Nueve meses después de la muerte por asfixia y en extrañas circunstancias de un niño de ocho años en un céntrico edificio de Elda, la Policía Nacional acaba de detener a la compañera sentimental del padre de acogida como presunta autora del homicidio. Alejandra G. P., de 31 años, se encontraba al cuidado del pequeño, sobre las ocho de la tarde del 30 de agosto de 2017, cuando se produjo el desgarrador crimen. En ese momento estaba embarazada de cuatro meses fruto de su relación con Daniel, de 41 años y muy conocido en Elda por su faceta de entrenador de atletismo y padre en régimen de acogida del menor fallecido desde que tenía cuatro años.

Las versiones que la arrestada ofreció desde el primer momento a los investigadores de la Comisaría de la Policía Nacional de Elda-Petrer y de la Comisaría General de la Policía Judicial de Madrid ofrecieron muchas dudas. También desconfiaron de que hubiera sido golpeada, maniatada y sometida a abusos sexuales antes de desmayarse tal y como manifestó durante la misma noche de los hechos. Prueba de ello es que no habían transcurrido ni 24 horas cuando los agentes asignados al caso la condujeron a la vivienda, en presencia de la comisión judicial, para realizar la primera reconstrucción de los hechos. Dos días después se produjo una segunda reconstrucción y en las semanas posteriores la pareja fue citada varias veces a la Comisaría de la Policía Nacional para prestar declaración.

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Según el relato ofrecido por la ahora detenida, que tiene una discapacidad auditiva completa, Daniel estaba entrenando en la pista de atletismo de La Sismat cuando ella y el menor se encontraban solos en el primer piso del edificio Korten, en el número 26 de la calle Quijote, donde entonces residía la pareja en régimen de alquiler. En virtud de su declaración a los investigadores, cuando se disponían a salir a la calle fue asaltada por dos encapuchados que llevaban ropa oscura y cascos de moto. No iban armados y se desconoce cómo pudieron franquear la puerta exterior del bloque porque no estaba forzada. Ambos estaban esperándola en el rellano y la introdujeron a golpes en el salón mientras llevaban al niño a otra habitación.

Semidesnudo en el suelo

El móvil del asalto no fue aparentemente el robo porque nada se echó en falta en la casa, ni dinero ni joyas, pero aseguró a los agentes haber visto, después de que los asaltantes le colocaran una bolsa de tela negra en la cabeza, unos destellos que asoció con que estaban haciéndole fotografías al niño, cuyo cadáver apareció tumbado en el suelo, semidesnudo, y con restos de vómito y sangre aunque no presentaba signos externos de violencia o estrangulamiento, ni había sufrido ninguna lesión por arma blanca o de fuego.

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Alejandra también relató a los agentes que aprovechó un descuido -no se sabe en qué circunstancias- para coger su teléfono móvil y hacer una videollamada a su madre, que a su vez alertó a su actual pareja. Sin embargo fue descubierta y golpeada nuevamente mientras uno de los asaltantes rompía el móvil arrojándolo de forma violenta al suelo antes de que ambos salieran huyendo de la vivienda. A pesar de las agresiones, y de permanecer maniatada, pudo volver a realizar una segunda viodellamada a su madre para pedir ayuda. Y mientras tanto un vecino de la planta superior fue quien llamó al 112 al entrar al piso tras observar que la puerta estaba abierta y descubrir la desgarradora escena.

Daniel llegó pasadas las nueve de la noche, cuando ya habían acudido a la vivienda varias dotaciones policiales, y sus gritos de ira y desesperación: «¡Lo han matado, lo han violado!» desgarraron al vecindario y dieron lugar a informaciones que la familia desmintió posteriormente. La mujer fue dada de alta la misma noche tras ser trasladada al Hospital General Universitario de Elda, donde fue atendida de las contusiones leves que presentaba, descartando el examen ginecológico cualquier alteración en su estado de gestación de cuatro meses.

Una investigación paciente y minuciosa

En los últimos nueve meses la Policía Nacional, tanto los funcionarios de la Comisaría de Elda-Petrer como los procedentes de la Comisaría General de la Policía Judicial de Madrid, han llevado a cabo una labor de investigación minuciosa, eficiente y hermética para evitar filtraciones que pudieran poner en alerta a la detenida. Escudriñaron el entorno más cercano de las víctimas sin descartar ninguna hipótesis, incluso unos supuestos dibujos amenazantes que la pareja estaba recibiendo en las últimas semanas y que parecían responder, más bien, a un juego de niños.

También localizaron todas las cámaras de videovigilancia de los comercios, empresas y establecimientos próximos a la vivienda y no dejaron ni una sola grabación por revisar. Pero en ninguna de ellas aparecen hombres con casco ni ropa oscura. Todos sus intentos por localizar a un solo testigo que pudiera corroborar la versión de la arrestada fueron estériles. Nadie vio nada a pesar de que el execrable crimen de la criatura se produjo en verano, en pleno centro comercial de Elda y entre las ocho y las nueve de la noche.

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Sospechas desde el inicio

Los agentes encargados de la investigación del sobrecogedor crimen desconfiaron desde el primer momento de la versión ofrecida por la ahora arrestada. De hecho, siempre han sospechado de ella pero necesitaban recabar las pruebas suficientes para poder incriminarla.

Las dos peticiones de ayuda que la víctima hizo a su madre con su teléfono móvil a través de sendas videollamadas, con las que pudo alertarla de lo que estaba ocurriendo, fue uno de los detalles en el que los investigadores más incidieron. Cabe señalar que la mujer padece problemas de audición pero puede mantener una conversación con normalidad leyendo los labios de sus interlocutores.

El hecho de que al despertar, tras desmayarse por los golpes y abusos de los asaltantes, pudiera coger su teléfono móvil para llamar a su madre a pesar de estar maniatada y tener la cabeza dentro de una bolsa suscitó, entre los investigadores, muchas dudas sobre la veracidad de su testimonio. Pero no fue lo único. También despertó entre ellos las sospechas que indicara que hizo una segunda llamada a pesar de que los asaltantes le habían roto el móvil al arrojarlo contra el suelo antes de huir.