Una llamada de teléfono. Esa fue la clave que permitió a la Guardia Civil de Castelló localizar a José Luis G. S., el exlegionario de 40 años huido de Borriol tras asesinar a golpes y cuchilladas a su expareja, Eva Bou Flor, en septiembre pasado, en el inmenso territorio argentino. Los investigadores de la unidad orgánica de Policía Judicial de la Comandancia de Castelló sabían que había tomado un vuelo desde Madrid a Buenos Aires el día 5 de septiembre, dos días antes de que la familia de Eva encontrase su cuerpo. Lo sabían porque había viajado bajo su verdadera identidad: no tenía nada que temer ya que nadie sabía aún que huía tras asesinar a la mujer.

El crimen, según la investigación policial y la data de la muerte fijada por los forenses durante la autopsia, se produjo el día 2 de septiembre. Dos días más tarde, el 4, José Luis ya sabía cómo y adónde iba a huir. No solo compró el billete de avión en un vuelo comercial de los que salen diariamente del aeropuerto Alfonso Suárez-Barajas, sino que además vació todas sus cuentas bancarias porque no tenía intención alguna de regresar. De hecho, incluso se despidió de su hijo de 18 años -fruto de su matrimonio con una mujer a la que también sometió a maltrato- tras el asesinato, aunque el chico no sabía del crimen cometido por su padre.

El día 6 aterrizó en Buenos Aires y se desplazó a La Plata, una ciudad situada 70 kilómetros al sureste de la capital, donde se alojó durante tres días en un hotel que pagó con la tarjeta de crédito. Al parecer, llegó de la mano de un hombre del que no se sabe si José Luis lo conocía antes de viajar a Argentina -todo apunta a que es así y que, además, le habría ayudado a buscar dónde refugiarse incluso antes de su salida de Castelló-.

Una vez que la Guardia Civil tuvo claro que se había ido a Argentina, pidió el auxilio de la Policía Federal de Argentina a través de la oficina de Interpol en Buenos Aires. A partir de ahí se puso en marcha la División Investigación Federal de Fugitivos (DIFF) Pero, había un par de problemas: la orden internacional de detención emitida por el juzgado de violencia sobre la mujer de Castelló no se hizo efectiva hasta el 14 de septiembre y José Luis había dejado de utilizar su teléfono móvil y sus redes sociales.

Al borde de la frontera

Así las cosas, el rastro electrónico se perdía en la Plata. Ni siquiera había constancia de que, a finales de septiembre, permaneciese en Argentina. Sin embargo, por alguna razón, el exlegionario acabó propiciando su propia detención con una llamada realizada a la Guardia Civil en la que anunció que quería entregarse. Pero exigía hacerlo en territorio europeo porque, dijo, no se fiaba de la policía argentina.

Esas 'negociaciones' fueron la clave para que la Guardia Civil lo geolocalizase en la provincia de Misiones, en la zona que en Argentina se conoce como «la triple frontera» por la confluencia de Argentina con Paraguay y Brasil, en una área con vastas zonas de selva y de hidrovía -el gigantesco río fronterizo Paraná-. Dos oficiales de la Guardia Civil se trasladaron a Argentina y hace una semana acordaron irse a Posadas, ya que la triangulación de la llamada situaba en esa ciudad al exlegionario. Temían que cruzase la frontera en cualquier momento.

El sábado, y con el calor por aliado -iba con sus tatuajes al descubierto por el calor y la elevada humedad en esa zona-, lo localizaron cuando iba a cenar al restaurante parrillero Bonifacia, en el 6.027 de la avenida de Santa Catalina, en Posadas, a 7,5 kilómetros de la frontera ubicada en mitad del Paraná.

No opuso resistencia. No llevaba armas. Solo varios teléfonos móviles y todo su dinero en metálico. Desde ese día, permanece en una prisión local por orden de la jueza federal de Posadas Verónica Skanata. Si no se opone, antes de fin de año podría ser extraditado a España.