Tras más de dos horas para seleccionar a los nueve miembros, más dos suplentes, del Jurado popular, ha comenzado el juicio por el crimen del hombre asesinado de una brutal paliza frente al Hospital La Fe de València delante de su hija de apenas cuatro años. Una decena de agentes de la Guardia Civil mantienen un dispositivo de seguridad especial para evitar cualquier posible enfrentamiento entre los once acusados, que están en libertad, y los familiares de dos clanes de Benimàmet, como ya adelantó Levante-EMV.

Las declaraciones de los once acusados, que inicialmente iban a explicar hoy sus versiones sobre lo ocurrido, han sido aplazadas a mañana en la segunda sesión de la vista oral. La acusación particular, ejercida por el letrado Juan Carlos Navarro, solicita veinte años de cárcel por un delito de asesinato al apreciar la circunstancia de alevosía.

Por su parte, las defensas de los acusados piden la libre absolución de sus patrocinados. Algunos de ellos niegan haber estado presentes el día en que se produjo el ataque en el Bulevar Sur de València y otros alegan que no participaron en la paliza y huyeron del lugar nada más ver que la situación se ponía violenta.

Un jurado popular será el encargado de dirimir la culpabilidad o no de estos once acusados por matar a golpes, con palos y una porra metálica, y de dos cuchilladas a Javier Redondo Calero, de 33 años. El Ministerio Fiscal solicita una pena de quince años de cárcel para cada uno de ellos por un delito de homicidio con la circunstancia agravante de abuso de superioridad ya que lo abordaron y rodearon los nueve en el Bulevar Sur de València, sin darle posibilidad alguna de defensa, cuando éste salió del hospital junto a su hija de cuatro años, a la que había llevado a hacerle las pruebas de la alergia.

El móvil del crimen fue la supuesta sustracción de tres kilos de marihuana, como informó en su día Levante-EMV, ya que el conocido como «clan de Benimàmet» atribuía dicho robo, ocurrido el 29 de septiembre de 2015, a Javier Redondo. Incluso algunos de los acusados acudieron a casa de su madre y le amenazaron diciéndole que si no devolvía la droga lo matarían. Amenazas que se instruyen en una causa separada.

Además, la víctima tenía una deuda pendiente de 120 euros por el arreglo de una moto con otro de los acusados, con quien quedó precisamente el día de autos, 16 de febrero de 2016, para supuestamente zanjarla. Inicialmente el encuentro iba a tener lugar en la explanada del aparcamiento del centro comercial Bonaire, pero Javier llamó a este acusado para decirle que le venía mejor quedar en el Bulevar Sur de València, ya que había ido con su hija a una consulta en el hospital.

Esta persona no se presentó ni mucho menos sola a la cita. Según el escrito de la Fiscalía, «previniendo que se iban a generar problemas y que no se atrevía a enfrentarse a solas» con el fallecido, se lo dijo a su hermano, también procesado. Éste se encontraba en ese momento en un entierro en el cementerio de Benimaclet junto a las familias del clan al que supuestamente la víctima había robado la marihuana meses antes. Así, «a sabiendas de que estos tenían una cuenta pendiente con Javier Redondo, les comunicó el encuentro que iba a producirse entre aquel y su hermano, y decidieron acompañarle para vengarse del robo que habían sufrido», según sostiene la fiscal.

Acudieron en dos vehículos

Los acusados acudieron en dos vehículos. En uno iban los dos hermanos A. L. S. y C. L. S., la novia de uno de ellos -acusada únicamente por las acusaciones particulares- y un amigo de estos. Mientras que en una furgoneta Ford Trafic iban los otros siete acusados del clan de Benimaclet, entre ellos el «Caldera», el «Purru» y el «Piraña».

Los agresores, que estaban escondidos en los alrededores, abordaron a su víctima y comenzaron a golpearle con palos y una porra metálica, rompiendo el cristal trasero izquierdo y la luna trasera del vehículo, sin importarles que en el interior se encontraba llorando y muerta de miedo la pequeña de cuatro años en su sillita. Su padre cayó desplomado por los golpes y tras recibir dos cuchilladas cuando trataba de pedir ayuda.