Como bien recuerda Celia Amorós en La gran diferencia y sus pequeñas consecuencias€ para las luchas de las mujeres (Cátedra, Colección Feminismos, Universitat de València, 2005) el patriarcado es un sistema metaestable de dominación ejercido por los hombres que, a su vez, son troquelados por él. El patriarcado se reorganiza y adapta a cada etapa histórica, a su sistema económico y político, sin dejar de someter a las mujeres perpetuando la dominación del hombre. Cada paso conseguido en igualdad implica un rearme patriarcal. El feminismo saca músculo y avanza, ergo las estructuras hegemónicas de poder masculino peligran: ¿qué hacer -se preguntan- para lanzar mensajes de virilidad a la sociedad? ¡Soltar a La Manada! Pongamos por caso.

La Justicia es un artefacto patriarcal. Sin perspectiva de género, sin feminismo y sin autocrítica, el poder judicial legitima las desigualdades entre hombres y mujeres. Los implícitos que supone la puesta en libertad de esa repugnante Manada lanzan un mensaje profundamente patriarcal a las jóvenes generaciones: «El macho tiene a su disposición los cuerpos de las mujeres». Por contra, a las chicas se les dice: «Tu cuerpo no te pertenece». Nada más temible y aterrador que cosificar a las mujeres, convirtiéndolas en presa y sujetos de segundo orden para el (des)orden judicial. De ahí que siempre se ponga en tela de juicio a la mujer: convertirla en una víctima que se sienta culpable, cuestionándola en cada momento, dudando de su fiabilidad, del carácter de sus acciones, decisiones y sentimientos: «a ver si se insinuó», «qué falda vestía» o «no dijo no claramente», mensajes que siempre culpabilizan a la mujer y que siguen vigentes durante la historia de la humanidad, que es, en definitiva, la historia del patriarcado.

La mujer es la clase social y económica más explotada en toda cultura y situación histórica, tesis de otra maestra: Lidia Falcón. Hoy sigue vigente esta idea. Cuando esta justicia patriarcal humilla, provoca, explota, ridiculiza y ningunea a las mujeres, la desigualdad sigue imponiéndose en el orden natural de las cosas. La naturaleza nos hace libres e iguales. La justicia se encarga de romper esta ley universal. Me gustaría escuchar voces críticas con esta justicia inmoral y mezquina desde la propia justicia. El feminismo saldrá nuevamente a las calles, gritará e invertirá toda su energía, pasión y lucha para protestar ante este patriarcado judicial. Con todo, necesitamos críticas desde otras dimensiones. El silencio no sólo os hace cómplices, jueces y juezas. Os convierte en aliados y aliadas del patriarcado y la desigualdad. Docentes, abogacía, vecindario, amistades, camaradas€ No podemos permanecer impasibles ante esta ignominiosa justicia patriarcal.