«Nos acabábamos de acostar. Aún no habíamos cogido el sueño cuando lo vimos entrar por la puerta de la habitación con un cuchillo en la mano», recuerda sin poder quitarse la imagen de la cabeza Juan José C. S., el hombre de 54 años que sobrevivió tras ser acuchillado en el cuello por el hijo de 25 años de su compañera sentimental. La madre del chico no tuvo tanta suerte y murió como consecuencia de una única cuchillada por la espalda, a la altura de la escápula izquierda, la cual le perforó el pulmón y le seccionó la aorta. El parricidio se produjo en la madrugada del pasado domingo en la calle Gavarda del valenciano barrio de Benimàmet.

«Entró con el cuchillo en la mano y dijo que nos iba a matar. Esas fueron sus únicas palabras. Sin motivo ni razón alguna», explica el agredido, quien rápidamente se levantó de la cama, al igual que su pareja, para tratar de arrebatarle el arma homicida. «Apuñaló a su madre antes que pudiera hacer nada y a mí me clavó el cuchillo en el cuello y en la espalda mientras forcejeaba con él», relata Juan José.

Respecto a si habían discutido esa noche antes de acostarse, el hombre se muestra tajante. «Que va, cenamos tan tranquilos, nos fuimos a dormir y él se quedó viendo la tele». Así achaca su repentina e inesperada reacción a la depresión que arrastraba desde hacía tiempo. «Últimamente estaba muy desquiciado, pero tampoco de imaginas que vaya a ser capaz de algo así», argumenta.

Cuando logró quitarle el cuchillo, el joven se fue a la cocina a coger otro, según relata el superviviente, quien se recupera en una habitación del Hospital La Fe de València tras abandonar la unidad de reanimación. «Tengo claro que también quería matarme a mí», añade Juan José.

Cuando Iván R. C. se da cuenta de lo que acaba de hacer él mismo llama a su hermano mayor contándole lo ocurrido. «Le dije que llamara a una ambulancia, le gritaba para ver si podían salvarla», confiesa. Pero no fue posible. Cuando era trasladado en ambulancia al centro hospitalario, Juan José escuchó que su pareja había muerto.

Respecto a los supuestos problemas mentales que pudiera padecer el presunto parricida, el hombre asegura que sabía que algo le ocurría pero que todavía no estaba diagnosticado. «No sé si necesita tratamiento o que lo metan directamente en la cárcel», opina de su agresor después de que éste intentara degollarlo.

Asimismo asegura que el joven no tenía problemas sobre su relación con su madre. «Él estaba obcecado porque no le salía trabajo y se encerraba en su mundo», apunta. De ahí que su familia lo llevara al Hospital Arnau y se concertara una cita con el psicólogo para un par de semanas antes de lo ocurrido. El presunto parricida finalmente optó por no acudir a la consulta con el especialista, como ya adelantó Levante-EMV.