Una maleta repleta de la llamada "cocaína africana" u "hojas del paraíso" en su versión más poética. En otras palabras: 43 kilos de manojos de hojas de "khat" o Catha edulis, es lo que se encontraron el pasado lunes los agentes de la Guardia Civil del aeropuerto de Manises en el interior de una maleta de un joven nacido en Irlanda del Norte y con residencia en Londres.

El chico, de 21 años, fue detenido por un delito contra la salud pública pese a sus protestas, ya que esa sustancia vegetal, prohibida en España al estar catalogada como droga -el principio activo es la catinona-, es de libre comercio en el Reino Unido desde 2014, tras levantarse el veto que pesaba sobre ella entre 1998 y 2014. El arrestado había salido de Johannesburgo y viajaba a la capital inglesa, con escala en València.

Se trata del segundo alijo de "khat" interceptado en València. El anterior, de 21 kilos, también le fue intervenido a otro joven británico a principios de 2014. En esta ocasión, la detención se produjo después de que saltara la alarma al pasar la maleta por el escáner y ver que no contenía ni una sola prenda de ropa. Los agentes pidieron al chico que abriese la maleta y fue entonces cuando encontraron las plantas.

El "khat" se consume fresco y masticado, como las hojas de coca, y su efecto es ligeramente estimulante -similar a unas anfetaminas, pero más suave-, aunque esa euforia inicial deja paso a un estado de estupor que, en caso de consumo elevado o prolongado, puede inducir problemas de salud.

La Catha edulis es una planta arbustiva de hoja perenne originaria de Etiopía, aunque su uso, de tradición casi milenaria, se ha extendido a todo el Cuerno de África -Somalía, Yibuti, Eritrea y Etiopía-. Se estima que hay entre 20 y 25 millones de consumidores habituales de "khat" en todo el mundo, principalmente en África.

En Somalia, por ejemplo, lleva años causando estragos: se calcula que ocho de cada diez hombres la consumen en grado de adicción. La situación la ha favorecido la guerra que ha desangrado el país durante década, las elevadísimas tasas de paro y el bajo precio de esta droga, que la convierte en la única asequible para los pobres.

En Europa, se alertó sobre su creciente consumo a partir de 2010, principalmente en el Reino Unido, donde la utilizan sobre todo migrantes procedentes de Somalia y, en ocasiones, de Etiopía y de Eritrea.