es esa gran confianza entre ambos lo que hace que su declaración tenga importancia en la causa. Eso, y que pasó los días previos al asesinato de Antonio Navarro en compañía de Salva. Fue en la primera quincena de agosto, cuando el auxiliar de Enfermería estaba de vacaciones en su caravana, con su mujer y su hija, en un camping de Castelló.

El amigo de Salva y su familia viajaron hasta la capital de la Plana para pasar unos días con sus amigos. En los días inmediatamente anteriores al asesinato, el amigo afirma que Salva llegó a ponerse «muy pesado» hablando «constantemente» de Maje. Y afirma que en ese momento «estaba convencido» de que «se iría a vivir» en breve con la enfermera y de que «iba a dejar a su mujer».

Una «auténtica obsesión»

La euforia mostrada por Salva, del que su amigo llega a decir que tenía «una auténtica obsesión» con Maje, lleva a este testigo a afirmar que el ahora encarcelado le insistió varias veces en que quería «separarse de su mujer e irse a vivir con Maje para que fuera totalmente suya».

Eso sí, relata que en los últimos meses del año pasado -justo antes de su detención y cuando Salva ya había descubierto que Maje tenía una relación bastante estable con otro amante, Jose-, la visión de su futuro con la enfermera había dado un vuelco: «Tenía claro que quería estar con ella como fuera, aunque tuviese que compartirla con otros hombres», algo que, al parecer, «había asumido por completo», afirma su amigo.

El testigo también ha declarado ante la policía que, según le contó Salva en su momento, fue ella quien retomó la relación con él tras la boda con Antonio, celebrada el 3 de septiembre de 2016.

Tanto Salva como Maje admitieron en sus primeras declaraciones que habían reiniciado la relación «en torno al cumpleaños» de él, en octubre, esto es, un mes después de la boda. Pero ninguno de ellos quiso contar ni a la policía ni al juez por qué.

Ha sido ahora cuando el amigo ha relatado que Salva le contó que Maje le escribió diciéndole «que no podía vivir con él», así que, a partir de ese momento, volvieron a los encuentros sexuales, que se prolongarían hasta después del asesinato.

En ese momento, octubre de 2016, seguía manteniendo una intensa relación sentimental -que no se interrumpiría hasta marzo de 2017- con otro de sus amantes, Tomás. Aunque Salva no lo sabía, ya que Maje, según se recoge en las escuchas telefónicas autorizadas por el juez, le había asegurado -también a su marido Antonio, que le había pillado un mensaje de Tomás en junio, a tres meses de la boda-, que esa relación había terminado al menos un mes antes de dar el sí quiero a Antonio en el altar del Santuario de Santa María Magdalena de Novelda, a sólo 4,5 kilómetros y 10 meses de otra iglesia, la de San Pedro Apóstol, la que acogería el funeral por su marido asesinado.